17 de Abril

Miércoles III de Pascua

Equipo de Liturgia
Mercabá, 17 abril 2024

c) Meditación

         El evangelista Juan prolonga hoy la réplica que está manteniendo Jesús con los judíos. En concreto, nos lleva al momento en que Jesús les dice:

"Todo el que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera; porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Esta es la voluntad del que me ha enviado: que no se pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él, tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día".

         Jesús hace depender todo el éxito de su misión de una voluntad superior (la voluntad del Padre), y sólo vendrá a él el que su Padre le dé. Pero el que venga a él será bien recibido. La fe de los que crean en él, aceptándole como enviado de Dios, se hace depender del mismo Dios que mueve a dar este paso.

         Para Jesús, sus seguidores son un don de Dios, personas que su Padre le ha dado y él, evidentemente, ha aceptado. No son, por tanto, mera conquista personal, o personas ganadas para la causa en virtud de sus portentosas acciones o de sus irresistibles palabras.

         Muchos han resistido su atracción y se han mantenido en la incredulidad. No les ha bastado con haber sido testigos de sus milagros o atentos oyentes de sus discursos. La fe requiere en último término la moción de Dios, y sin ésta todo lo demás (argumentos, signos de credibilidad, milagros...) resulta inútil.

         Jesús, en cuanto enviado del Padre, se sabe sujeto a su voluntad. No ha bajado del cielo a la tierra para hacer su voluntad, sino la voluntad del que lo ha enviado. Y esa voluntad es que no se pierda nada (resp. nadie) de lo que le dio, sino que pueda compartir con él la resurrección y, por ella, obtenga la vida eterna. Perderse es quedarse en la corrupción del sepulcro, no resucitar ni alcanzar la vida eterna.

         Pero la voluntad de Dios es hacer partícipes de esta vida (la eterna) a todo el que le ha sido dado a Jesús, pudiéndole ver y creer en él con una fe (la visión corporal es lo que menos importa) que posibilita la comunión con él, haciéndonos consortes (esto es, partícipes) de su misma suerte o destino final (que es un destino glorioso y eterno, ese estado de vida al que se accede por la resurrección).

         Nosotros no podemos dudar de que hemos sido dados a Jesús por el Padre, pues son muchas las señales de esta donación. Fuimos bautizados en nuestra niñez, recibimos instrucción catequética, hemos conocido a Jesús, hemos creído en él como enviado e Hijo de Dios, sentimos aprecio por él, nos confesamos sus amigos, escuchamos con atención y devoción las palabras que de él nos transmitieron sus discípulos, lo tenemos presente en nuestro recuerdo y nuestra oración, nos dirigimos a él en sus presencias sacramentales y conversamos con él en el rincón de una iglesia o capilla.

         ¿Cómo no pensar, pues, que le hemos sido dados a Jesús por el Padre, y que él no nos ha echado fuera? Este sentirnos acogidos por él nos tiene que dar confianza, a pesar de nuestras muchas deficiencias e infidelidades, para el futuro y para el momento decisivo, que es el momento de nuestra entrega final. También ahí podremos sentirnos acogidos por el que nos ha acompañado en el camino de la vida y nos espera para hacernos partícipes de su propio destino.

         También nosotros, como él, estamos en la tierra no para hacer nuestra propia voluntad, como si ésta fuera absoluta o autosuficiente, sino la voluntad del que nos ha enviado a la tierra a través de la conjunción de los genes de nuestros padres para realizar una determinada tarea, un proyecto de vida siempre inconcluso.

         Tratándose de una vida limitada, lo que interesa no es la conclusión de ese proyecto (imposible de concluir) sino la realización del proyecto de Dios, que contempla el acceso a una plenitud de vida que rebasa los límites del espacio y del tiempo. Que el Señor nos confirme en esta fe que no es sino fe en el poder creador de Dios.

 Act: 17/04/24     @tiempo de pascua         E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A