30 de Octubre

Jueves XXX Ordinario

Equipo de Liturgia
Mercabá, 30 octubre 2025

Meditación

         En cierta ocasión, nos dice hoy el evangelista Lucas, se acercaron a Jesús unos fariseos y le dijeron: Márchate de aquí, porque Herodes quiere matarte. Pero ¿acaso aquellos fariseos tenían interés por evitarle la muerte, y por eso le avisan? ¿O era más bien que deseaban su marcha para evitarse las molestias que les generaba su presencia?

         Los fariseos no eran amigos de Herodes, pero tampoco lo eran de Jesús. En cualquier caso, parecen prevenirle de las malas intenciones de Herodes, a quien la actividad de Jesús le traía a la memoria los infaustos recuerdos de ese otro profeta (Juan el Bautista) a quien había mandado decapitar.

         En su respuesta, Jesús da a entender a los fariseos que no pongan a Herodes de excusa, pues en realidad ellos mismos están haciendo de emisarios suyos. Por eso, les dice:

"Id a decirle a ese zorro: "Hoy y mañana seguiré curando y echando demonios; pasado mañana llego a mi término. Pero hoy y mañana, y pasado tengo que caminar, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén". ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus pollitos bajo las alas! Pero no habéis querido, y por eso vuestra casa quedará vacía".

         La respuesta de Jesús es contundente, y viene a decir que él está dispuesto a mantenerse firme en su determinación de llegar hasta el final, aunque por ello tenga que morir a mano de los poderosos.

         Y no sólo eso, sino que también les pide comunicar a ese zorro (Herodes) que él seguirá haciendo lo que ha hecho hasta el momento (curar y echar demonios), y que lo seguirá haciendo hasta que llegue a su término, que no es el término fijado por Herodes (el que lo busca para matarlo) ni por los fariseos, sino su propio término (el fijado por su Padre). Además, como no cabe que ningún profeta muera fuera de Jerusalén, él seguirá caminando y misionando hasta alcanzar la meta.

         Las palabras de Jesús revelan que él era plenamente consciente de lo que le esperaba, y por eso decide seguir encaminándose hacia Jerusalén, la ciudad que mata a los profetas, puesto que también él es un profeta.

         A pesar de matar a los profetas de Dios, Jerusalén no es digna del desprecio de Jesús. Al contrario, merece su consideración, aunque por ello le espere la ruina. De hecho, muchas veces ha querido Jesucristo reunir a sus hijos (de Jerusalén), como la gallina reúne a sus polluelos, en una sola congregación (= Iglesia), pero Jerusalén no se ha dejado.

         Se trata de expresiones que rezuman tristeza y que dejan una sensación de fracaso. Jesús ha querido, pero no ha podido, y es que no todo depende del querer de Dios, sino también del querer de las personas.

         Más adelante, será el Espíritu Santo el que vaya realizando esta labor de congregar a los hijos dispersos en una sola Iglesia, completando así la tarea iniciada por Jesús. Entre tanto, concluye Jesús, esa casa que representa Jerusalén (la casa de Israel) se quedará vacía, en una premonición cuyo alcance desconocemos.

         El rechazo de Jesús, el enviado de Dios a la casa de Israel, tendrá sus consecuencias. Y una de ellas es que dicha casa quedará desierta y abandonada a su suerte, bajo las malas hierbas, el detritus de las aves y la erosión del tiempo. Y añade hasta cuándo: Hasta el día que exclaméis "bendito el que viene en nombre del Señor".

         Jesús anticipa que ese día sí será recibido con aclamaciones y vítores a las puertas de Jerusalén, como el bendito del Señor. Jesús sabe que al entrar en Jerusalén iba a consumar su misión y a encontrar la muerte. Pero esta conciencia no le impide seguir adelante en sus propósitos, sino que le hace más decidido. Su encomiable firmeza contrasta con nuestras vacilaciones y volubilidad.

 Act: 30/10/25     @tiempo ordinario         E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A