22 de Mayo

Miércoles VII Ordinario

Equipo de Liturgia
Mercabá, 22 mayo 2024

a) Sant 4, 13-17

         El pasaje de hoy de Santiago está dividido en 2 partes, y en ambos se dirige a los orgullosos y a los ricos. Y lo que se dice al engreído de sí mismo puede valer un poco para todos. En realidad nada dice de nuevo, nada que no sepa todo el mundo, pero es algo que estamos siempre tentados a ignorar: "No sabéis qué será de vosotros mañana. Vuestra vida, ¿qué es? Una niebla que se ve un rato y luego se desvanece" (v.14).

         Hoy día tendemos a comportarnos como si el futuro dependiese de nosotros y estuviese en nuestras manos. Pero sería más sensato decir: "Si el Señor quiere y nos da vida, haremos esto o lo otro" (v.15). La verdad sobre la propia situación se hace siempre incómoda.

         La siguiente diatriba contra los ricos (St 5, 1-6), que leeremos mañana, será todavía más dura, dejando por lamentable que uno se deje deslumbrar por el brillo de las riquezas y de los vestidos, del oro y la plata. La riqueza se pudre, los vestidos se apolillan, el oro y la plata se los come el orín. La fuerza de los hermanos ha de basarse, por ello, en la paciencia y en la firmeza de Cristo. El campesino no puede cambiar a su gusto el ritmo de las lluvias, y tiene que esperar. Porque todo tiene su tiempo.

         Por otra parte, hay que dar la razón a Santiago cuando oye, en el origen del amontonamiento de riquezas, el clamor de trabajadores estafados y las protestas de los segadores. Y todavía más si las riquezas no sirven sino para vivir entre delicias y hundirse en placeres inútiles.

         Pero todo llegará, y el Señor no está ahora presente, pero volverá, en una vuelta que se adivina en el horizonte, como el tiempo de la cosecha del fruto precioso del sufrimiento y la paciencia: "Porque el Señor es compasivo y misericordioso" (v.11). Con estas palabras muestra el texto una rendija de luz y de esperanza para todos, por más que una esperanza semejante nos pudiera parecer paradójica e incluso injusta. En resumidas cuentas, lo que realmente vale es el juicio verdadero y justo de Dios.

Miguel Gallart

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         El predicador Santiago se dirige hoy a algunas de las grandes categorías sociales de su tiempo, especialmente a los comerciantes (como Priscila y Aquila, que se iban instalando de ciudad en ciudad, llevando su comercio a todas partes): "Me dirijo ahora a vosotros que decís: Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad, pasaremos allí el año, negociaremos y tendremos ganancias".

         Y es que desde la época del exilio en Babilonia, algunos judíos se habían especializado en el gran comercio internacional. Santiago no condena ese oficio, pero lleva la luz de la fe a los cristianos que lo ejercen. Y a través de esta revisión de vida de los comerciantes, cada cristiano queda invitado a reflexionar sobre su vida profesional.

         Queda aquí perfectamente descrita la pasión de los negocios, el gusto por el comercio y la habilidad en ver y aprovechar las ocasiones de venta. Se planean proyectos de inversión, se calculan las entradas, se analiza la rentabilidad, y se busca lo que dé más. Por eso invita Santiago a examinar mi vida profesional, y a ser competente de forma honesta y cristiana.

         En 1º lugar, lo que hay que ser es un buen comerciante, o un buen agricultor, o un buen profesor, o una buena ama de casa, o un buen obrero u obrera especializados, o un buen técnico industrial, sabiendo administrar bien los asuntos. Y en 2º lugar hay que recordar que "no sabéis qué será de vuestra vida el día de mañana". Es decir, que somos humo que aparece un momento y después desaparece.

         Santiago recuerda que la vida es corta, y que no hay que olvidar lo esencial. Porque la aplicación a las cosas materiales, o al trabajo cotidiano, puede llegar a ser un fin en sí, en una especie de absoluto y reduciendo el horizonte único de nuestra vida al éxito material. Y eso es un peligro para Santiago, o "humareda que sube un instante y después desaparece". Y todo ello por la caducidad de la vida, en la que no hay que perder lo esencial.

         La expresión "humareda pasajera" es una imagen tomada por Santiago de los libros sapienciales del AT (Job 14,2; Sal 102,4-12), pero teniendo en mente lo que el propio Jesús había dicho: "Donde está tu tesoro, allí está también tu corazón".

         ¿Dónde coloco yo lo que es esencial? ¿En el humo o en los valores seguros del amor? No hay que despreciar mi vida profesional, ni mi manera de ganar dinero, pero ¿qué amor o qué egoísmo se impregna de ello? Porque "lo que deberíais decir es esto: Si el Señor quiere y nos da vida, haremos esto o aquello".

         A fuerza de dejarnos sumergir por nuestros negocios acabaríamos por vivirlos sin referencia a Dios. Por el contrario, la fe nos mantiene en estado de dependencia: "Si Dios quiere, haré esto".

         Pero a menudo, por desgracia, somos presuntuosos, nos pasamos de listos, y nos creemos capaces de disponer de nuestra vida a nuestro gusto, sin contar con Dios. Como dice Santiago, "hacéis gala de vuestra fanfarronería, y toda jactancia de este estilo es mala". O como ya decía el propio Jesucristo: "Insensato, esta misma noche, se te reclamará el alma". Con relación al tiempo que paso en mis negocios, ¿cuánto tiempo dedico a mi alma?

Noel Quesson

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         Santiago amonesta hoy a los ricos que hacen sus planes, a los comerciantes que piensan cómo harán negocio y a la gente que busca cómo ganar dinero para el mañana (si viven). Pero todo eso será "si el Señor lo quiere". Santiago, una vez más, la emprende contra los ricos fanfarrones, los jactanciosos y los que no se acuerdan de que su vida es fugaz y pende de un hilo: "Vuestra vida es una nube que aparece un momento y en seguida desaparece". Lo que nos recuerda al comerciante a quien Jesús llamó necio, porque quería ampliar sus graneros y se las prometía felices, pero no sabía si iba a vivir.

         De esta página de Santiago viene la buena costumbre de decir siempre "si Dios quiere". Y eso porque estamos en manos de Dios. No vale la pena absolutizar nada, ni los negocios ni los proyectos ni nuestro futuro. Santiago nos introduce así en el más sano escepticismo, para que no nos entusiasmemos demasiado en las cosas pasajeras y seamos un poco más humildes.

         El salmo responsorial de hoy suena, así, igual que hace 3.000 años: "Los malvados confían en su opulencia y se jactan de sus inmensas riquezas. Pero mirad: los sabios mueren, lo mismo que perecen los ignorantes y necios, y legan sus riquezas a extraños". ¿Y de qué les habrá servido todo lo que han almacenado?

         A nosotros tal vez no nos pase eso, con nuestras pecuniarias riquezas. Pero sí que nos puede pasar con otras riquezas y actividades que llevamos entre manos, a veces frenéticas. Y tal vez también proyectamos ampliar graneros para que nos quepan todos nuestros papeles y proyectos humanos. Pero todo eso será "si Dios quiere".

         No nos invita Santiago a no trabajar, o a no prevenir el futuro. Pero sí nos inyecta un poco de sabio escepticismo ante las expectativas de la vida, para que no nos puedan llevar a desengaños y disgustos. Hay que ser generosos en el trabajo y disponibles a todo, pero poniendo cada día de nuestra vida en manos de Dios: "Si Dios quiere".

José Aldazábal

b) Mc 9, 37-39

         El atronador Juan (Mc 3, 17) habla hoy en nombre del grupo apostólico, que comparte su actitud ("hemos intentado"). En efecto, los apóstoles no toleran que ejerzan su misión quienes no aceptan sus categorías ("no nos seguía"), y se lo hacen ver a Jesús. De esa manera, Juan excluye todo seguimiento de Jesús que no incluya la identificación con el grupo de los Doce.

         Como el chiquillo de ayer, también hoy "uno que no es de los nuestros" representa a los seguidores anónimos de Jesús, que se ha puesto a actuar por su cuenta en el seguimiento de Jesús, salvando a los demás del pecado (demonios). Y los discípulos, en cambio, que sí que siguen a Jesús de forma oficial, han fracasado (Mc 9, 18.28).

         Jesús reprueba el intento de impedir esa actividad del personaje anónimo, pues quien ayuda a que otros se salven es un aliado. De hecho, parece ser que aquel personaje poseía una autoridad que el propio Jesús se proponía comunicar a los 12, para expulsar a los demonios (Mc 3, 14-15).

Juan Mateos

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         Juan, uno de los doce, era "el discípulo que Jesús amaba", como dirá él de sí mismo. Y entre los 12, es uno de los que parece mejor comprender a Jesús, y estar más próximo a él. Pues bien, hoy hace portavoz del grupo y le dice a Jesús: "Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba a los demonios, pero que no es de los nuestros. Y se lo hemos prohibido".

         Decididamente, ¡cuán enzarzados se hallan todos en cuestiones de prelaciones, envidias y mezquindades! Jesús acaba de anunciar su pasión, y que con ello se hará el "último de los servidores"; ha aconsejado a sus discípulos "hacerse servidores y no buscar los primeros sitios". Y he aquí la reacción de Juan, uno de los mejores: preocupación por el dominio, voluntad de poder y preocupación por conservar el monopolio. Y si pudiera, también trataría de guardar para él solo, y acaparar para él solo, todo el poder de Cristo. Pero no juzguemos a los apóstoles, ni juzguemos a nadie.

         Sería demasiado fácil, ya lo hemos dicho, aplicar el evangelio a los demás. Pero ¿quién de nosotros no ha tenido alguna vez esos sectarismos de grupo? Porque nuestra capa de solidaridad y de defensa del bien común, ¿no resulta a veces una capa de nuestros propios intereses? ¿O quién de nosotros no ha buscado, algún que otro día, conservar las ventajas adquiridas, e impedir que otros prueben suerte?

         Aquel hombre anónimo no estaba en el grupo de Jesús, ni era de los suyos, ni formaba parte de sus seguidores. Sin embargo, hacía el bien y ¡expulsaba los demonios!

         Esta situación es muy frecuente y muy actual en la Iglesia de hoy. Sí, la gracia de Cristo actúa más allá de las estructuras visibles de Iglesia, y hombres y mujeres que no forman parte de la Iglesia actúan en nombre de Jesús.

         La respuesta de Jesús fue contundente: "No se lo prohibáis", pues "pues ninguno que haga un milagro en mi nombre, hablará luego mal de mí". Trabajar para Cristo, o actuar en el mismo sentido que actuaba Cristo, es ya una cosa buena, y permite caminar hacia un mismo conocimiento y una misma palabra, conformes a Cristo.

         No es este el único pasaje del evangelio en el que Jesús da valor a una buena acción ajena. Pues hagamos nosotros lo mismo con los hombres de nuestro tiempo, elogiando las acciones rectas y el compromiso serio según la propia conciencia. Porque así podrá instaurarse una pedagogía de la fe, que llevará al descubrimiento más explícito de Cristo.

         Y todo ello porque "el que no está contra nosotros, está con nosotros". En lugar del espíritu estrecho y sectario de Juan, tenemos aquí una apertura total, y en ella Jesús invita a sus discípulos a confiar en el Espíritu Santo.

         La Iglesia actual, si quiere seguir a Jesús, tiene que ser ampliamente abierta. El Concilio II Vaticano renunció voluntariamente a hacer ninguna condena, siguiendo el precepto de que "el que no está contra nosotros, está con nosotros". ¿Creo efectivamente que Dios actúa en todas partes? ¿Y que el Espíritu no es propiedad de ningún grupo? ¿Ni de ninguna estructura? El Espíritu sopla donde quiere. No se lo impidamos.

Noel Quesson

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         El hombre siempre tiene anhelos pendientes: de justicia, de comunicación, de libertad, de nostalgia profunda de reconciliación y fraternidad, de invencible voluntad de paz, de afirmación de la vida ante las amenazas de aniquilación... Todos ellos son anhelos pendientes, pero que no son del todo pendientes. Porque la historia nos muestra que, aunque penosamente, el hombre ha ido realizándolos tan sólo a lo largo de los siglos.

         Los cristianos no somos ajenos a estas historias. Pero la serpiente (que estuvo en el origen de la humanidad, y de cada hombre) nos sigue incitando (sobre todo a los cristianos) a apropiarnos de todo lo bello, bueno y noble que se hace en el mundo. Como si nosotros fuéramos los únicos capaces de hacer el bien, o como si nosotros poseyéramos en exclusiva el Espíritu Santo.

         Ya aquellos discípulos de Jesús tuvieron que recibir un reproche de su maestro, porque querían que todo el espíritu de su Señor fuera de ellos.

         Dios interviene en la historia a través de todo lo que es bueno, amoroso y fraternal. Y su Reino está presente allí donde se lucha por los humillados, donde alguien hace el bien a los débiles y abandonados, donde con espíritu puro se combate por la fraternidad y la generosidad.

         Como dice un pensador, hay "cristianos anónimos" que, sin saberlo, están dando de comer al hambriento, vistiendo al desnudo y visitando a los enfermos. Y que un día, el último día, descubrirán al Señor que les va a abrir de par en par las puertas, para que entren en el Reino de los Cielos.

Patricio García

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         Escuchamos hoy cómo Juan, apodado por Jesús el "hijo del trueno" (hoy diríamos intempestivo; Mc 3,17), intenta impedir a la fuerza que uno (no perteneciente al grupo de los Doce) arroje demonios en nombre de Jesús.

         Jesús corta de raíz ese intento de monopolizar el bien por parte de Juan, y viene a decir que la salvación de las personas es siempre buena, venga de donde venga y haga quien la haga. Y máxime si la hace alguien que, no siendo del grupo, actúa en nombre de Jesús. Porque ése tal ya le ha dado su adhesión, y se ha sumado a su causa, y es por tanto discípulo suyo.

         Jesús responde a Juan en plural, o lo que es igual, responde a todos nosotros. Y lo hace con una frase proverbial: "El que no está contra nosotros está a favor nuestro". Se trata de una llección que debemos aprender todos los seguidores de Jesús: que hacer el bien, o salvar a las personas, no es exclusiva de nadie. Y aunque no sea de los nuestros, ése se ha sumado ya a la tarea salvadora de Jesús, y no hay por qué impedirle que actúe.

         Este individuo anónimo, que no pertenece al grupo de discípulos, pero obra en nombre de Jesús, es capaz de hacer lo que los discípulos no han podido hacer con anterioridad por su falta de fe (Mc 9, 16-18). Luego es la fe, aparte de la adhesión a Jesús, lo que define al discípulo. Y no basta con pertenecer al grupo, sino que hay que darle la adhesión a Jesús (cosa que todavía no han hecho del todo los 12, pues no entienden muchas de sus consignas). ¿Y nosotros?

Severiano Blanco

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         Jesús sigue educando a los suyos, y esta vez les enseña que no tienen que ser personas celosas ni caer en la tentación del monopolio de nada.

         Ante la acusación de Juan de que hay un exorcista que no es del grupo, o sea, que echa demonios en nombre de Jesús, pero "no es de los nuestros", Jesús reacciona con una magnifica amplitud de miras: "No se lo impidáis, pues el que no está contra nosotros está a favor nuestro". Y más si, en nombre de Jesús, hace milagros.

         Los apóstoles pecaban muchas veces de impaciencia y de celos, queriendo "arrancar la cizaña del campo" y deseando "que lloviera fuego del cielo" porque en un pueblo no les habían querido acoger. Pero Jesús tenía siempre mucha más paciencia que ellos, y un corazón mucho más generoso.

         Es la sempiterna tentación de los buenos: querer acaparar a Dios, monopolizar sus dones y sentir celos de que otros hagan cosas buenas, que no se les habían encomendado oficialmente (pues piensan que de esa manera pueden surgir movimientos no controlados  por ellos).

         Es un caso muy parecido a lo que cuenta el libro de los Números. En aquella ocasión fue Josué, discípulo fiel de Moisés, el que se quejó a éste de que 2 ancianos (Eldad y Medad) no habían acudido a la reunión constituyente del grupo de los 70 (en la que los demás recibieron el espíritu y la misión de Moisés), y sin embargo estaban actuando como profetas. También entonces Moisés reaccionó magnánimamente: "¿Es que estás celoso? Quién me diera que todo el pueblo profetizara porque Dios les daba su espíritu" (Nm 11, 29).

         ¿Se nos puede achacar también a nosotros que somos demasiado celosos de nuestros derechos, derechos de monopolio que tal vez nadie nos ha dado? Eso puede pasar entre sacerdotes y laicos, entre mayores y jóvenes, entre hombres y mujeres, entre miembros de una comunidad, entre la comunidad grande y los movimientos o grupos más pequeños.

         Aparte la misión encomendada en la Iglesia, por ejemplo, a los ministros ordenados o a los pastores responsables, ¿no exageramos a veces nuestra tendencia a acaparar la verdad o el poder o la razón? ¿No tendríamos que dejar más espacio a la corresponsabilidad de otros y no monopolizar territorios como posesión nuestra?

         No somos los únicos buenos, ni somos dueños del Espíritu Santo. Deberíamos saber aceptar la parte de razón de los demás, reconocer sus valores, admitir que también otros actúan al menos tan inteligentemente como nosotros y con la misma buena voluntad, y alegrarnos de sus éxitos. Si otros han logrado expulsar demonios, ¿no debería eso llenarnos de alegría?

         Porque no se trata de que el bien lo hagamos nosotros, para que nos aplaudan, sino que el bien se haga, sea quien sea quien lo haga, y que este mundo se vea liberado de sus demonios y opresiones. Y aplaudir nosotros, si han sido otros los que lo han conseguido.

         Pablo, escribiendo desde la cárcel a los Filipenses (Fil 1, 18) reconoce que hay personas que están predicando a Cristo, unas por rivalidad y otras con buena voluntad. Y él se alegra de que el mundo vaya conociendo a Cristo: "Al fin y al cabo, por hipocresía o sinceramente, Cristo es anunciado y esto me alegra y seguirá alegrándome". Es la actitud que Cristo nos enseña hoy.

José Aldazábal

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         En el episodio de hoy, uno de los discípulos (Juan) corre donde Jesús para pedir autorización y detener a uno que luchaba contra los demonios en nombre de Jesús sin la necesaria autorización.

         La respuesta de Jesús abre las puertas para que todas las personas que quieran obrar el bien en su nombre lo hagan. No obliga a todos a meterse bajo el mismo techo. El ecumenismo de Jesús es verdaderamente universal porque le preocupa el bien de la humanidad y no el renombre de su grupo. Hacer el bien a los demás es más importante que los protagonismos.

         Jesús debió oponerse fuertemente a los impulsos de los discípulos de convertir la comunidad en un círculo cerrado, como eran las comunidades de fariseos o de escribas. El conocimiento que él impartía podía ser comprendido por la gente sencilla de mentalidad abierta. Esto no quitaba que las mujeres y hombres que lo seguían recibieran una formación más sólida, porque, la comunidad estaba al servicio de los excluidos y todo el saber al servicio de quien lo quisiera adquirir.

         De esta manera, el mensaje de Jesús preparaba a sus discípulas y discípulos a vivir en completa libertad la solidaridad con otras comunidades que hubieran acogido total o parcialmente la opción de Jesús a favor de los marginados.

         Importante lección para nuestros días, en que por la globalización actual sentimos tan cercana la presencia de las muchas religiones del mundo, que otrora nos pasaban desapercibidas. Hoy convivimos como vecinos cercanos de otras religiones.

         El espíritu ecuménico de Jesús debe llevarnos a aceptar y reconocer con gozo la presencia de Dios que actúa en todos los pueblos, que atrae hacia sí a los hombres y mujeres desde los múltiples caminos de las diferentes religiones, y que tales religiones no son caminos de condenación, ni siquiera caminos sin salvación, sino caminos que también conducen hasta él. Es preciso convertirnos al espíritu ecuménico de Jesús, a una valoración positiva de todo aquello que en realidad "no está contra nosotros, sino a nuestro favor".

Confederación Internacional Claretiana

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         Por un lado, los discípulos, con su pobre sabiduría humana (egoísta y mezquina), estimaban que el derecho a hacer maravillas en el nombre de Jesús era exclusivo de ellos, pues ¿cómo iban a contar igual los extraños que los de casa? ¿No supone esa actitud poco discernimiento en el Espíritu?

         Por otro lado, Jesús encuentra en esas personas "ajenas a la casa" una base de diálogo, porque dicen "obrar milagros en su nombre". Y concluye que no conviene frenar sus acciones buenas.

         Si alguien, aunque no sea de los nuestros, aporta elementos nuevos que hablan bien de Dios, ¡alegrémonos! Sobre todo porque está cerca de nosotros quien está cerca de la verdad. Ayudemos a todos los hombres a que sean discípulos de la sabiduría, de la verdad, de la justicia, del amor. Y así los acercaremos más a Dios, y contribuiremos a la formación de la nueva humanidad.

Servicio Bíblico Latinoamericano

c) Meditación

         El evangelio de hoy nos refiere que el apóstol Juan, uno de los Doce y con ese sentido exclusivista que nos caracteriza, dijo en cierta ocasión a Jesús: Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros.

         Aparentemente, Juan no soporta que un extraño (alguien que no forma parte de su círculo discipular) se sirva del nombre de su Maestro para hacer milagros y expulsar demonios, pues para él eso era usurpar una autoridad o un poder que no le había sido dado, aunque fuese en beneficio del prójimo.

         Sin embargo, lo que en el fondo no tolera Juan es que aquel hombre se sirviera de un poder que sí le había sido conferido a él, y que él era incapaz de poner en práctica. Si fuese uno de los nuestros, viene a poner como excusa Juan, lo vería con buenos ojos.

         Y aquí viene la respuesta de Jesús, el más interesado en el uso que se haga de su nombre: No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro. ¡Qué apertura de miras la de Jesús! ¡Qué actitud tan universal y tan incluyente! El que no es nuestro enemigo, ni se posiciona en contra nuestra, es nuestro aliado y está a nuestro favor.

         Por el simple hecho de no poner obstáculos a nuestra labor, cualquier persona la estará favoreciendo. Pero aquí se trata de alguien que hace algo (echar demonios, invocando el nombre y el poder de Jesús), luego ese tal no puede luego hablar mal de sí mismo, o del poder que le ha proporcionado hacer su milagro.

         Lo lógico es que el que hace algo en nombre de otra persona, sienta simpatía y admiración por esa persona, aunque no pertenezca al grupo de sus seguidores. En realidad, sin pertenecer visiblemente al círculo apostólico, forma ya parte de él por razón del vínculo que le une a su cabeza.

         Jesús no excluye ni separa, sino que incluye y agrega hasta de forma imperceptible. Cualquier vinculación con Jesús, venga de lejos o de fuera, es apreciada como una vía de acercamiento. Cristo ha venido a unir, y no a distanciar o a separar. Es verdad que la indiferencia no es todavía apoyo o alianza, pero no lo olvidemos: El que no está contra nosotros está a favor nuestro, y quizás esté con nosotros.

         Ya sabemos que entre estar en contra y estar a favor hay grados intermedios: ni en contra ni a favor. Pero Jesús prefiere obviar tales grados, para considerar en favor suyo a todos los que no están en su contra. Es una apreciación que puede dar lugar a amargas decepciones en la vida, pero Jesús está dispuesto a correr ese riesgo, con tal de no excluir ni alejar a nadie del radio de su influencia.

         Ojalá que el Señor nos encuentre siempre en esta actitud de acogida respecto de los que no son formalmente de los nuestros.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ·CID, doctor en Teología

 Act: 22/05/24     @tiempo ordinario         E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A