Semana XXII Ordinaria
Dios Hijo preexistente
Equipo
de Teología
Mercabá, 2 septiembre 2024
En el AT se advierten indicios de una tendencia (que aumenta en el judaísmo tardío) a identificar en una misma persona las figuras prefigurativas de Dios, del Mesías, Hijo del hombre y Siervo de Yahveh.
Así mismo, también tiende a relacionarse íntimamente entre sí los 3 atributos emanados por Dios en el AT:
-Palabra
de Dios y Espíritu de Dios (Sal 32,6; Gn 1,2-3;
2Sm
23,2);
-Palabra de Dios y Sabiduría de Dios (Prov 8,1-11; Sir
24,3.22-23.32-34);
-Sabiduría
de Dios y Espíritu de Dios (Sab 1,4-6; 7,22.25;
9,17).
También se relacionan entre sí ambas líneas, ascendente (de personas) y descendente (de atributos). Si los hombres salvadores suben hasta Dios es porque los atributos de Dios han bajado a ellos, dándoles autoridad y fuerza sobrehumanas para desempeñar su misión: el espíritu sobre el mesías (Is 61,1; 42,1), la palabra sobre el profeta (Is 61,10) y la sabiduría sobre el rey.
a) Preexistencia del Hijo en el AT
Es manifiesto que todas estas líneas y figuras dispersas del AT se identifican en Jesús. En él culmina la salvación de Dios anunciada e iniciada en el AT. Descubrir esto significó hacerse discípulo de Jesús (Jn 1,41.45), admitir la fe postpascual (Lc 24,26-27.32.44.48).
En el NT Jesús es aclamado por la gente como el “hijo de David” (Mt 12,23-25-28; Mc 10,47.52), y por sí mismo (Mc 14,61-62[1]; Jn 4,25-26.29) como el “Hijo del hombre” (Mt 9,4-7
[2]). Así como es descrito por el resto de escritores como “Siervo de Yahveh” (Mt 8,17[3]; 1Pe 2,22-25), “Sabiduría de Dios” (1Cor 1,24[4]; Lc 11,49), “Palabra de Dios” (Jn 1,1-3.14[5]) y “Espíritu de Dios” (Mt 12,28-32).
En
cuanto al último de esos términos, el NT describe que en Jesús resucitado se realiza la efusión anunciada
por Joel (Jn
20,22-23[6]; Heb 2,16), hasta el punto de ser
llamado Espíritu
(1Cor 15,45; 2Cor
3,17[7]) o de llamarse
“Espíritu de Cristo” al Espíritu
de Dios (Rm 8,9).
b) Preexistencia del Hijo en el NT
Los cristianos afirmamos que Jesús, la persona que nace en tal naturaleza humana, existía antes de su encarnación, y era preexistente, exponiendo los argumentos de:
-la
venida de Cristo
como ser celeste a la tierra;
-la
relación entre ciertas oraciones de
tiempo permanente (del verbo ser) y otras de
tiempo instantáneo (que aluden a la aparición de Cristo como
hombre).
Siendo los textos que contienen al menos tres de esos elementos:
-un
sujeto, Jesús, o sus expresiones equivalentes como yo
y
“el Hijo del
hombre”,
-un verbo, venir,
o sus formas similares “ser
enviado”
y “ser
dado”, con indicación
de tiempo (pasado, presente o futuro) y a veces de lugar (de dónde o a dónde),
-una determinación soteriológica, que indica la finalidad de la venida:
“llamar a la penitencia”
(Mt 9,13; Lc 5,32),
“predicar el
evangelio”
(Mc 1,14)
y “buscar y salvar”
(Lc 19,10).
Jesús se presenta como alguien que salva al mundo viniendo a él. Pero ¿en qué sentido es salvadora su venida? ¿Al modo de los profetas o Juan Bautista? (Lc 3,3; Mt 3,1; 4,17). La Biblia responde: Cristo es “superior en su venida a Juan” (Lc 3,15.16[8]), “el que había de venir” (Mt 11,3; Lc 7,19; Jn 6,14[9]; Jn 11,27) y el que propicia “la llegada del reino de Dios” (Lc 11,20; 19,38; Mt 21,4.5.9).
La venida de Cristo se caracteriza además por la preeexistencia. Para advertirlo, basta ahondar en el cuándo y en el de dónde de algunos textos:
-sinópticos,
que emplean
coordenadas extrahistóricas de tiempo (Mt
3,11) y lugar
(Mt 2,2)
de esa venida,
-joánicos, que insisten en la dimensión trascendente (Jn
1,1) y
extrahistórica (Jn
1,1) de esa venida,
-paulinos, que alude al tiempo prenatal (Gal
4,4) y lugar
extracósmico de esa venida (1Cor
15,23-24).
En cuanto a su tiempo prenatal, Dios envió a su Hijo desde el “lugar en el que habita” (Gal 4,4-5[10]; Rm 8,3[11]) para “formar parte de nuestra humanidad” (Rm 8,3), “naciendo de una mujer” (Gal 4,4).
En
cuanto a su venida
extracósmica
-desde
el cielo,
al comparar la venida del cielo de la Palabra de Dios (Dt
30,12.14) con la bajada de
Cristo (Rm 10,6), en contraposición a Adán
(1Cor 15,47) y al
Bautista (Jn 3,13.31)
por proceder del cielo y no de la tierra;
-a
la tierra,
tanto
en la forma: “como Primogénito” (Heb
1,6), “con un cuerpo”
(Heb
10,5)
y “como luz” (Jn
12,46) como en el fondo: “para juicio” (Jn
9,39), “para dar testimonio de la verdad”
(Jn
18,37)
y “para salvar a los
pecadores”
(1Tim
1,15).
El acusativo de dirección denota movimiento, cambio o paso de una situación a
otra; es la venida natal. Además, la venida de Cristo se designa como venida en
carne para distinguirla de la que no es tal. Se trata, pues, de alguien que,
no estando en carne, viene en carne (= se encarna) y se hace hombre, “naciendo
de la estirpe de David según la carne”
(Rm 1,3; 9,5)
y “haciéndose
carne del Verbo que estaba junto a Dios”
(Jn 1,1.14).
El
uso del participio de presente
(Pablo) o del pretérito imperfecto
(Juan) son tiempos consumados que, aplicados a la concepción humana de Cristo, indican su condición de
preexistente. E -Jn
8,58, al decir el propio Jesús que “antes
que Abraham existiese, existo yo”, c)
Cualidades preexistentes del Hijo
La
persona preexistente de Jesús es increada y creadora, e interviene en la creación
del mundo como mediador. De hecho, “Dios
(Padre) lo creó todo en él, por él y para él”
(Col 1,16). De las partículas que se utilizan para describir la
intervención de Dios en la creación
Otros
textos como Jn 1,3 y Heb 1,2-3 identifican a Cristo con la Sabiduría
preexistente por la que Dios creó todo (Sab 7,26-27; Prov
8,22). Lo
mismo se insinúa en los Sinópticos (Lc 11,49; Mt
23,34). Su origen es desde
toda la eternidad (Prov
8,23) y por su medio Dios hizo los tiempos
(Heb 1,2). El
término hebreo qanah de Prov 8,22[
El
origen de Jesús ha de ser, pues, eterno, pues a Dios nunca pudo
faltarle su
“sabiduría eterna” (su Hijo) ni su
“resplandor
de gloria” (su Hijo), y menos aún la
“impronta
de su ser” (Heb
1,3).
-Jn
1,15, al decir Juan Bautista de Jesús que “éste
viene después de mí, pero existía antes que yo”,
-Jn
6,62, al decir Juan Evangelista de Jesús “¿y
si le viéreis subir a donde él estaba antes?”,
-2Cor
5,21, al decir san Pablo de Jesús que “se
hizo pecado (humano) por nosotros”.
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[1] “¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito? Jesús respondió: Sí, yo soy, y veréis al Hijo del Hombre” (cf. Mc 14,61-62).
[2] “Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados” (cf. Mt 9,4-7).
[3] “Así se cumplió el oráculo del Siervo de Yahveh del profeta Isaías: Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades” (cf. Mt 8,17).
[4] “Para los llamados, lo mismo judíos que griegos, Jesús fue fuerza de Dios y sabiduría de Dios” (cf. 1Cor 1,24).
[5] “La Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros” (cf. Jn 1,1-3.14).
[6] “Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo” (cf. Jn 20,22-23).
[7] “Porque el Señor es el Espíritu” (cf. 2Cor 3,17).
[8] “Respondió a todos Juan: Yo os bautizo con agua; viene el que es más fuerte que yo, ante quien no soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él os bautizará con Espíritu Santo y fuego” (cf. Lc 3,15.16).
[9] “La gente decía: Este es verdaderamente el que ha de venir al mundo” (cf. Jn 6,14).
[10] “Cuando llegó la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, hecho de mujer, nacido bajo la ley” (cf. Gal 4,4-5).
[11] “Dios, habiendo enviado a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado” (cf. Rm 8,3).
[12] “Para nosotros no hay sino un Dios, el Padre, de quien procede todo” (cf. 1Cor 8,6).
[13] “Yahveh me creó como Primicia de su camino” (cf. Prov, 8,22).