26 de Abril

Viernes IV de Pascua

Equipo de Liturgia
Mercabá, 26 abril 2024

c) Meditación

         Las palabras de hoy de Jesús, alusivas a una próxima despedida, provocan desazón e intranquilidad entre sus discípulos. Y por eso él les invita a mantenerse tranquilos y confiados, diciéndoles: No perdáis la calma: creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias, y me voy a prepararos sitio. Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo.

         ¡Qué importante es la fe (resp. confianza) para conservar la calma! ¡Qué importante es sentirse apoyados, protegidos, custodiados, acompañados por alguien que es más poderoso que tú! ¡Qué importante es tener a Dios por aliado para mantener la calma en situaciones de riesgo!

         Basta con creer en Dios como Padre bondadoso para sentirse confiados y seguros, sostenidos por sus manos poderosas y benéficas. Creed también en mí, nos dice Jesús, porque en la casa de mi Padre hay muchas estancias para todos, y si me voy antes que vosotros es para prepararos sitio. Cuando esté preparado, volveré y os llevaré conmigo.

         Hacer el tránsito hacia la casa del Padre (el tránsito de la muerte) con Jesús, que vuelve para llevarnos con él, es hacerlo en muy buena compañía, es no morir solos. Y eso tiene que notarse.

         No es lo mismo morir solos (y siempre moriremos solos, por muchos que sean los familiares y amigos que nos acompañen en ese trance) que morir en la compañía del que nos toma de la mano y nos conduce hacia esa casa de acogida que él mismo nos ha preparado, la casa del Padre. La sensación que provoca la soledad, especialmente en ciertos momentos, es fría y gélida, mientras la sensación del acompañamiento amigable o amoroso es cálida como la mano tendida del amigo.

         Pero hay más, pues Jesús añade: Y a donde yo voy, ya sabéis el camino. Al parecer, los apóstoles no sabían a dónde se iba, aunque algo presagiaban y eso les provocaba desasosiego y ansiedad. Y no teniendo claro cuál era el destino o meta de ese trayecto, ¿cómo iban a conocer el camino? Jesús les responde: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Y nadie va al Padre, sino por mí.

         La verdad y la vida están ya en el camino, aunque no se encuentren del todo hasta el final. Sobre todo si el camino es verdadero (se ha recorrido en la verdad) y va acumulando las experiencias de la vida. La verdad y la vida, que en su plenitud sólo se encuentran al final del camino, están ya presenten, en modo no pleno, mientras se recorre el camino en dirección a su término.

         El término del camino, tanto para Jesús como para nosotros, es el Padre, y cuanto él representa como casa de acogida. Y no alcanzar este término es quedarse a medio camino. Hemos sido creados por Dios y para Dios, origen y meta, principio y fin. Iniciar en Dios nuestro recorrido existencial, y no acabar en él, haría de nuestra vida un proyecto abortado, una obra interrumpida, una carrera inacabada, un fracaso.

         Pero nadie puede alcanzar este término sin seguir el camino que el mismo Dios ha proporcionado: Jesucristo. Nadie llega al Padre sino por él, y ese por connota muchas cosas y matices, sobre todo "camino a seguir".

         Jesús es camino hacia el Padre con su misma presencia en el mundo, con su propia biografía y con sus palabras y obras encaminadas a vivir con un determinado estilo, que permite configurar una personalidad capaz de convivir en esa comunidad mesiánica que es el Reino de los Cielos.

         Jesús es camino porque enseña (magisterial) cuando habla, cuando vive y cuando muere. Es camino porque indica dónde está la meta o término al que dirigirse; es camino que traza él mismo con su propia vida de abajamiento o auto-despojamiento. Jesús es un camino diseñado, trazado, señalizado, explicado, recorrido y concluido por él mismo.

         Pretender alcanzar nuestra meta por un camino distinto puede resultar errático o tortuoso. Y es que los hombres, envanecidos por nuestro orgullo, tendemos a descartar (o menospreciar) los caminos propuestos por otros, simplemente por el hecho de que son de otros y no nuestros. A nuestra vanidad le resulta mucho más satisfactorio crear o inventar su propio camino, y no servirnos del camino trazado por otros.

         Pero actuando así podemos estar rechazando el verdadero camino de la vida, el camino que nos proporciona el mismo Dios para llegar a él. Jesús dice de sí mismo ser ese camino. Creer en él es ya disponerse a servirse de él (como camino) para alcanzar la verdad y la vida, y con ellas la plena satisfacción de nuestros deseos más inefables.

 Act: 26/04/24     @tiempo de pascua         E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A