9 de Mayo

Jueves VI de Pascua

Equipo de Liturgia
Mercabá, 9 mayo 2024

a) Hch 18, 1-8

         La ciudad de Corinto estaba situada estratégicamente en el istmo que unía la Grecia continental con la península del Peloponeso, y era un centro de comunicación griega norte-sur (por el itsmo de Corinto) y este-oeste (por sus 2 puertos Céncreas y Lejeum, a través del Canal de Corinto).

         Se trataba de un emporio griego que fue totalmente arrasado por Roma el 146 a.C (en su Conquista de Grecia) y reconstruido por Julio César el 44 a.C, pero esta vez como colonia romana y capital de la provincia romana de Acaya (ca. 27 a.C). Se trataba de una ciudad fuertemente comercial, de población cosmopolita (de orientales, occidentales, esclavos...) y famosa por su desenfreno sexual y fuertes contradicciones (comerciales, políticas, personales...).

         A su llegada a Corinto, Pablo se encuentra con la pareja judía Aquila y Priscila (v.2), recién llegada de Italia por haber decretado el emperador Claudio la expulsión de todos los judíos de Roma. Según Suetonio, Claudio expulsó a los judíos por una revuelta impulsada por un tal Crestus (ca. 49), lo que tradicionalmente se interpreta como problemas surgidos en la comunidad judía a causa de los cristianos y la predicación de Cristo.

         Pablo estuvo 1 año y 6 meses en Corintio, de diciembre del 50 a junio del 52. Y mientras Pablo se va estableciendo en Corinto (en casa de Aquila y Priscila), Silas y Timoteo llegan a Corinto desde Macedonia, con una gran ayuda económica (aportada posiblemente por los fieles de Filipos y Tesalónica).

         Quizás esta ayuda traída por Timoteo y Silas fue la que permitió a Pablo "dedicarse enteramente a la Palabra" (v.5). No obstante, Pablo preferirá seguir desarrollando su trabajo manual (de artesanía de tiendas), aunque con un nuevo ánimo para "dedicarse enteramente a la Palabra", una vez que tuvo a su lado a su equipo misionero.

         La dedicación completa de Pablo a la Palabra, junto con Timoteo y Silas, provocó el rechazo de los judíos y la decisión de Pablo de dirigirse desde ahora a los gentiles (v.6). Pero no por ello va a dejar Pablo de ser perseguido por los judíos (como volverá a ocurrir muy pronto en Efeso; Hch 18,18). No obstante, y por el momento, rompe Pablo con la sinagoga judía y encuentra el apoyo de Ticio Justo (un temeroso de Dios, cuya casa estaba contigua a la sinagoga). También Crispo (el jefe de la sinagoga) creyó en el Señor con toda su casa.

         Como se ve, Pablo rompe con la sinagoga judía, pero tiene inmediatamente a su disposición 2 comunidades cristianas en 2 casas diferentes: una comunidad gentil y otra judía (vv.7-8). Muchos corintos griegos también creyeron al oír a Pablo, y se bautizaron (v.8).

         Lo que sucedió era lo que Pablo ya temía: que los judíos, de común acuerdo, lo denuncian ante tribunal del procónsul Galión, bajo la acusación de que "éste persuade a la gente para que adore a Dios, de una manera contraria a la ley" (v.13).

         Y lo que narra Lucas, a continuación, no tiene desperdicio: los judíos "agarraron a Sóstenes (jefe de su sinagoga) y le dieron una paliza ante el tribunal de Galión" (v.17). ¿Quienes golpean a Sóstenes? ¿Los judíos frustrados por la mala conducción de Sóstenes del juicio ante el procónsul? ¿O son los corintios no-judíos enojados por el desorden ante el tribunal?

         En cualquiera de los casos, Lucas nos quiere mostrar que la persecución contra Pablo (y contra el cristianismo) se vuelve contra los mismos judíos, sea como división interna entre ellos o sea como persecución externa contra ellos. La situación, favorable para Pablo, le permite a éste quedarse todavía bastantes días en Corinto, antes de seguir su viaje (v.18).

         En ese contexto Pablo tiene en la noche la visión de Jesús que le dice: "Deja de tener miedo, sigue hablando y no calles", pues "un pueblo hay para mi numeroso en esta ciudad" (v.10). La consecuencia de la visión es evidente: Pablo se queda 18 meses en Corinto, enseñando la palabra de Dios (v. 11).

         La presencia de Pablo ante el procónsul Galión (vv.12-18) tiene una importancia histórica de vital importancia, a la hora de elaborar la cronología de Pablo. Galión era procónsul de la provincia senatorial de Acaya, donde se nombraba como procónsul a personas muy respetadas por el Senado romano.

         Galión era hermano del filósofo Séneca e hijo adoptivo de Julio Galión (un rico patricio romano), y había sido nombrado procónsul bajo el emperador Claudio (un cargo que duraba 1 año). Según una Inscripción de Delfos, habría gobernado el año 52. Y si tomó posesión del cargo en verano (como era costumbre), habría gobernado de junio del 51 a junio del 52. Luego Pablo estuvo en Corinto de diciembre del 50 a junio del 52.

Maertens-Frisque

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         Ayer veíamos cómo Pablo salía deprimido y consternado del Areópago de Atenas. Y hoy vemos cómo llega entusiasmado a Corinto, para poner las bases de una nueva comunidad (que será una de las más florecientes de la Iglesia primitiva). Los judíos le rechazan (a excepción de Crispo) y unos cuantos paganos (latinos y griegos) se van convirtiendo, constituyéndose así los cimientos (cosmopolitas) de la nueva comunidad. Pero la consolidación no es repentina.

         Pablo va a permanecer en Corinto un año y medio, y de lo que sucede en Corinto sólo quiero acentuar un dato, quizás irrelevante pero sí llamativo: Pablo se puso a trabajar en la fabricación de tiendas de campaña, en el negocio familiar de Aquila y Priscila.

         La imagen de este Pablo obrero, que se gana el sustento con su propio trabajo, es también modélica para los evangelizadores de hoy. No sólo porque representa un modo de vida semejante al del resto de ciudadanos, y evita sobrecargar las facturas a la comunidad. Sino porque permitió a Pablo (y nos permitiría a nosotros) experimentar por dentro cómo es la vida de trabajo y familia. Por eso, cuando más adelante se consagre enteramente a la predicación de la Palabra, no podrá prescindir del aprendizaje realizado en su particular Nazaret. Y podrá conectar mejor con las preocupaciones y necesidades de sus interlocutores.

         Pablo permanece un tiempo prolongado para acompañar y consolidar la compleja pero ardiente comunidad de Corinto. Buena clave para no querer ver en nuestras tareas éxitos inmediatos, objetivos cumplidos en tiempo récord. Entre la siembra y la cosecha puede pasar mucho tiempo. Es bueno recordarlo hoy que tantas familias religiosas se encuentran en alarma vocacional, en angustia de futuro. Aunque la recogida sea tarde, no por eso la siembra fue inútil. Es cierto que hay en la vida momentos bajos. No más cierto que muchas veces son preludio de momentos de gozo.

Gonzalo Fernández

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         Después de Atenas, Pablo marchó a Corinto y allí se puso a trabajar como tejedor de lona en el negocio de Aquila, al tiempo que misionaba en la sinagoga y empezaba la evangelización de los gentiles. Se trata de un texto que nos da informaciones varias: estancia de Pablo en Corinto (una de sus comunidades más amadas y problemáticas), persecución imperial llegada desde Roma, trabajo diario para ganar el pan, participación valiente en las disputas de la ciudad, oposición de la Buena Noticia de Cristo y desencanto de Pablo respecto del judaísmo.

         Pero quisiera detenerme en el elemento estrella de la evangelización: la cruz, signo de los misioneros apostólicos. Pues como decía San Cirilo de Jerusalén:

"No nos avergoncemos de la cruz del Salvador, antes bien gloriémonos en ella, porque el mensaje de la cruz es escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; mas para nosotros, salvación. Y ciertamente, para aquellos que están en vías de perdición es necedad; mas para nosotros, que estamos en el camino de la salvación, es fuerza de Dios. Porque el que moría por nosotros no era un hombre cualquiera, sino el Hijo de Dios hecho hombre. Si alguno no cree en la virtud de Cristo crucificado, pregunte a los demonios, y si no le convencen las palabras, que mire a los hechos. Muchos han sido los crucificados en el mundo, pero a ninguno de ellos temen los demonios; en cambio, solamente con ver la cruz de nuestro Salvador, los demonios se echan a temblar; porque aquéllos murieron por sus propios pecados, mas él, por los de los demás" (Catequesis, XIII).

         Con el Salmo 97 de hoy cantamos al Señor que revela a las naciones su victoria, como hemos visto en la lectura anterior. También nosotros nos alegramos con esa victoria y decimos:

"Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas y su diestra le ha dado la victoria (su santo brazo). El Señor da a conocer  su victoria, revela a las naciones su justicia, se acuerda de su misericordia y su fidelidad... y todo ello en favor de la casa de Israel. Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad".

Manuel Garrido

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         Un mismo mensajero, unas mismas palabras... y toda una serie de reacciones opuestas, por lo menos en Corinto. Efectivamente, las palabras de Pablo provocan la incredulidad e incluso la hostilidad hacia quien las pronuncia (por un lado), mientras al mismo tiempo provocan en otros la fe.

         Decía San Agustín que "el Dios que te creó sin contar contigo, no te salvará sin ti", y que por eso él nunca se impone, sino que se propone, llegando hasta ahí y no dando un paso más. Está a las puertas de nuestra vida, pero hace falta que libremente lo acojamos. ¡Cuánto nos cuesta aceptar y respetar la libertad del otro! Sobre todo cuando vemos que la está ejerciendo en contra suya.

         Pablo nos enseña en Corinto cuáles son las respuestas que vamos a experimentar en la evangelización: el rencor, el llevar cuenta, el enfado y la despreocupación ("allá se las entienda", "peor para él"...). Y también cuáles han de ser nuestras actitudes ante esas reacciones: la mano pacientemente ofrecida, y mantenida para que pueda ser asida. Una paciencia que tiene como fundamento un amor sin condiciones, que asume y respeta la libertad del otro y que se sigue poniendo a tiro. Sólo así seremos signos, sacramentos, mediaciones de nuestro buen Padre Dios para nuestros hermanos.

         Una vez más se nos muestra que la voluntad salvífica de Dios es universal y para siempre, se vale de todos los medios para hacer llegar la salvación a todos. Y así la incredulidad de los judíos es el medio (el detonante) que provoca en Pablo (y en toda la Iglesia) la apertura del anuncio de la Buena Noticia a los no-judíos a todos los hombres y mujeres de todo el mundo. Si esto no hubiera ocurrido, seguramente ahora el cristianismo sólo sería una secta más dentro del judaísmo.

Juan Artiles

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         Desde Atenas, y seguramente con una cierta sensación de fracaso (a pesar de que se ha constituido un pequeño núcleo de cristianos), Pablo pasa a Corinto, de momento él solo y sin acompañantes.

         Corinto era una ciudad de especial movida, de política romana (capital de la provincia de Acaya) y muy activa en su comercio de Oriente a Occidente, saltando a la fama mundial por sus corruptas costumbres. Aquí va a estar Pablo un año y medio (entre el 50 y el 52), fundando una comunidad cristiana a la que luego escribirá 2 cartas.

         El pasaje de hoy nos da detalles muy expresivos del estilo evangelizador de Pablo:

-trabaja para su propia manutención, al menos hasta que vienen Silas y Timoteo, que le permiten dedicarse de lleno a la predicación;
-colabora con Aquila y Prisca, un matrimonio que acaba de ser expulsado de Roma por el decreto de Claudio (ca. 49), y que se dedica a la fabricación de tiendas;
-va a la sinagoga los sábados, a predicar a Jesús como el Mesías esperado;
-rompe con los judíos, que no le aceptan y que provoca que Pablo se rasgue las vestiduras;
-se dedica a predicar a los paganos, que en buen número se convierten (incluido Crispo, el jefe de la sinagoga).

         En un ambiente difícil como Corinto, Pablo cosecha éxitos y fracasos a la vez. Los judíos le rechazan (salvedad hecha de Crispo), y muchos paganos (latinos, griegos y orientales) se van convirtiendo y constituyendo el núcleo duro de la comunidad, en medio de una ciudad tan predispuesta al anti-evangelio como Corinto.

         Nunca había sido fácil a Pablo hablar de Cristo, pero hacerlo en Corinto... Aprendamos la lección de Pablo, que nunca se quejó de ninguna sociedad paganizada, ni siquiera de esta tan sobrepaganizada. El ejemplo que nos da Pablo, permaneciendo un tiempo prolongado en esta ciudad, nos estimula también a nosotros.

         En efecto, no podemos pretender que las cosas lleguen a cuajar a la 1ª de cambio, y muchas veces la evangelización exige esfuerzos prolongados. Entre la siembra y la cosecha puede pasar mucho tiempo, y puede ser también que recoja los frutos el que no ha sembrado. Pero no por eso ha sido inútil la siembra, sino al contrario.

         También nos da Pablo un ejemplo de desinterés económico. Aunque el que trabaja por la comunidad podría hacer valer el derecho de ser ayudado por la misma comunidad (que es lo que recuerda precisamente a los corintios, en 1Cor 8), él prefiere trabajar (en la fabricación de tiendas) para no ser gravoso a nadie. Los que trabajan en la evangelización deberían evitar siempre toda sospecha de que lo hacen por dinero, aunque reciban la conveniente ayuda para poder dedicarse a su trabajo.

José Aldazábal

b) Jn 16, 16-20

         El tono de la lectura evangélica de hoy está impregnado del mismo espíritu de despedida de Jesús, que, por otra parte, llena todo el discurso de la Ultima Cena. Los apóstoles no entienden de momento las palabras de Jesús: "Dentro de poco ya no me veréis" (refiriéndose a su muerte inminente) y "dentro de otro poco me volveréis a ver" (como anuncio de su resurrección).

         Ante esta próxima despedida por la muerte, Jesús les dice que "vosotros lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará". Pero no será ésa la última palabra: Dios, una vez más, va a escribir recto con líneas que parecen torcidas y que conducen al fracaso. Y Jesús va a seguir estando presente, aunque de un modo más misterioso, en medio de los suyos.

         Las ausencias de Jesús nos afectan también muchas veces a nosotros, y provocan que nos sintamos como en la oscuridad de la noche y en el eclipse de sol. Si supiéramos que "dentro de otro poquito" ya se terminará el túnel en el que nos parece encontrarnos, nos consolaríamos, pero no tenemos seguridades a corto plazo. Sólo la fe nos asegura que la ausencia de Jesús es presencia, misteriosa pero real.

         También a nosotros, como a los apóstoles, nos resulta cuesta arriba entender por qué en el camino de una persona (sea Cristo mismo, o nosotros) tiene que entrar la muerte o la renuncia o el dolor. Nos gustaría una Pascua sólo de resurrección. Pero la Pascua la empezamos ya a celebrar el Viernes Santo, con su doble movimiento unitario: muerte y resurrección. Hay momentos en que "no vemos" y otros en que "volvemos a ver". Como el mismo Cristo, que también tuvo momentos en que no veía la presencia del Padre en su vida: "¿Por qué me has abandonado?".

         Celebrando la Pascua debemos crecer en la convicción de que Cristo y su Espíritu están presentes y activos, aunque no les veamos. La eucaristía nos va recordando continuamente esta presencia. Y por tanto no podemos desalentarnos ni perder el aliento. De ahí que el Espíritu Santo sea el pneuma (lit. aliento) que necesitamos.

José Aldazábal

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         En esta despedida de Jesús, el Maestro hace ver a sus discípulos el contraste entre la vida cristiana y la vida del mundo: "Vosotros entristeceréis y el mundo se alegrará con mi partida". Y es que la cultura moderna nos propone como la verdadera fuente de la felicidad un mundo sin Dios, en donde cada uno puede regir su vida como mejor le parezca. Los cristianos, por el contrario, hemos entendido que la vida sin Dios es caos, destrucción, angustia y soledad.

         Por ello la lucha en nuestro corazón continua, pues no faltan las invitaciones a vivir, si no toda nuestra vida, si muchas situaciones particulares (fiestas, negocios, sexualidad juvenil...) al margen de Dios. Si por nuestra debilidad nos hemos dejado llevar por estas invitaciones, ¡ánimo!, que el Señor no nos ha abandonado. Y si te sientes triste y desanimado porque tu vida atraviesa por un periodo en donde no sientes la cercanía de Dios, ¡ánimo!, que Jesús prometió que tu tristeza se convertirá en gozo. Y Jesús no miente. ¡Ten fe!

         Jesús anuncia a sus discípulos sobre los momentos que vivirán en la pasión. El mundo estará feliz con su crucifixión, y ellos estarán tristes. Igualmente les comunica y nos comunica sobre la fuente de nuestra verdadera alegría. Claramente, esa alegría no está en el mundo, sino todo lo contrario.

         Jesús advierte que mientras nosotros lloramos, el mundo se sentirá satisfecho. Sin embargo eso no debe ser motivo de preocupación para nosotros, pues nuestra tristeza se convertirá en alegría cuando estemos ya de nuevo con nuestro Dios. La alegría del mundo es efímera, mientras la nuestra será eterna.

Ernesto Caro

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         Volvamos nuestros ojos al evangelio de hoy, porque se trata de un texto que, a su modo, alude a los desconciertos. La partida de Cristo tenía que causar desconcierto y dolor entre sus discípulos, y Cristo mismo lo sabe; por eso se anticipa, como saliendo al encuentro de ese dolor, y olvidándose del espantoso suplicio que tendrá que padecer él mismo, trata de sanar en ellos las heridas que todavía no son visibles pero que pronto manaran torrentes de angustia y desconsuelo. ¡Bendito médico, Jesucristo, recibe nuestra gratitud por ese modo tuyo de compadecerte de los males de todos!

         Nuestro Señor es bien realista, y no vive de ilusiones ni se asienta en fantasías. Sabe que lo que viene es espantoso y por eso lo declara con sencillas pero suficientes palabras: "Os aseguro que vosotros lloraréis y gemiréis, mientras que el mundo se sentirá satisfecho". Se trata del 1º paso en su terapia contra el escándalo que ellos habrán de sufrir. Difícil sería decir, en una frase más corta, una descripción tan elocuente y serena. O como diríamos hoy, ¡qué frase más objetiva! Efectivamente, Jesús ama la objetividad.

         Pero no se queda en el dato de la persecución. No hace del miedo una muralla ni hace de la tristeza una casa para habitar. El miedo es una puerta; la tristeza es una grada del camino. Jesús lo explica a los suyos de 2 modos: en cuanto a él mismo y en cuanto a lo que ellos habrán de vivir.

         En cuanto a él, porque les da a conocer cuál es el término propio de su partida. Jesús no sale de este mundo hacia la nada, hacia el absurdo o hacia el piélago de la muerte sin fondo. Va hacia el Padre. Parece imposible que el camino hacia el Padre incluyo salivazos, clavos y sangre, azotes y espinas, pero así es, y con la misma firmeza con que reconocemos el poder del terror hemos de proclamar la fuerza incontenible del amor. Es lo que hace el Señor.

         En cuanto a ellos, todo queda condensado en la bella frase: "Vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría". Es algo que no resulta fácil de entender en un 1º momento pero que luego se vuelve casi una ley para el creyente: detrás de cada montaña de obstáculos hay un valle de consuelos; más allá del mar de las incertidumbres está la playa del descanso y el encuentro fraterno; por encima de la más espesa noche ya prepara su nacimiento la más hermosa aurora.

Nelson Medina

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         Hoy contemplamos de nuevo la Palabra de Dios con la ayuda del evangelista Juan. En estos últimos días de Pascua sentimos una inquietud especial por hacer nuestra esta Palabra y entenderla. La misma inquietud de los primeros discípulos, que se expresa profundamente en las palabras de Jesús ("dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver"; Jn 16,16) concentra la tensión de nuestras inquietudes de fe, de búsqueda de Dios en nuestra vida cotidiana.

         Los cristianos del s. XXI sentimos la misma urgencia que los cristianos del s. I. Queremos ver a Jesús, necesitamos experimentar su presencia en medio de nosotros, para reforzar nuestra fe, esperanza y caridad. Por esto, nos provoca tristeza pensar que él no esté entre nosotros, que no podamos sentir y tocar su presencia, sentir y escuchar su palabra. Pero esta tristeza se transforma en alegría profunda cuando experimentamos su presencia segura entre nosotros.

         Una presencia que, como recordaba Juan Pablo II en su  Ecclesia de Eucharistia, se concreta específicamente en la eucaristía:

"La Iglesia vive de la eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia. Ésta experimenta con alegría cómo se realiza continuamente, en múltiples formas, la promesa del Señor: He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. La eucaristía es misterio de fe y, al mismo tiempo, misterio de luz. Cada vez que la Iglesia la celebra, los fieles pueden revivir de algún modo la experiencia de los dos discípulos de Emaús: Se les abrieron los ojos y lo reconocieron (Lc 24,31)".

         Pidamos a Dios una fe profunda, una inquietud constante que se sacie en la fuente eucarística, escuchando y entendiendo la palabra de Dios; comiendo y saciando nuestra hambre en el cuerpo de Cristo. Que el Espíritu Santo llene de luz nuestra búsqueda de Dios.

Joan Pulido

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         En el evangelio de hoy Jesús insiste en su ausencia "por un tiempo". La comunidad de discípulos estaba segura junto a su maestro, y dicha ausencia de Jesús durante la Pasión supuso un tiempo de angustia y sobresalto para el grupo.

         El grupo de discípulos no comprendía cabalmente que el camino de Jesús pasase por la cruz. El "no entendemos de qué está hablando" se refiere a la aceptación y a la comprensión del misterio de la Pasión. La gloria de Dios se manifiesta en el hombre macerado por la injusticia.

         Se trata de una extraña contradicción, que entraña la verdadera fe en Jesús. El camino hacia el cielo es el difícil peregrinar por los duros caminos de la oscura realidad de la historia. Allí Jesús nos sale al encuentro: en los gratos momentos de la fiesta, la alegría y la celebración; igualmente, en los ásperos sinsabores del servicio a los hermanos. De este modo, el grupo de seguidores comprende que la comunión con los hermanos es necesariamente comunión con el Dios crucificado.

         En esta despedida de Jesús a sus discípulos, que viene haciéndose cada vez más intensa en contenido, en cada aseveración quedarán enseñanzas de vital importancia para la iglesia. Primero observamos que Jesús ya se ha dado cuenta de lo impactante que va a resultar su ausencia para el grupo. Después de compartir juntos tantos momentos, el hecho de tener que irse va a ser algo negativo por la inseguridad que esto pueda originar. A pesar de eso, esta ausencia tiene que darse, porque de ella dependerá la madurez y supervivencia de las futuras comunidades.

         Los discípulos parecen sorprendidos por las palabras de Jesús, no comprenden lo que quiere decir con ese "me voy al Padre". Él sólo les ha querido decir lo necesario que es el que la opción por el Reino se debe hacer en completa libertad, para lo cual se precisa de un proceso interior que ellos deben experimentar solos. En la medida que crezcan en libertad su decisión va a ser el fruto de una opción y no algo forzado por la "no obligación" sentida ante Dios.

         Todas nuestras comunidades, en su proceso de conversión, deben ser conocedoras de que todas las iniciativas del camino que conduce al Reino no están puestas exclusivamente en Dios. También nosotros estamos ahí comprometidos. Dios no va hace nada sin nosotros, no va a imponer nada. Dios respeta nuestra libertad. Y por eso nosotros debemos responderle desde nuestra libertad, individual y grupal.

         Esa madurez que Dios nos pide que tengamos, de cara a la aceptación libre y por convicción de su proyecto, es de vital importancia para nuestra vida, ya que cada persona, a pesar de no perder nunca la posibilidad de apoyarse en Dios siempre que sea necesario, sea también responsable de su salvación individual y grupal.

Servicio Bíblico Latinoamericano

c) Meditación

         Tropezamos hoy en el evangelio con unas palabras pronunciadas por Jesús que resultaron enigmáticas e inquietantes para sus discípulos. De ahí que generaran perplejidad y se tradujeran en comentarios e interrogantes, sobre todo cuando les dijo: Dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver.

         Nuestra visión actual de los acontecimientos (a posteriori) nos permite encontrar una explicación razonable a estas concisas palabras, que podemos referir a su muerte y resurrección: Dentro de poco ya no me veréis (porque con mi muerte y sepultura dejaréis de verme) pero poco más tarde me volveréis a ver (porque con mi resurrección de entre los muertos os daré ocasión de verme, al menos fugazmente, de nuevo).

         Pero la perspectiva que nosotros tenemos hoy de los hechos no es la que tenían aquellos discípulos, que veían las cosas, todavía por cumplir, de manera incompleta y proyectiva.

         Lo que Jesús les anunciaba por anticipado era futuro para ellos, y el futuro es siempre impredecible. Sobre él sólo caben conjeturas y especulaciones. Por eso, y dado el carácter enigmático de estos asuntos, se hacen preguntas: ¿Qué significa ese poco y ese me voy con el Padre? Porque las palabras de Jesús eran alusivas, pero no aclaraban demasiado.

         Ni siquiera lo que añade a continuación Jesús, saliendo al paso de la zozobra y la perturbación provocada en el corazón de sus oyentes, deshace la niebla del misterio. Jesús recalca, sin aclarar: Os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.

         Poco es un adverbio de cantidad que hace referencia al escaso tiempo que le queda de estar con ellos, y de que ellos puedan verle como le ven ahora. Y Padre es el nombre familiar que Jesús da a ese Dios de quien se siente Hijo. Pero ¿no está Jesús ya con el Padre? ¿Y qué necesidad tiene de ir con él como si tuviera que hacer un tránsito para estar a su lado?

         Parece que mientras el Hijo esté en este mundo no podrá estar del todo con el Padre, porque para estar en este mundo corpóreo ha tenido que dejar en cierto modo el seno del Padre, que es su lugar de origen. Ir con el Padre es aquí volver a ese lugar de procedencia, pero no sin antes haber completado la misión para la que ha venido a este mundo.

         Volver al Padre es tornar a su morada original o entrar en la gloria que le corresponde en cuanto Verbo y en cuanto hombre glorificado, algo que implica muerte y resurrección (pues sin resurrección no hay glorificación de la carne, y sin muerte no hay resurrección). Esta vuelta es abandono de este mundo y de cuantos pertenecen a él. Es, por tanto, despedida, aunque no necesariamente sin retorno.

         Pero las despedidas de los seres queridos suelen teñir casi siempre el horizonte de un halo de tristeza. No es extraño por tanto que los que pasan por esta experiencia tengan en gran medida un sentimiento de orfandad, y les sobrevenga la tristeza y el llanto. El mundo, en cambio, que vive con indiferencia esta despedida, que es ajeno a esta venida y a esta vuelta del Salvador, podrá permanecer alegre o podrá seguir festejando la vida de la que le es permitido disfrutar.

         Algunos incluso se alegrarán con su desaparición, porque su presencia les resultaba incómoda, perturbadora o inoportuna. Es el caso de todos aquellos que se alegrarán con su muerte, porque se habrán quitado de en medio un problema de difícil resolución.

         Estaréis tristes, les dice Jesús a sus discípulos, pero muy pronto vuestra tristeza se convertirá en alegría. Es la alegría que aquellos seguidores, apenados y temerosos por el arresto y ejecución de su Maestro, experimentaron al ver a su Señor resucitado, y que experimentarán al ver venir al Hijo del hombre entre las nubes del cielo; es la alegría del reencuentro jubiloso que presagian los mártires en su camino hacia el martirio.

         También aquí se podría decir que "donde abundó la tristeza, sobreabundó la alegría", porque si la tristeza es fruto de la ausencia del ser querido, la alegría lo será de su presencia, una presencia menos efímera pero más luminosa y duradera: la presencia, ya incuestionable para sus testigos, del Señor en su parusía.

         Si el Señor nos encuentra a la espera de su venida en gloria, nos encontrará alegres, porque todo el que aguarda un acontecimiento gozoso no puede dejarse abatir por la tristeza aun estando en situación aflictiva.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ·CID, doctor en Teología

 Act: 09/05/24     @tiempo de pascua         E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A