30 de Octubre
Jueves XXX Ordinario
San Hilario de Poitiers
Comentario del Salmo 15, III
Oficio, II
"El Señor es el lote de mi heredad". Y ¿cuál es la heredad del Señor, sino aquella de que está escrito: "Pídemelo, y te daré en herencia las naciones?". Los pecadores de las naciones creen en aquel que es capaz de absolver al culpable. Y si la gloria de los paganos no procede de los hombres, sino de Dios, también Cristo es rey de estos judíos. En efecto, ser judío no está en lo exterior, ni la circuncisión es tampoco la exterior del cuerpo.
Entonces, ¿qué? ¿Es que no fueron muchos los que creyeron procedentes de aquella circuncisión? No cabe duda de que fueron muchos los que creyeron, pero una vez que, colocados en pie de igualdad con los paganos, reconocieron su condición de pecadores. De esta forma merecieron la misericordia, como nos enseña Pablo escribiendo a los gálatas: "Si tú, siendo judío, vives a lo gentil, ¿cómo fuerzas a los gentiles a las prácticas judías?".
Nosotros, judíos por naturaleza y no pecadores procedentes de la gentilidad, sabemos que ningún hombre se justifica por cumplir la ley. Por tanto, deseando ser ganados por Cristo, tomamos conciencia de nuestro ser de pecadores, puesto que Cristo vino a llamar a los pecadores, y no a los justificados.
Por esta razón fue por la que muchos judíos procedentes de la circuncisión (hecha por mano de hombres) creyeron, después de haberse rebajado al nivel de la gentilidad pecadora, para ser todos la herencia de Cristo. No se convirtieron los que pensaban ser justificados en atención a sus propias obras, sino los que creyeron ser justificados por la gratuita gracia de Dios.
Para los que Dios ha salvado por su gracia, realmente "el Señor es el lote de su heredad". El Hijo conservó este obsequio, que adquirió al precio de su sangre, y se lo devolvió a Dios, reconociendo que "el Señor es el lote de su copa" (esto es, de su pasión).
Si es verdad que los gentiles fueron redimidos por la pasión del Señor, no debemos olvidar que esa pasión de Cristo es obra de la voluntad del Padre, como lo atestigua el evangelio que dice: "Padre, pase de mí este cáliz. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres". Por consiguiente, la redención de los paganos no radica tan sólo en la voluntad del Hijo, sino también en la voluntad del Padre.
Esta es la razón por la que, por la gracia de Dios, fueron redimidos los gentiles. El Hijo no se la adjudica a sí mismo, sino al Padre. Por eso afirma que "el Señor es el lote de mi heredad y mi copa".
Hemos de aceptar en este mundo, pues, la plebeyez, la infamia, la debilidad, la estulticia y otras cosas por el estilo, para llegar a la nobleza, a la gloria, a la fuerza y a la sabiduría. Estas cualidades las recibiremos cuando lleguemos allí donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Sembramos en miseria, pero resucitemos en gloria; sembramos en mortalidad, pero resucitemos en inmortalidad.
Por ello, también nosotros, y con mucho gusto, "hemos de presumir de nuestras debilidades, para que así resida en nosotros la fuerza de Dios". De momento, que el Padre esté a nuestra derecha, para que no vacilemos. Más tarde vendrá a trasladarnos a su derecha, a las riquezas de nuestro Señor Jesucristo.
Act:
30/10/25
@tiempo
ordinario
E D I T O R I
A L
M
E
R C A B A
M U R C I A
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