16 de Noviembre
Domingo XXXIII Ordinario
San Agustín de Hipona
Homilías, XLVI, 13
Oficio, II
"No fortalecéis a las ovejas débiles", dice el Señor. Se lo dice a los malos pastores, a los pastores falsos, a los pastores que buscan su interés y no el de Jesucristo, que se aprovechan de la leche y de la lana de las ovejas, que no se preocupan de ellas ni piensan en fortalecer su mala salud. En efecto, hay diferencia entre estar débil (o sea, no firme) y estar propiamente enfermo (o sea, con mala salud).
Hermanos, es muy de temer que, al que se encuentra débil, le sobrevenga una tentación y se desmorone. Por su parte, el que está enfermo es ya esclavo de algún deseo, que le está impidiendo entrar por el camino de Dios y someterse al yugo de Cristo.
Pensad en esos hombres que quieren vivir bien, que han determinado ya vivir bien, pero que no se hallan tan dispuestos a sufrir males, como sí lo están para obrar el bien. En este caso, la buena salud del pastor le debe llevar no sólo a realizar el bien, sino también a soportar el mal.
Aquellos que aparentan fervor en las buenas obras, pero no están dispuestos a sufrir los males que se les echan encima, son en realidad débiles. Aquellos que aman el mundo, y que por algún mal deseo se alejan de las buenas obras, están en realidad enfermos, y a causa de esa enfermedad y del virus que llevan incoado, son incapaces de ninguna obra buena. En tal disposición interior se encontraba aquel paralítico al que, como sus portadores no podían introducirle ante el Señor, hicieron un agujero en el techo, y por allí lo descolgaron.
Hermanos, para curar vuestra enfermedad espiritual tenéis que abrir un boquete en el techo, si lo que queréis es llegar a la presencia del Señor y poner en sus manos vuestra alma paralítica. ¿Por qué? Porque está privada de la movilidad de sus miembros, está agravada por sus pecados y está languideciendo a causa del morbo de su concupiscencia. Si lo que quieres es curar tu parálisis, y llegar hasta el médico, has de abrir un boquete en tu vida, y por él saltar hacia la presencia del Señor.
En cuanto a los que no hacen nada de esto, o descuidan hacerlo, ya habéis oído las palabras que les dirige el Señor: "No vendáis sus heridas". Se hallaba herida por el miedo a la prueba, pero había algo para vendar aquella herida: el consuelo. Como recuerda la Escritura, "fiel es Dios, y no permitirá él que la prueba supere tus fuerzas". Para que sea posible resistir, él con la prueba da también el condimento".
Act:
16/11/25
@tiempo
ordinario
E D I T O R I
A L
M
E
R C A B A
M U R C I A
![]()