Atributos esenciales de Dios

Equipo de Teología
Mercabá, 12 julio 2021

           Resuelto el problema de la existencia de Dios, hay que preguntarse por su esencia: ¿Quién es ese Dios del que decimos que es? Porque Dios no pertenece a ningún género de entes conocidos por el hombre, y no podemos, por tanto, definirle por sus diferencias con entes del mismo género. Pero si Dios no puede ser definido positivamente, podrá intentarse al menos una determinación negativa del mismo. Es la vía que emprendió Tomás de Aquino: De Dios no podemos saber lo que es, sino lo que no es (quid non sit); luego no podemos investigar cómo es Dios, sino más bien cómo no es (quomodo non sit)[1].

           Efectivamente, Dios no es como los demás entes. Lo que no significa una negación absoluta, como la del ateo que dice “Dios no existe”, y sí una negación determinada por predicados: “Dios no es compuesto, ni limitado, ni espacio-temporal”. Este proceso cognoscitivo nos permite avanzar en el conocimiento de Dios como diverso de los entes mundanos, superando gradualmente la indeterminación inicial, pero de modo que el proceso jamás llega a clausurarse con una definición por diferencia específica. A lo más que se llega es a un juicio indefinido de Dios. De Dios tenemos juicio, pero un juicio que no alcanza nunca a ser definición.

           La negación está ya contenida en el mismo término al que se llega por la vía de la causalidad: Dios es “motor no movido”, “causa sin causa”, “ente no contingente”... Pero toda negación se funda en una afirmación: no se puede negar sino algo que se afirma y se le niega, como lo limitado de lo que no es limitado, o lo contingente de lo que no es contingente. Luego negar algo acerca de Dios (finitud, contingencia...) es afirmar algo acerca de él.

           Por otro lado, al excluir de Dios toda participación, negamos que tenga composición, y al negar que tenga composición afirmamos su simplicidad. Y negando que sea un todo compuesto, lo diferenciamos de todo ente, y superamos el antropomorfismo. Así mismo, al negar que sea parte de un todo, afirmamos su trascendencia, superando el panteísmo[2]. Y excluyendo de Dios toda limitación, y con ella toda espacialidad, temporalidad y multiplicidad, afirmamos su infinitud.

           Una buena parte de los atributos divinos (unidad, santidad, inmensidad, eternidad e inmutabilidad) son expresamente bíblicos. Otros (simplicidad, perfección e infinitud) no lo son, pero tienen su correspondiente bíblico. Así, la simplicidad corresponde a la santidad y espiritualidad bíblicas, y la infinitud a la magnitud o grandeza del Dios revelado. En cualquier caso, tales atributos esconden paradojas inescrutables: Dios, el supremamente trascendente, nos es inmanente; Dios, el inmenso, inhabita en nosotros; Dios, el eterno, se hace presente en el tiempo[3].

a) Simplicidad de Dios

           Es el primer atributo esencial de Dios, e incluye 5 principios casi evidentes, a partir de los cuales (mediante la lógica aristotélica) será posible seguir indagando más cosas acerca del resto de atributos divinos:

            Dios no es un cuerpo físico. En primer lugar porque desde la revelación Dios es espíritu (Jn 4,24), y por tanto no es cuerpo. Y en segundo lugar por la lógica aristotélica. Porque si Dios es el primer motor inmóvil, y ningún cuerpo puede mover si no es a su vez movido por otro, y Dios no es movido por otro, no es cuerpo. Y también porque Dios es “el primer ser”; y si el primer ser ha de estar necesariamente en acto, y todo cuerpo está en potencia, Dios no es cuerpo. Y también porque si Dios es “el ser más perfecto”, y ningún cuerpo es para nada lo más perfecto, pues necesita del alma para mantenerse vivo, Dios no es cuerpo[4].

            Dios no está compuesto de materia y forma. Porque si materia es lo que está en potencia respecto de la forma que recibe, y Dios es “acto puro, sin mezcla alguna de potencialidad”, Dios no es materia. Además, porque en todo compuesto de materia y forma, la esencia difiere del supuesto”, igual que la especie del individuo. Pero en el caso de Dios el principio de individuación no es otro que su misma forma individual[5], y no es posible distinguir el supuesto de su esencia, luego Dios no está compuesto de materia y forma.

            Dios tiene su propia esencia. Porque si la existencia es la actualidad de toda esencia”, y Dios es primera causa no causada, y en él no hay potencialidad alguna, Dios no se compone de esencia y existencia, y en él su esencia es su existencia. Y además porque si el primer ser no se identificase con su existencia, y fuese un ser por participación y no por esencia, ya no sería el primer ser, mientras un primer ser debería seguir existiendo. Luego Dios, ese primer ser, tiene su existencia por esencia[6].

           En Dios no hay accidentes. Porque todo accidente está en un sujeto, y el sujeto es, respecto del accidente, como la potencia respecto del acto. Pero en Dios no puede haber tránsito de la potencia al acto, luego Dios no es sujeto (de accidentes). Por otro lado, si Dios es su mismo ser, y el mismo ser no puede tener nada adjunto, y todo ser sustancial es anterior al ser accidental, en Dios no puede haber nada accidental.

           En Dios no hay ningún tipo de composición. Porque todo compuesto es posterior a sus componentes, así como las partes de un compuesto están en potencia respecto del todo. Mientras que Dios es “primera causa eficiente”, y en él no hay potencia actualizable. Luego en él no hay composición. Además, porque si todo compuesto tiene una causa que unifica las partes del mismo, y Dios es “la primera causa no causada... Dios no es compuesto. Y además, porque si el todo es distinto de cada una de sus partes, y Dios es su misma forma o ser... Dios no puede distinguirse de otro que no sea él mismo[7].

           Y si en Dios no hay composición alguna (ni de materia y forma, ni de naturaleza y supuesto, ni de esencia y existencia, ni de género y diferencia, ni de sujeto y accidente), tampoco entra en composición con otros seres. Así, pasando ya del campo filosófico al teológico, tendríamos que Dios:

-no es el alma del mundo, como decían los estoicos,
-
no es el principio de todas las cosas, como decían los almarianos.

           Y en ese sentido, cualquier concepto que vinculara a Dios con el mundo, de una manera necesaria, sería panteísta. Porque, volviendo al campo filosófico:

-Dios es causa eficiente de todo lo creado, y la causa eficiente sólo se identifica con la forma del efecto, pero no con la materia del mismo,
-Dios es
primer agente, y ninguna parte de un compuesto puede ser primer agente del compuesto, sino el compuesto,
-Dios no es
parte de ningún compuesto, y si fuese parte del ser del mundo, entonces no sería absoluto sino relativo (al mundo, como su acto de ser[8]).

b) Perfección de Dios

           Es el segundo atributo esencial de Dios, e incluye 2 principios casi evidentes:

           Dios es perfecto. En primer lugar porque así lo dice la revelación (Mt 5,48), y Dios quiere igualmente nuestra perfección. Y en segundo lugar por la lógica aristotélica. Porque una cosa es perfecta en la medida en que está en acto y “nada le falta”, así como lo acabado es perfecto cuando ya no es potencia de otra cosa. Luego si Dios es la causa primera”, y el acto puro sin potencia alguna, Dios tiene la máxima perfección[9].

           2º Dios contiene toda perfección de modo eminente. Porque las cosas son perfectas en la medida en que tienen algún modo de ser, y cuanto hay de perfección en el efecto tiene que estar en la causa. Luego si Dios es la primera causa de las cosas”, y contiene en sí las perfecciones de todas las cosas, en Dios preexisten las perfecciones de todos los seres. Por otro lado, si ningún modo de ser puede faltar al que es el mismo ser subsistente”, y Dios ha de tener en sí toda la perfección del ser... las perfecciones de todos los seres preexisten en Dios de modo eminente[10].

c) Bondad de Dios

           Bueno es lo apetecible, nos dice Aristóteles y Aquino, y cada ser apetece su perfección”, así como las cosas son apetecibles en cuanto que tienen la perfección del ser. Luego si Dios es el primer ser y la causa de todos los seres, ha de ser necesariamente lo supremamente apetecible, y Dios es bueno. Y si en Dios está el bien como en la causa primera, y sigue habiendo bien en muchos efectos posteriores... habrá de estar el bien en Dios de modo excelentísimo. Por eso lo llamamos sumo Bien[11].

           Por otro lado, Dios es bueno por esencia. Porque los seres son buenos en la medida en que son perfectos, y lo son por su propio ser y por los accidentes recibidos para operar con perfección”, y así “alcanzar su fin”. Luego si en Dios se identifica la esencia y la existencia, y en él no hay accidentes o cualidades sobrevenidas, ni subordinación a un fin distinto de sí, Dios, a diferencia de los demás seres, es bueno por esencia[12].

           La bondad de las criaturas sería, pues, algo sobrevenido, como una perfección ulterior de la bondad divina, la cual sería su principio ejemplar, eficiente y final.

d) Infinidad de Dios

           Llamamos infinito a lo que no es finito y no tiene límites. Por otro lado, todo lo que está compuesto de materia y forma es limitado, puesto que la forma limita en algún modo la materia, a la que da su perfección. Pero Dios no tiene materia y es subsistente por sí. Luego es infinito.

           Por otra parte, las cosas finitas son las subsistentes por otro, mientras que lo infinito no puede proceder de principio alguno. Luego si Dios es la causa primera eficiente” de todas las cosas, y no puede haber propiamente cuerpos infinitos, Dios es el único ser infinito[13].

           En cuanto a las criaturas, toda magnitud tiene cantidad o forma y, por tanto, límites. Pero Dios es el único ser que no puede proceder de principio alguno”. Luego todas las cosas proceden de Dios, a forma de límite o principio.

e) Omnipresencia de Dios

           Todo agente está en lo que hace”, ya sea como parte de su esencia o como accidente. Mientras que el ser es lo más íntimo de las cosas, y Dios es la causa primera que causa el efecto del ser en las cosas. Luego si toda causa provoca su efecto, y todo agente debe estar en lo que hace... Dios está presente en el ser e intimidad de todas las cosas[14].

           Pasando al terreno teológico, esto genera un problema. Pues si Dios es el causante de las cosas, y está presente en todas ellas, ¿dónde queda su trascendencia? A esto habría que responder que Dios está en todas partes, e incluso en cada parte de los lugares en que está. Pero no ocupando esos lugares como lo haría cualquier otro ser corpóreo (en cantidad dimensiva), sino a la manera incorpórea de lo que él es (igual que el alma está en el cuerpo). Dios estaría presente en todas las cosas, pues:

-por esencia, en cuanto causa de su ser,
-por presencia
, porque todo está patente a sus ojos,
-por potencia, bajo el influjo de su poder (o de su gracia, familiarmente).

           Dios está especialmente presente en la criatura racional[15], que le conoce y ama actual o habitualmente. Y en los santos por gracia o por unión. Sólo a Dios corresponde estar primariamente, y de por sí, en todas partes. Lo universal (metafísico) y la materia prima (física) también lo están (en lo invisible y lo visible), pero no con el mismo ser. El universo, aun estando en todas partes, no lo está por entero en cada una de ellas, y mucho menos de por sí o como entidad generante, porque de haber otros lugares, no estaría en ellos.

f) Inmutabilidad de Dios

           Dice la Escritura que Dios no se muda (Ma 3,6). Pero demostremos eso desde la lógica aristotélica. Pues ésta dice que Dios es el ser primero, y necesariamente tiene que ser “acto puro, sin potencialidad alguna. Pero si todo lo sujeto a cualquier clase de cambio está de algún modo en potencia, y Dios no tiene potencialidad alguna”, Dios no está sujeto a cualquier clase de cambio, y de por sí es inmutable[16].

           En todo lo que se mueve o cambia hay algo que permanece y algo que pasa, hay composición. Pero ya vimos que Dios es absolutamente simple, luego en él no hay composición, y tampoco cambio[17].

           Todo lo que se mueve adquiere algo con su movimiento, y llega a tener lo que antes no tenía. Pero ya vimos que Dios es infinito y encierra en sí toda perfección, luego no puede adquirir cosa alguna que no tenga, ni extenderse a cosas que antes no alcanzaba; esto es, carece de movimiento[18].

           En el campo teológico, nos encontramos con el problema del movimiento de Dios, porque la Escritura aplica a Dios las expresiones de alejarse y acercarse, ir y venir, e incluso bajar y subir a nosotros.

           La inmutabilidad es propiedad de Dios, como hemos visto por lógica pura y a través de la evidencia. E incluso que sólo Dios es inmutable de forma absoluta. Y que en él no cabe potencialidad, composición o adquisición de nuevas perfecciones[19]. Pero las criaturas sí son mudables, en cuanto a su ser sustancial (humano) o local (astronómico). Y el hombre, que es el más mudable de todos, es el que escribió la Escritura, atribuyendo simbólicamente a Dios términos a su forma de entender, a forma de narrar la historia de la salvación.

g) Eternidad de Dios

           El tiempo es el número del movimiento, que le hace tener el antes y el después y que mide “lo que tiene principio y fin”, a forma de flujo de instantes” o sucesión. Pero hemos visto que Dios tiene su ser así mismo y a la vez, permaneciendo siempre igual. Y que en Dios no hay movimiento ni sucesión. Luego en Dios no hay tiempo, pues donde no hay movimiento, tampoco hay tiempo.

           Por otro lado, si en Dios no hay movimiento, y sin movimiento no hay el antes y el después”, Dios es atemporal. Y como en lo atemporal no hay principio ni fin, Dios es eterno.

           A nivel teológico, decía Boecio que la eternidad es la posesión total, simultánea y perfecta de una vida interminable, caracterizando a la vida como duración, y desde la perspectiva de que la existencia es realmente duradera. Luego en la eternidad, el ahora indivisible duraría siempre, y la duración de una vida en el ser excluiría su no ser. La eternidad vendría a ser un solo ahora constante, a diferencia de los muchos ahora fluyentes del tiempo. La duración sería, pues, un trascendental del ser.

           Obviamente, únicamente en Dios hay eternidad en sentido propio y riguroso, porque la eternidad sigue a la inmutabilidad y sólo Dios es absolutamente inmutable[20]. Por lo que la eternidad de las criaturas sólo podría ser una participación en la eternidad de Dios.

           Pero lo que caracteriza a la eternidad es su ser toda a la vez, esto es, la simultaneidad. Una es, por tanto, la duración de la eternidad (simultánea), otra la del evo (discontinua, pero sucesiva) y otra la del tiempo (continua y sucesiva).

h) Unidad de Dios

           El ser simple es indiviso e indivisible, mientras que el ser compuesto es indiviso pero divisible y “uno no significa otra cosa que el ser indiviso”. Además, ser uno no añade nada a su ser”, salvo el no ser dos y oponerse a la multitud. Luego lo uno es indiviso y acabado, y no puede haber otro como él. Pero hemos visto que Dios es su propia esencia y nada más, de forma infinita y perfecta. Luego Dios es uno.

           Por otro lado, si Dios es uno, y ser uno es no ser dos, no pueden haber dos dioses. Y si Dios es uno, y ser uno es lo opuesto a la multitud, la existencia de muchos dioses estaría en enfrentamiento con Dios, y aquellos[21]:

-no serían parte de Dios, pues Dios es simple, y lo simple es indivisible,
-tendrían que ser distintos, pues Dios es simple, y
lo simple es indiviso,
-no serían Dios, pues ellos son distintos,
lo distinto significa estar privado de algo”, y lo privado de algo no puede ser perfecto, mientras que Dios es la “causa primera eficiente”, que contiene en sí “la perfección de todas las cosas”.

           A nivel teológico, tendríamos el problema de un mundo creado por Dios en el que conviven cosas tan diversas y contrapuestas, y de la gran diferencia existente entre el orden y la perfección del mundo de Dios respecto al caos y desigualdades del mundo de los hombres. Pues si Dios es uno, el mundo debería ser uno, a imagen de su creador. A ello habría que responder que la causa de la unidad es lo uno, no lo múltiple, y que esa sería una buena receta para empezar a reconstruir lo múltiple que el hombre ha cosechado: partir de lo que une.

 Act: 12/07/21     @tiempo ordinario         E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A 

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[1] cf. TOMAS DE AQUINO, Suma Teológica, I, q. 3, prol.

[2] cf. TOMAS DE AQUINO, op.cit, I, q. 3.

[3] cf. FERRARA, R; El misterio de Dios: correspondencia y Paradojas, Salamanca 2005, pp. 171-173.

[4] cf. TOMAS DE AQUINO, op.cit, I, q. 3.

[5] cf. Ibid, q. 3. [6] cf. Ibid, q. 3. [7] cf. Ibid, q. 3. [8] cf. Ibid, q. 3. [9] cf. Ibid, q. 4. [10] cf. Ibid, q. 4. [11] cf. Ibid, q. 6. [12] cf. Ibid, q. 6. [13] cf. Ibid, q. 7. [14] cf. Ibid, q. 8. [15] cf. Ibid, q. 8. [16] cf. Ibid, q. 9. [17] cf. Ibid, q. 9. [18] cf. Ibid, q. 9. [19] cf. Ibid, q. 9. [20] cf. Ibid, q. 10. [21] cf. Ibid, q. 11.