12 de Noviembre

Martes XXXII Ordinario

Equipo de Liturgia
Mercabá, 12 noviembre 2024

c) Meditación

         Recurriendo a un comportamiento propio de la vida social de su época, Jesús nos invita hoy a mantener una actitud de humildad en el cumplimiento del deber, como respuesta adecuada a lo que Dios quiere de nosotros. La invitación dice así:

"Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor. Cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: "Enseguida, ven y ponte a la mesa"? ¿No le diréis: "Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo; y después comerás y beberás tú"?.

         Jesús parte de un supuesto: el de un criado que trabaja para nosotros en las tareas agrícolas o ganaderas, y que por lo visto también desempeña tareas del servicio doméstico. Su jornada laboral se prolonga, pues, hasta completar estos servicios, de forma similar al servicio doméstico de nuestros días.

         No se concibe, por tanto, que a la vuelta del campo, el amo le diga: Ponte a la mesa, que voy a ponerte de cenar. En 1º lugar porque el criado no había terminado su jornada laboral, y en 2º lugar porque no estaba bien que un amo sirviera al criado, y el criado fuese servido por el amo. Así estaba socialmente establecido, y por eso lo usual es que se le diga: Prepárame de cenar, y luego comerás tú.

         En estos términos de trabajo y sueldo, pregunta Jesús, ¿tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado, y ha cumplido su obligación?

         La respuesta a esta pregunta, aunque parezca adolecer de humanidad, es no, porque en el contrato ya va incluido el sueldo a recibir por las tareas realizadas. De ahí la conclusión de Jesús: Lo mismo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: "Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer".

         Aquí hay, sin duda, una invitación a la humildad, y a no vanagloriarnos de ninguna obra nuestra en presencia de Dios. Ante él no cabe la prepotencia ni la reivindicación salarial, sino tan sólo reconocer lo que somos (unos pobres siervos), cumplir las obligaciones y limitarnos a decir: Hemos hecho lo que teníamos que hacer. Ésa tendría que ser nuestra actitud. 

         Esto no significa que para Dios seamos unos malos siervos, o que no merezcamos su gratitud. De hecho, él ha querido tratarnos no como siervos sino como hijos, y el propio Jesús nos ha elevado al rango de amigos, compartiendo con nosotros su intimidad.

         Pero esto no quita que nosotros tengamos que hacer nuestra tarea (todo lo mandado), en actitud servil y dócil hacia nuestro amo Dios (como pobres siervos), pues ambas cosas son compatibles: la conciencia de hijo y la actitud de siervo (el cual no recibe de su señor más que lo que éste considere oportuno).

         Estas dos conciencias confluyeron ya en la Virgen María (la de hija y la de esclava del Señor), y la una no le quitó el puesto a la otra. Que el Señor nos mantenga hijos con conciencia de siervos. Es decir, con conciencia de indignidad y de elevación por pura gracia.

 Act: 12/11/24     @tiempo ordinario         E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A