26 de Marzo
Miércoles III de Cuaresma
San Cirilo de Alejandría
Sobre la Adoración, III, 68
Oficio, II
La ciudad santa es la Iglesia, cuyos habitantes (a mi modo de ver) son los que van camino de la perfecta santidad, alimentados por el pan vivo. Es lo que recuerda el bendito David, cuando se acuerda de esta augusta y admirable ciudad al decir: "¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios!".
Cristo, que es la vida y el dador de vida, estableció su morada en nosotros, y alejó de los consagrados al exterminador. Una vez instituida aquella sagrada mesa, significada por la hora de aquella cena, a este exterminador ya no le está permitido vencer. Nos libertó Cristo, prefigurado en la persona de David.
Al ver que los habitantes del país eran presa de la muerte, Cristo se erigió en abogado defensor de nuestra causa, sometiéndose espontáneamente a la muerte y parando los pies al exterminador, afirmando que la culpa era suya. Y no porque él personalmente hubiera cometido pecado alguno, sino porque había de cumplir la Escritura, que dice: "Él fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores, haciéndose por nosotros un maldito".
Por inspiración divina, David erigió un altar en el mismo sitio en que había visto detenerse el ángel exterminador, y ofreció holocaustos y sacrificios de comunión. Por la "era del jebuseo" has de entender la Iglesia, pues cuando a ella Cristo llegó, allí se detuvo, y la muerte quedó destruida, y el exterminador retiró aquella mano que antes lo arrasaba todo con la violencia de su furor. La Iglesia es la casa de aquella vida que es vida por su misma naturaleza (es decir, de Cristo).
Decimos que la "era de Arauná" es la Iglesia por cierta similitud figurativa. En ella, cual gavillas de trigo, se recogen aquellos que, en el campo de las preocupaciones seculares, son segados por los santos segadores (es decir, por la predicación de los apóstoles y evangelistas) para ser almacenados en la era celestial y depositados, como trigo ya limpio, en los graneros del Señor (esto es, en aquella celestial Jerusalén). También serán allí depuestas las inútiles y superfluas acciones y sensaciones del alma que puedan ser parangonadas con la paja.
Cristo dijo a los apóstoles: "¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo: Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega. El segador ya está recibiendo el salario, y almacenando fruto para la vida eterna". Y de nuevo: "La mies es abundante y los obreros pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies".
Pienso yo que apellidó Jesús mies espiritual a la muchedumbre de los que habían de creer, y que llamó obreros a los que en la mente y en la boca tienen aquella palabra "viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetrante hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos".
Esta era espiritual (es decir, la Iglesia) fue comprada por Cristo por 30 monedas de plata, lo cual supone un precio considerable. Él mismo se dio por ella, y en ella erigió un altar. Siendo al mismo tiempo sacerdote y víctima, se ofreció a sí mismo, a semejanza y en figura de los bueyes de la trilla, convirtiéndose en holocausto y sacrificio de comunión.
Act:
26/03/25
@tiempo
de cuaresma
E D I T O R I
A L
M
E
R C A B A
M U R C I A
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