2 de Diciembre
Martes I de Adviento
San Cirilo de Alejandría
Comentario de Isaías, I, 2
Oficio, II
"Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor, en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas. Hacia él confluirán los gentiles". Esta profecía ha tenido cumplimiento en beneficio de los mortales en esta etapa final (esto es, en las postrimerías de este mundo, en que se manifestó el Verbo unigénito de Dios hecho carne, nacido de mujer), cuando él presentó la mística Judea o Jerusalén (es decir, la Iglesia) como una virgen casta, sin mancha ni arruga, santa e inmaculada.
"Hacia él confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos y dirán: Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob, pues él nos instruirá en sus caminos y marcharemos pos sus sendas". No creo que sea necesario acudir a largas explicaciones para demostrar que todos los pueblos fueron constreñidos e integrados en la Iglesia por la fe. De hecho, los mismos acontecimientos están ahí, patentes y verídicos, para atestiguarlo.
Respecto de esto último, la multitud de las naciones no recibió el llamamiento a través de la pedagogía de la ley, ni por medio de los santos profetas, sino que fue congregada por una gracia divina y misteriosa, que iluminaba las inteligencias y les infundía, por medio de Cristo, el deseo de la salvación.
Primero suben, después cuidan que se les anuncie la palabra de Dios, y finalmente prometen marchar por los caminos del Señor (es decir, por las sendas del evangelio), a los cuales se entra por la purificación que viene de la fe. En esto, se sobrentiende que, los que desean ser instruidos en los caminos del Señor, comienzan abjurando de su inveterado error de profanidad. De lo contrario, no tendría sentido la apetencia de cosas mejores, si no ha precedido la abdicación del pasado.
¿Quién fue el mistagogo de estos pueblos? ¿Quién los condujo al conocimiento de la verdad, y los llevó a calificar de ridículas sus anteriores creencias, y los lanzó a abrazarse a la fe nueva? ¿No fue Dios? Sí, fue él quien iluminó sus inteligencias y corazones, y los movió a decir y a sentir al unísono: "De Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Señor".
Así pues, el profeta predijo el tiempo de la vocación y conversión de los gentiles, al decir: "Cuando Dios, rey y señor del universo, juzgue a las gentes". Es decir, cuando ejerza su derecho a juzgar y hacer justicia sobre todos los pueblos. Prevaleció la injusticia entre los pueblos que mutuamente se destruían y se entregaban a todo género de crueldad y disolución, mas una vez suprimido este estado de cosas, Dios instauró el reinado de la justicia y la rectitud.
Cuando Cristo reinó sobre las naciones, desaparecieron de en medio suyo las disensiones, las contiendas, las refriegas y toda clase de apetencias. Desaparecieron las consecuencias negativas de la guerra, y el miedo a que las guerras dan origen. Todo esto lo consiguió la voluntad de Aquel que dijo: "La paz os dejo, mi paz os doy".
Act:
02/12/25
@tiempo
de adviento
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R C A B A
M U R C I A
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