10 de Septiembre

Martes XXIII Ordinario

Equipo de Liturgia
Mercabá, 10 septiembre 2024

c) Meditación

         El evangelista Lucas, en el pasaje evangélico de hoy, nos habla de la constitución de los Doce por parte de Jesús, en un acto constituyente que dará rango de institución al grupo constituido.

         Se trata de un acto que tiene carácter fundacional, y que dotará de estructura jerárquica al movimiento de los seguidores de Jesús. Un acto que aspira a instalar en la historia, más allá de sus concreciones personales y temporales, el núcleo de una Iglesia que tendrá como tarea prolongar la misión de Jesús, haciéndolo sacramentalmente presente en el mundo.

         Pero la elección de estos 12 apóstoles, o grupo de los Doce, estuvo precedida por una noche de oración. Así nos lo hace saber el evangelista, poniendo en relación ambas acciones: la de la oración y la de la elección. Es como si quisiera indicarnos que Jesús no tomaba ninguna decisión importante sin antes consultarla con su Padre. Al fin y al cabo, él había venido para hacer la voluntad del Padre, y la concreción de esta voluntad había que discernirla en cada momento.

         La narración da a conocer los nombres y sobrenombres de los integrantes del grupo, así como la condición de los miembros conformantes de este grupo o Colegio Apostólico, como se ha dado en llamar. Ellos, con sus nombres y sobrenombres, dieron forma concreta a esta congregación (los Doce), que tantas resonancias tiene ya en su larga tradición.

         Si 12 eran las tribus que habían conformado el pueblo de Israel, 12 serán también los miembros que conformen el nuevo pueblo de Israel, el salido de la nueva Alianza de Dios con los hombres.

         Entre esos Doce encontramos afinidades y divergencias. Algunos, como Andrés y Pedro, o Santiago y Juan, están unidos por lazos de sangre. También les une el oficio (eran pescadores) y el lugar de nacimiento (si no la localidad, sí la región). A otros, en cambio, les separa el oficio (Mateo era publicano) y quizás la ideología o las tendencias políticas.

         Algunos, como Simón el Celotes y Judas Iscariote, parecían sacados de grupos nacionalistas e incluso revolucionarios. Y uno de ellos, el Judas citado, se revelará finalmente como el traidor a la causa iniciada, y el promotor de la dispersión de los seguidores del Maestro de Nazaret.

         Pero ni la familiaridad de unos, ni la diversidad ideológica o actitudinal de los otros, serán óbice para el sostenimiento y mantenimiento de la institución. Es decir, para que esta sociedad así constituida cumpla su función en la historia, que no es otra que mantener viva de generación en generación la memoria de su fundador. De esta manera, el Colegio Apostólico se prolongará en el Colegio Episcopal, dando continuidad a la misión que Cristo había traído a este mundo.

         El acto fundacional se inicia con una llamada de Jesús, que mira en 1º término al acompañamiento y en 2º lugar al envío y a la misión. Así nos lo hace saber el texto evangélico: Mientras subía a la montaña, Jesús fue llamando a los que él quiso, y se fueron con él.

         Quien llama, sin previa consulta y a los que quiere, es Jesús. Pero los que se van con él, una vez llamados, son ellos, que lo hacen porque quieren. Confluyen, por tanto, dos voluntades: la del que llama (y tiene la iniciativa) y la del llamado que, tras percibir la llamada, decide irse con él para formar parte de su compañía.

         A estos 12 los hizo Jesús sus compañeros, con la intención de enviarlos a predicar y expulsar los demonios. Es decir, con unas tareas que parecen íntimamente unidas, pues el anuncio y la implantación del Reino lleva asociada la acción de expulsar demonios. Al menos, estuvieron íntimamente unidas en la actividad mesiánica de Jesús.

         Éste les llama para incorporarlos a su compañía, como compañeros de aventuras y desventuras. Pero no era éste el fin último de la llamada (que permanezcan a su lado sin más), sino que les llama para que, estando en su compañía, puedan ser capacitados para la misión, predicando el evangelio y haciendo frente al espíritu del mal.

         Ésta es la tarea para la que son capacitados no solamente ellos, sino también todos aquellos que han sido llamados a prolongar su misión en la historia o a colaborar en esta misión. Si tomamos conciencia de nuestra condición de bautizados, podremos sentir la urgencia de esta llamada que nos lanza al mundo con esta misión encomendada a los Doce y a sus sucesores.

 Act: 10/09/24     @tiempo ordinario         E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A