1 de Abril

Lunes I de Pascua

Equipo de Liturgia
Mercabá, 1 abril 2024

a) Hch 2, 14.22-33

         Durante la cincuentena pascual, que sigue a la cuarentena de la cuaresma, nos introduciremos en el ámbito de la Iglesia naciente. San Lucas, como prolongación de su evangelio, nos relata los 30 primeros años de la Iglesia, hasta el año 63. En los cap. 1-5 veremos el nacimiento de la Iglesia en Jerusalén, en los cap. 6-11 contemplaremos la expansión de la Iglesia hacia Oriente Medio, y tras el cap. 12 conectaremos con la actividad misionera de San Pablo hacia el Occidente.

         Hombres y mujeres, apóstoles y cristianos han vivido esa sorprendente epopeya misionera. Pero tras los hechos de los apóstoles, se halla un solo actor: el Señor Jesús viviente, que actúa por su Iglesia en la potencia del Espíritu. El dinamismo extraordinario de la Iglesia de los primeros tiempos proviene, por tanto, de una convicción: Jesús ha resucitado, está vivo y presente entre nosotros.

         Por esta razón se leen los Hechos de los Apóstoles como prolongación de la Pascua, invocando al Espíritu de Dios que venga a nosotros y abra nuestros corazones. Durante estos 50 días descubriremos que la resurrección no es sólo un maravilloso hecho histórico del pasado, que tuvo lugar en una fecha y lugar concreto. Sino que esta Resurrección es un misterio actual que perdura siempre, con un dinamismo vital que sigue actuando todavía hoy.

         "Pedro, de pie en medio de los once, decía con voz fuerte: Escuchad". Imagino la escena. Es el 1º día de la Iglesia, y los apóstoles acaban de ser sorprendidos, embargados por el Espíritu. Salen a la entrada de la casa, y Pedro, rodeado de los 11, toma la palabra y en voz alta proclama: "Jesús el Nazareno, el que matasteis en una cruz, ha resucitado".

         Los acontecimientos son recientes, y en una ciudad limitada como Jerusalén, se conservan en el recuerdo de todos. De hecho, un condenado a muerte ¡no es cosa de cada semana! Se le recuerda. Muchos de los auditores de Pedro debieron haber ido a ver la ejecución de Jesús en el Gólgota. Debieron haber visto su cadáver (colgado por los clavos en el patíbulo) y hasta el lanzazo final que abrió su corazón. Y después de todo esto, ¿Pedro se pone en pie para decirles decirles "nosotros lo hemos vuelto a ver"?

Noel Quesson

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         Comienza hoy Pedro a anunciar a todos la resurrección de Jesucristo, en quien se cumplieron las profecías de la Escritura. Este es el tema central de la 1ª proclamación del mensaje cristiano: el misterio de Cristo muerto y resucitado, según el plan de salvación de Dios. La celebración eucarística, al hacer presentes de nuevo los acontecimientos salvíficos, enrola y compromete toda nuestra vida actual en el plan salvífico de Dios, que se manifestará en plenitud cuando experimentemos la liberación definitiva en la vida gloriosa.

         Las palabras de Pedro declaran, recuerdan y testifican (dirigiéndose a los judíos) la verdad de fe que los discípulos confiesan abiertamente, y que a nosotros nos ilumina con su resplandor: Cristo es Hijo del Padre, y se encarnó para vivir como uno de nosotros, siendo juzgado inicuamente y condenado, y muriendo por nuestra liberación. Tras lo cual, resucitó por la fuerza del Espíritu, y ahora vive con el Padre, animando toda nuestra existencia. Pues Cristo es todo en todos.

         A este respecto, dice San Juan Damasceno que "el Señor recibió en herencia los despojos de los demonios, o sea, aquellos que desde antiguo habían muerto, y liberó a todos los que se hallaban bajo el yugo del pecado. Habiendo sido contado entre los malhechores, él fue quien implantó la justicia. La semilla de los incrédulos se abolió; el luto se cambió en fiestas y el llanto en himnos de gozo. En medio de las tinieblas brilló para nosotros la luz; de un sepulcro surgió la vida y del fondo de los infiernos brotaron la resurrección, la alegría, el gozo y la exultación" (Homilía de Sábado Santo, 27).

         La resurrección de Cristo, en efecto, es esperanza de incorrupción. Y hace posible que las afirmaciones del autor del Salmo 15 de hoy tengan plenitud de sentido en los labios cristianos. Pues por Cristo, el cristiano puede vivir su vida en esperanza de inmortalidad:

"Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti, pues tú eres mi bien. El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en su mano. Bendeciré al Señor que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena; porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha".

Manuel Garrido

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         ¡Qué valentía la de Pedro! Pues en el pasaje de hoy, y puesto en pie, proclama ¡la resurrección de Jesús! Y eso que él mismo le había negado pocos días antes (asustado ante una criada de Pilato), y había jurando que no le conocía. Y ahora, ante todo el pueblo (y poco después ante las autoridades), se pone a dar testimonio de la resurrección de Jesús. Evidentemente, Pedro y los suyos han madurado mucho en la fe.

         Esta 1ª predicación de Pedro es una catequesis clara y contundente sobre la persona de Jesús, dirigida precisamente a los habitantes de Jerusalén, los que habían estado más directamente implicados en su muerte: "Vosotros lo matasteis en una cruz, pero Dios lo resucitó, y nosotros somos testigos".

         Pedro centra con decisión su anuncio en la muerte y resurrección de Jesús. Cuando le vieron morir, parecía como que Dios le abandonaba: "Ha salvado a otros, que se salve a sí mismo; si confía en Dios, que le salve, porque ha dicho que es el Hijo de Dios" (Mt 27, 42). En efecto, el mismo Jesús había gritado desde la cruz: "Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". Pero Dios le resucitó, y ahora Pedro y los suyos son testigos de cómo le ha reivindicado delante de todos.

         En la lectura de hoy, y también en el salmo responsorial, tenemos un ejemplo muy claro de cómo la 1ª generación cristianizaba los salmos, cómo los interpretaba desde Cristo. También nosotros, como el salmista creyente y como Jesús en el trance de su muerte, podemos decir el Salmo 15 con sentido.

         Si estamos experimentando momentos de desconcierto o de dolor, digámosle a Dios, al inicio de la Pascua: "Con él a mi derecha no vacilaré". Las dificultades de la vida pertenecen a nuestro seguimiento de ese Cristo que llegó a la nueva existencia a través de la pasión y de la muerte. Con él estamos destinados todos a la vida.

         Allí donde el salmista, un judío creyente sumido en el dolor pero lleno de confianza, afirmaba: "Con él a mi derecha no vacilaré, y mi carne descansará serena. Porque no me entregará a la muerte ni dejará a su fiel conocer la corrupción, sino que me enseñará el sendero de la vida". Pedro, y con él la comunidad cristiana, ponen estos sentimientos en boca del mismo Cristo Jesús. Consideran que la resurrección de Jesús ya estaba anunciada proféticamente en este salmo, que ahora resulta un verdadero Magnificat puesto en boca del Resucitado.

José Aldazábal

b) Mt 28, 8-15

         Dos grupos de personas han visto el sepulcro vacío y corren a anunciarlo, aunque de forma muy distinta: las mujeres y los guardias. No es pequeño el mérito de aquellas mujeres seguidoras de Jesús. Le habían acompañado y ayudado durante su ministerio. Estuvieron presentes al pie de la cruz, con una valentía que dejaba en evidencia la cobardía de la mayoría de los apóstoles. Son también las que acuden antes al sepulcro, y ahora merecen la 1ª aparición del Resucitado.

         Al ver el sepulcro vacío y oír las palabras del ángel que les asegura que "no está aquí, ha resucitado", se marchan presurosas, llenas a la vez de miedo y de alegría. Y en seguida se les aparece el mismo Jesús. Ellas venían en busca de un muerto y ahora le encuentran vivo. La 1ª palabra que les dirige es "alegraos", y la 2ª "no tengáis miedo". Y les da un encargo: "Id a comunicar a mis hermanos".

         Estas mujeres creyentes son las que dieron testimonio de la resurrección de Jesús, y se convirtieron en mensajeras de la gran noticia para con los mismos apóstoles: apóstoles de los apóstoles. Aunque no les van a hacer mucho caso.

         Los guardias también han visto el sepulcro vacío. Su 1º sentimiento había sido el miedo, pero no por lo ocurrido sino porque han descuidado lo que se les había encargado. Pero aceptan el soborno que les proponen los fariseos: un saco de monedas, a cambio de distorsionar los hechos ocurridos. Como vemos, la corrupción es un mal muy antiguo, y los soldados hacen correr la voz de que han robado el cadáver del crucificado (algo imposible, pues sin el ejército y un sistema militar de poleas, era imposible mover la piedra de entrada).

         "No tengáis miedo. Id a decir". También nosotros nos sentimos animados por esta palabra, que nos invita ante todo a no perder nunca la esperanza. Y además, a seguir dando testimonio del Resucitado en nuestro mundo. Primero fueron aquellas mujeres. Y como ellas, cuántas otras, a lo largo de la historia de la Iglesia, han dado parecido testimonio de Cristo Jesús en la comunidad cristiana, en la familia, en la escuela, en los hospitales, en las misiones, y en tantos campos de la vida social.

         Después de las mujeres vinieron Pedro, Juan y los demás apóstoles, y generaciones y generaciones de cristianos a lo largo de 2.000 años. Y ahora, nosotros. En medio de un mundo que sigue prefiriendo la versión del robo, u otras igualmente pintorescas, los cristianos recibimos el encargo de anunciar a Cristo Resucitado, único salvador de la humanidad. Ante tantos que sufren desorientación y desencanto, nosotros nos convertimos en testigos de la vida y de la esperanza.

         Probablemente, ante las dificultades y la apatía de muchos, también nosotros necesitemos oir la palabra alentadora: "Alegraos, no tengáis miedo, seguid anunciando". Nuestro testimonio será creíble si está convertido en vida, si se nos nota en la cara antes que en las palabras. La Resurrección de Jesús no es sólo una noticia, una verdad a creer o un acontecimiento a recordar: es una fuerza de vida que el Resucitado nos quiere comunicar a cada uno de nosotros.

José Aldazábal

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         Las mujeres buscan en el sepulcro a Jesús el crucificado, pensando que Jesús está definitivamente muerto. De hecho, habían ido a visitar el sepulcro sin esperar nada extraordinario, pensando que allí estaba encerrado el cuerpo de Jesús. El ángel ha corrido la losa para que pueda constatarse que Jesús no está en el sepulcro. Las mujeres deben ser testigos del hecho, para comunicarlo inmediatamente a los discípulos.

         Al contrario que en Marcos (evangelio en el que no dicen nada a nadie "del miedo que tenían"), el miedo de las mujeres está mezclado para Mateo de gran alegría, y van a cumplir el encargo, y ellas mismas tienen un encuentro con Jesús. El saludo de éste (alegraos) es el ordinario de la cultura griega, traducido en Mt 27, 29 por salud.

         En este contexto, sin embargo, recuerda la recomendación de Jesús a los discípulos para el tiempo de persecución (Mt 5,12): "Alegraos y regocijaos, que Dios os va a dar una gran recompensa". La recompensa allí anunciada era la vida que supera la muerte, y la de ahora es ver visiblemente a Jesús.

         Jesús las exhorta a no temer. Su resurrección es sólo causa de alegría, repite el encargo del ángel: "No tengáis miedo. Y avisad a mis hermanos que vayan a Galilea, pues allí me verán" (v.10). El Resucitado llama a los discípulos "sus hermanos". Ahora, cuando está disponible el Espíritu, puede llamarlos así: el Espíritu los hace hijos del mismo Padre.

         "Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad e informaron a los sumos sacerdotes de todo lo sucedido. Éstos se reunieron con los senadores, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una suma considerable (vv.11-12)". Mateo quiere subrayar de nuevo la mala fe de los dirigentes judíos. Lo mismo que las mujeres han ido a dar la noticia a los amigos de Jesús, los guardias van a sus enemigos.

         Ante el informe de los guardias, se reúne de nuevo el Gran Consejo (Mt 26, 3.59; 27, 1.7.62) para tratar de contrarrestar los hechos. No les interesa lo que realmente suceda, sino la repercusión que pueda tener en el pueblo. Se adivina la ofensiva de las comunidades judías contra la primitiva predicación cristiana.

         "Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais, y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros lo calmaremos y os sacaremos de apuros. Los soldados aceptaron el dinero y siguieron las instrucciones. Por eso corre esta versión entre los judíos hasta el día de hoy" (vv. 13-15).

         Los fariseos encargan a los soldados que difundan un falso rumor sobre Jesús, y les prometen su apoyo ante Pilato en caso de ser necesario. Pues saben bien que el gobernador es vulnerable, después de la sentencia que ellos mismos le han obligado a pronunciar (Mt 27, 26).

         Los pretorianos son mercenarios y están dispuestos a dejarse sobornar. Y aceptan el dinero de igual manera que lo había aceptado Judas (Mt 26, 14-16). Insiste Mateo en el poder corruptor del dinero, como arma del sistema opresor y como forma de apoderarse de Jesús. Con dinero, pues, se quiere impedir la fe y verter calumnias sobre la Iglesia. No cabe duda: o Dios o el dinero.

Fernando Camacho

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         Estrenamos mes y estrenamos tiempo litúrgico: ¡Estamos en Pascua! No sé cómo habréis vivido el triduo sacro y especialmente la "madre de todas las vigilias", pero imagino que muchos de vosotros os encontraréis ahora un poco cansados y, al mismo tiempo, serenamente alegres. Cansados por los días pasados, pero alegres por esa transformación interior que el Espíritu hace en quienes se abren al misterio de Cristo.

         Tenemos 50 días para ir saboreándolo. Esta 1ª semana, que conocemos como Octava de Pascua, es como una obertura a todo el tiempo pascual. A lo largo de estos días iremos conociendo los encuentros del Resucitado con María Magdalena y "la otra María" (lunes), con María de Magdala sola (martes), con los discípulos de Emaús (miércoles), con la comunidad de Jerusalén (jueves), con sus discípulos junto al lago de Tiberíades (viernes). El sábado, el evangelio de Marcos nos presentará una síntesis catequética de los diversos encuentros.

         Hoy, lunes de Pascua, tenemos el encuentro del Resucitado con las 2 Marías (la de Magdala y "la otra María"). Es a ellas, según Mateo, a quienes Jesús les sale al encuentro en 1º lugar. Este encuentro tiene 3 momentos: iniciativa de Jesús (que saluda afectuosamente e invita a no temer), reacción por parte de las mujeres (que se postran en señal de adoración) y encargo por parte de Jesús (que las convierte en mensajeras de la buena noticia, en misioneras).

         ¿No os parece que de modo parecido sigue aconteciendo hoy nuestro encuentro con el Resucitado? Comenzamos experimentándolo como una presencia que nos libera del temor y nos inunda de gozo. Nos estremecemos ante su gloria. Y sentimos que esa experiencia genera en nosotros la necesidad de comunicarla.

Gonzalo Fernández

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         En el pasaje de hoy, la alegría de la resurrección hace de las mujeres que habían ido al sepulcro mensajeras valientes de Cristo. "Una gran alegría" sienten en sus corazones por el anuncio del ángel sobre la resurrección del Maestro. Y salen corriendo del sepulcro para anunciarlo a los apóstoles. No pueden quedar inactivas y sus corazones explotarían si no lo comunican a todos los discípulos. Resuenan en nuestras almas las palabras de Pablo: "La caridad de Cristo nos urge" (2Cor 5, 14).

         Jesús se hace el encontradizo, con María Magdalena y con la otra María. Así, agradece y paga Cristo su osadía de buscarlo de buena mañana, y lo hace también con todos los hombres y mujeres del mundo. Y más todavía, por su encarnación, se ha unido, en cierto modo, a todo hombre.

         Las reacciones de las mujeres ante la presencia del Señor expresan las actitudes más profundas del ser humano ante Aquel que es nuestro Creador y Redentor: la sumisión ("se asieron a sus pies"; v.9) y la adoración. ¡Qué gran lección para aprender a estar también ante Cristo eucarístico!

         "No tengáis miedo" (v.10), dice Jesús a las santas mujeres. ¿Miedo del Señor? Nunca, ¡si es el Amor de los amores! ¿Temor de perderlo? Sí, porque conocemos la propia debilidad. Por esto nos agarramos bien fuerte a sus pies. Como los Apóstoles en el mar embravecido y los discípulos de Emaús le pedimos: ¡Señor, no nos dejes!

         Y el Maestro envía a las mujeres a notificar la buena nueva a los discípulos. Ésta es también tarea nuestra, y misión divina desde el día de nuestro bautizo: anunciar a Cristo por todo el mundo, "a fin que todo el mundo pueda encontrar a Cristo, para que Cristo pueda recorrer con cada uno el camino de la vida, con la potencia de la verdad contenida en el misterio de la encarnación y de la redención, con la potencia del amor que irradia de ella" (Juan Pablo II).

Joan Costa

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         Las mujeres ansiosas y entusiasmadas por la noticia dada por el ángel de sobre la resurrección de Jesús, abandonan presurosas el sepulcro y van a avisar a los discípulos. Jesús se les aparece y las saluda. La alegría las embarga de emoción. Jesús las insta para que vayan a avisar a sus hermanos y les pone cita en Galilea.

         Este hecho, tan pronto es conocido por las jerarquías del templo, es ocultado, para que no llegue a oídos del gobernador romano. La pregunta obligada es: ¿por qué los sacerdotes judíos quisieron esconder la resurrección de Jesús tanto a las autoridades romanas como al pueblo?

         Existe el propósito de los sacerdotes judíos de aquel entonces que desean contrarrestar la resurrección de Jesús. Saben que este hecho les debilitará sus pérfidas verdades, las que han querido hacer aparecer como grandes absolutos. La gran verdad que encierra la resurrección será su preocupación y para desvirtuarla agotarán todos sus energías hasta sus más mínimos recursos. Pero sus intentos siempre terminarán en el fracaso ya que la resurrección es un fenómeno interior.

         Las posteriores comunidades cristianas saldrán invictas frente a esta confabulación sencillamente por el hecho de que la resurrección será interpretada como un hecho interior de fe. Ahí la aparición física de Jesús ante sus ojos cuenta muy poco, porque al Jesús que todo lo transforma comienzan a sentirlo desde dentro, en la medida que comienzan a sentir la necesidad de transparentarlo.

         Es por lo que los judíos, por mucho que sobornaran a soldados e inventaran cualquier cantidad de calumnias y mentiras, no destruirían nunca ese hecho interior irrefutable. Por eso una comunidad convencida de su fe puede pasar por todo tipo de persecuciones, calumnias o toda suerte de vejámenes, que nunca le podrán destruir su experiencia interior.

Juan Mateos

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         Los discípulos se encontraban reunidos en una casa por temor a las autoridades judías. El Espíritu de Jesús irrumpe y los obliga a enfrentar la realidad. Al salir de la casa, Pedro se pone de pie, toma la palabra y se dirige a los asistentes para aclarar lo que allí ha ocurrido.

         "Ponerse en pie" es una expresión con alto contenido simbólico. Muestra la transformación de un estado de postración (tullido) y de temor en un salto decisivo hacia adelante. Se encaran las situaciones por difíciles que sean. El espíritu del Resucitado es el que provee la fuerza e inspira las palabras y las actitudes oportunas.

         Pedro dirige su discurso a judíos y gentiles. A todos les recuerda que ellos no actúan por fanatismo: "éstos no están borrachos". A los israelitas les recuerda lo que ellos habían hecho con Jesús de Nazaret. A pesar del juicio injusto, la muerte ignominiosa y la difamación pública de su nombre, Dios quiso realizar sus designios en Jesús. Por la resurrección confirmó la autenticidad de su práctica. Este acontecimiento, que revierte completamente el curso habitual de la historia, es testificado por un grupo de hombres y mujeres que están dispuestos a dar su vida por él.

         En el evangelio de Mateo, María Magdalena y la otra María son las primeras testigos de la resurrección. Después de los bochornosos acontecimientos del viernes, ellas van el primer día de la semana al sepulcro del Maestro. Sin embargo, el mensajero de Dios las invita a buscar a Jesús entre los vivos y no en medio de los cadáveres.

         "Ellas salieron del sepulcro con temor y gran gozo". El estado de postración y de sufrimiento por la muerte del Maestro es reemplazado por la decisión y el entusiasmo. Ellas salen decididas a anunciar la Buena Noticia. De camino, Jesús les sale al paso y confirma la certeza de su misión. Las envía a dar las noticias a toda la comunidad cristiana y a congregar a los discípulos en Galilea, en el sitio de partida. La resurrección es el nuevo comienzo, el 1º día de la nueva creación. Y las mujeres, las primeras protagonistas de este acontecimiento.

Servicio Bíblico Latinoamericano

c) Meditación

         Los relatos post-pascuales nos ponen al tanto de las reacciones provocadas (no sólo entre sus seguidores, sino también entre sus enemigos) por ese extraordinario suceso de la resurrección de Jesús, que aparece siempre asociada a la desaparición de su cuerpo sepultado y al hallazgo del sepulcro vacío de su cadáver. En este caso, los primeros testigos de este hallazgo fueron mujeres.

         Así lo atestiguan todos los relatos evangélicos sin excepción. Pero encontrarse el sepulcro vacío del cadáver (no de las vendas, ni del sudario) no obligaba a creer en el mensaje de la resurrección. Esta situación permitía también otras explicaciones: robo por parte de los apóstoles o de otros; terremoto, grieta en la tierra y desaparición; traslado a otro lugar, o cualquier otra conjetura posible de imaginar (incineración, profanación...).

         Mateo nos habla de mujeres impresionadas y llenas de alegría. Impresionadas no por lo encontrado en el sepulcro abierto (aquello más bien les produjo temor), sino por lo anunciado por esos "hombres de vestidos refulgentes": No busquéis entre los muertos al que vive; no está aquí; ha resucitado".

         Si el cuerpo de Jesús hubiese permanecido entre los muertos, estando allí (esto es, en el sepulcro, en estado cadavérico), no podría anunciarse que ha resucitado, hecho que equivalía a decir que estaba vivo. Si el cuerpo cadavérico se asocia a la muerte (en que están los muertos), la resurrección se asocia a la vida en la que vive el resucitado. No se concibe, pues, una resurrección en presencia del cadáver o teniendo el cadáver como testigo.

         Las mujeres, por tanto, quedan impresionadas por el anuncio de vida que se les hace en el lugar mismo de la desaparición del cadáver. La noticia alusiva a la vida de un ser querido al que se creía muerto es siempre un motivo de alegría.

         Quizás estas mujeres nos puedan parecer demasiado crédulas. Podían buscar otras explicaciones más creíbles al hecho de la desaparición del cadáver de Jesús. Pero acogen la primera explicación que se les ofrece, y llenas de alegría corrieron de inmediato a contárselo a los discípulos. Y mientras iban de camino, Jesús les salió al encuentro.

         La temprana aparición de Jesús les ratifica en la veracidad de la explicación que les había sido dada. Ellas, al parecer, lo reconocieron en seguida, cosa que no sucede con otros testigos de las apariciones del resucitado como los de Emaús o como María.

         En este caso, las crédulas mujeres se le acercan, se postran ante él y le abrazan los pies. Evidentemente lo han reconocido como al escapado de las fauces de la muerte. Él las tranquiliza con palabras amables: No tengáis miedo. Y las envía como transmisoras de un mensaje: Id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.

         El hecho puso en movimiento a las mujeres, generando en ellas sentimientos diversos: asombro o desconcierto (primero) y alegría (después). También generó deseos imperiosos de comunicar la noticia y provocó reacciones en los que se suponen enemigos del condenado.

         Según todos los indicios, el sepulcro había quedado no sólo sellado con una gran piedra (que cerraba el acceso al interior), sino también custodiado por una guardia pretoriana. Algún evangelio nos informa de que estaban alertados por extrañas profecías de resurrección y se temían un posible fraude perpetrado por sus amigos. Ello explica la guardia colocada a la entrada del sepulcro.

         Pues bien, también ellos (como las mujeres) fueron testigos de los efectos provocados por ese extraño suceso que dejó el sepulcro desguarnecido y vacío del cadáver de Jesús. No describen ni explican lo ocurrido, pero sí hablan de algo que ha ocurrido: que el cuerpo (= cadáver) del sepultado y custodiado en el sepulcro ha desaparecido. Y no se explican cómo ni por qué. Pero ése es el hecho, y así se lo cuentan a los sumos sacerdotes.

         Aquello tuvo que provocar gran alarma entre los máximos responsables de la muerte de aquel ajusticiado que, por otro lado, ya les había asombrado en vida con acciones de difícil explicación y que había predicho en diferentes modos su vuelta a la vida. Y puestos a deliberar, encuentran una posible salida a esta complicada situación. Les dan una fuerte suma de dinero y acuerdan con ellos la difusión de una noticia: Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais.

         Pero aquella confesión de negligencia o de descuido por parte de un soldado que debía mantenerse despierto durante la guardia encomendada le hacía objeto de duras sanciones por parte del código militar. Estaba catalogada como una falta muy grave. Por eso las autoridades judías les tienen que tranquilizar: Si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros. Y así quedó la cosa. Ellos tomaron el dinero, que era lo que les interesaba, y obraron conforme a las instrucciones recibidas.

         La historia inventada y difundida para tapar el suceso de la resurrección (así lo interpreta el evangelista) se ha convertido al menos en un testimonio a favor de veracidad de lo contado por las mujeres que habían acudido de madrugada al sepulcro con aromas para el cuerpo de Jesús: que este cuerpo no estaba ya en el sepulcro, que había desaparecido.

         Pero la explicación que ofrecían al mundo era muy poco creíble. ¿Un robo, con profanación, del cadáver por parte de unos seguidores atemorizados, huidos? ¿en un sepulcro custodiado por soldados?

         Si dormían, sólo podían sospechar (nunca testificar, a no ser que hubiesen dejado huellas delatantes) que los ladrones del cadáver habían sido realmente sus discípulos. ¿Y con qué fin habrían hecho esto? ¿Con el fin de venerarle? ¿No le había sido concedido ya a José de Arimatea, un amigo? ¿Con el fin de lanzar a bombo y platillo el mensaje de su resurrección al mundo entero?

         ¿Estaban los apóstoles, que tantas resistencias mostraron a creer que estaba vivo, en disposición de hacer eso? ¿Es posible suponer este fraude en hombres que mostraron una convicción y una fe inquebrantables, capaces de afrontar todo tipo de sufrimientos y penalidades, y hasta la misma muerte?

         La hipótesis del robo haría insostenibles todos los relatos evangélicos relativos a los encuentros del Resucitado con sus discípulos. Nada quedaría en pie de estos testimonios. Y en ningún caso podría explicar el ardor misionero que demostraron aquellos testigos de la primera hora.

         La resurrección de Jesús se convirtió desde el principio en el núcleo del kerigma evangélico. Sin esta piedra kerigmática, el anuncio misionero de los apóstoles se quedaría sin apoyo. No habría nada que comunicar al mundo: ni al judío, ni al pagano.

         Si los apóstoles se lanzaron al mundo a hablar, fue para anunciar que Cristo había resucitado. No tenían otra cosa que comunicar que ésta. Después vendrían las consecuencias y derivaciones de esta noticia. Pero su noticia no era en principio otra que ésta: que el Padre había resucitado a su Hijo de entre los muertos. Y ésta tendría que ser también nuestra primera y principal noticia al mundo como cristianos.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ·CID, doctor en Teología

 Act: 01/04/24     @tiempo de pascua         E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A