6 de Mayo

Lunes VI de Pascua

Equipo de Liturgia
Mercabá, 6 mayo 2024

a) Hch 13, 46-49

         "Nos embarcamos en Troade y fuimos derechos a Samotracia, y al día siguiente a Neápolis. Y de allí pasamos a Filipos". La lectura de esas palabras ha de ir acompañada de la oración, pues en la simplicidad de dicho relato de viaje se esconde ¡la 1ª penetración del evangelio en Europa! En efecto, los que habitamos este continente somos cristianos porque un día Pablo pisó la playa de Neápolis y descendió de aquel barco que provenía de Troade (antigua Troya y actual Canakale).

         Efectivamente, la epopeya misionera de los apóstoles da aquí su paso decisivo y se adentra en Europa, hasta entonces tierra de misión. La aventura de la fe había comenzado en Jerusalén, junto a una tumba vacía, y de ahí se había extendido a Samaria y Antioquía de Siria, hasta llegar a Asia Menor. Y he aquí que, en su extremo occidental (Troade), aborda un nuevo continente.

         Nos encontramos probablemente en la primavera del año 50, unos 20 años después de que Jesús "diera su vida" y resucitara. En los siglos siguientes, esa misma corriente de vida llegará a todos los países, ¡y estamos todavía en los comienzos! Queda mucho por hacer. ¡Envía, Señor, a un nuevo San Pablo a este continente europeo.

         "Un sábado salimos fuera de la ciudad (de Filipos), a orillas de un río y a un lugar donde la gente solía reunirse para orar". La 1ª ciudad de Europa donde se instala Pablo es Filipos, y allí será fundada la 1ª comunidad cristiana de este continente, a la que pronto dirigirá su Epístola a los Filipenses.

         Notemos que el relato de los Hechos de los Apóstoles, que hasta aquí estaba escrito en 3ª persona del singular o del plural ("hicieron esto", "hizo aquello") pasa ahora a la 1ª persona del plural ("nos instalamos a orillas de un río").

         Ocurre esto porque Pablo había zarpado de Antioquía con su neófito Lucas, recién convertido de Antioquía y a quien el apóstol embarcará en sus aventuras misioneras, como su "médico querido". De ahora en adelante, Lucas será el compañero de viaje y el confidente directo de Pablo. Cuando leamos el evangelio de Lucas, pues, sepamos que lo que hay detrás es la predicación de Pablo, la manera de hablar Pablo de Jesús.

         "Nos dirigimos a algunas mujeres". Así empezó la misión en Europa: unas mujeres reunidas para orar. Son un pequeño grupo, que no disponen de un local aclimatado para sus reuniones, y que tienen que reunirse fuera de esa gran ciudad pagana. Se reúnen junto a las cristalinas aguas del río, bajo los eucaliptos, y allí se ponen a orar. Y es allí donde Pablo ha ido a su encuentro. La gran ciudad, tan cercana, ignora el acontecimiento histórico que comienza con ellas.

         "Y una de ellas, llamada Lidia, vendedora de púrpura, nos escuchaba". Pablo habla. Pero es Dios quien dispone el corazón para la escucha. Y esta 1ª creyente europea, que es una comerciante (una jefa de empresa, como diríamos hoy) es una mujer decidida. Acto seguido pide el bautismo, y ofrece la hospitalidad de su casa a los misioneros ambulantes. Señor, da ese dinamismo a todos los cristianos.

Noel Quesson

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         Se nos narra hoy el momento en que irrumpe por 1ª vez el cristianismo en Europa. Por tanto, se nos invita a hacer una acción de gracias y, en un 2º momento, a hacer una lectura creyente de la situación de Europa: constitución europea, unión, desajustes, diferentes intereses y proyectos comunes... el bien común (¿de todo el mundo, del 1º mundo, del 3º, de Europa?). Por encima del interés de un solo país.

         De la palabra de Dios de hoy, quiero hacerme eco de 2 frases. La primera es "el Señor le abrió el corazón (a Lidia) para que aceptara lo que decía Pablo". Es decir, que el protagonista es el Señor, y no Lidia (cuyo papel es de momento pasivo).

         A la luz de esta frase será bueno recordarn que lo nuestro no es tanto buscarle a él, sino no escondernos de su búsqueda; no tanto hablarle, sino escucharle; no tanto hacer cosas por él, sino dejar que él las haga en nosotros. No se trata de emprender, sino de secundar su impulso, de consentir a su acción. Lo mejor que podemos hacer siempre por Dios es tratar de no ser un impedimento a lo que él está constantemente intentando hacer en nosotros.

         La 2ª frase es "si estáis convencidos de que creo en el Señor". Nos recuerda ahora Lidia que además de la responsabilidad de dar testimonio, tenemos la responsabilidad-servicio de confirmar la fe de los otros. ¿No os parece que nos dejamos vencer con demasiada frecuencia por la tentación de no decir nada, de no pronunciarnos, de "no ser quién para decir algo" sobre la vivencia de fe de otros?

         Esta responsabilidad-servicio sigue siendo necesaria hoy. La ejercemos (o no) cuando admitimos a alguien para que reciba un determinado sacramento. También la ejercemos (o no) cuando somos testigos de ese acontecimiento (un bautizo, una boda, una confirmación...), porque nuestra presencia es también aval de lo fundado que está ese acontecimiento en la vida de fe de esa persona.

Juan Artiles

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         La misión en Europa comienza por una conversión. Pablo predica, pero es Dios quien abre el corazón de Lidia y la conduce a la fe y al  bautismo. La hospitalidad de Lidia no es mera cortesía oriental, sino una auténtica manifestación de caridad cristiana, como verdadero fruto de la fe. Esta fe que profesamos y renovamos en la celebración eucarística tiene que fructificar en una vid de auténtica unión. Comenta, a ese respecto, San Juan Crisóstomo:

"Qué sabiduría la de Lidia! ¡Con qué humildad y dulzura habla a los apóstoles: Si juzgáis que soy fiel al Señor. Nada más eficaz  para persuadirlos que estas palabras hubiesen ablandado cualquier corazón. Más que suplicar y comprometer a los apóstoles, para que vayan a su casa, les obliga con insistencia. Ved cómo en ella la fe produce sus frutos y cómo su vocación le parece un bien inapreciable" (Homilías sobre Hechos, XXXV).

         Y continúa diciendo el doctor bizantino:

"Nada puede hacerte tan imitador de Cristo como la preocupación por los demás. Aunque ayunes, aunque duermas en el suelo, aunque (por decirlo así) te mates, si no te preocupas del prójimo poca cosa hiciste, aún distas mucho de su imagen" (Homilía sobre I Corintios, 9).

         El contenido del anuncio cristiano, para el que Dios abre el corazón del hombre, es la victoria de Jesucristo sobre sus enemigos, especialmente sobre la muerte. Por eso nos alegramos con el Señor y le cantamos con el Salmo 149 de hoy:

"Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles, que se alegre Israel por  Creador, los hijos de Sión por su Rey. Alabad su nombre con danzas, cantadle con tambores y cítaras, porque el Señor ama a su pueblo, y adorna con la victoria a los humildes. Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas con vítores a Dios en la boca".

         La objeción del Espíritu de Jesús a los planes de Pablo permite que la misión se encamine hacia Europa. Filipos era una colonia romana, con una población mayoritariamente griega y romana. Pablo insiste en buscar, por lo menos, simpatizantes del judaísmo. Ante la ausencia de sinagoga, los prosélitos simpatizantes de la religión judía se reúnen los sábado cerca del río para orar. Allí acude Pablo y los trata de convencer.

         La comunidad dirigida por el Espíritu, identificada por el nosotros (Hch 16, 10-11), anuncia el evangelio a las mujeres. Lidia, una comerciante de telas finas, por mediación del Señor presta atención al mensaje de Pablo. Recibe el bautismo junto a toda su familia. Como se ha visto en anteriores ocasiones (Hch 9, 36-43), las mujeres animan la comunidad cristiana. En el caso de Lidia, ella, como cabeza de hogar, encamina a toda su familia hacia el evangelio.

Manuel Garrido

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         Conducidos por el Espíritu, como leíamos el sábado pasado, Pablo y sus acompañantes se deciden a dejar Asia y entrar en Europa. Y así llegan a Filipos, una de las grandes metrópolis de Macedonia.

         Filipos era una colonia romana, y no parece que hubiera en ella ninguna sinagoga judía. Por tanto, Pablo va a buscar a las orillas del río, donde unas personas piadosas (sobre todo mujeres, que desde siempre y en todas las culturas se han distinguido por su religiosidad) se reúnen para rezar. Entonces, Dios "abre el corazón" de una de ellas (Lidia, vendedora de púrpura), para que se convierta. Será la 1ª europea que cree en Jesús. Y además, es una mujer hospitalaria, que invita a Pablo y los suyos a hospedarse en su casa.

         La comunidad cristiana de Filipos recibió más tarde una de las cartas más amables de Pablo: señal que guardaba recuerdos muy positivos de ella. No es extraño que el salmo sea optimista, porque la entrada de la fe cristiana en Europa ha sido esperanzadora: "El Señor ama a su pueblo, cantad al Señor un cántico nuevo".

         Pablo se adaptaba a las circunstancias que iba encontrando. A veces predicaba en la sinagoga, otras en una cárcel, o junto al río, o en la plaza de Atenas. Si le echaban de un sitio, iba a otro. Si le aceptaban, se quedaba hasta consolidar la comunidad. Pero siempre anunciaba a Cristo.

         Así, la comunidad cristiana (en su nivel universal y en el local) debería tener tal convicción de la Buena Noticia que, conducida por el Espíritu de Jesús, no debería conocer barreras, y anunciar la fe en Asia y en Europa, en Africa y en América. En grandes poblaciones y en el campo, en ambientes favorables y en climas hostiles, en la escuela y en los medios de comunicación. Cuando nos ofrecen hospedaje amable y cuando nos detienen o persiguen.

         Y cada uno de nosotros, si en verdad estamos llenos de la Buena Noticia de la Pascua del Señor y nos dejamos comunicar su vida, deberíamos dar testimonio de nuestra fe en cualquier ambiente en que nos toque vivir, desde nuestra familia hasta el trabajo y toda actividad social.

José Aldazábal

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         Escuchamos hoy la gesta evangelizadora que llevó el evangelio del Medio Oriente a Europa, logrando la constitución de comunidades cristianas que, a su vez, se hicieron misioneras. Hoy escuchamos parte de uno de esos nosotros que, según explicábamos el sábado pasado, aparecen como si hubieran sido escritos por un testigo presencial.

         El itinerario transcurre por la parte norte del mar Egeo: el puerto de Troas (o Troade) en el litoral asiático, la isla de Samotracia y el puerto de Neápolis (ya en territorio macedonio). De dicho puerto el grupo misionero va un poco hacia el interior de la península balcánica, a una ciudad de Filipos que, como el mismo texto anota, era una de las más importantes ciudades de la provincia romana de Macedonia.

         El nombre de la ciudad evocaba al gran Filipo II de Macedonia, que en el s. III a.C la había fundado sobre un lugar muy bien escogido, con fuentes abundantes de agua, cerca de importantes yacimientos de metales preciosos y rodeada de campos muy fértiles.

         Cuando Filipos es visitada por los misioneros cristianos, es una ciudad completamente romanizada, habitada por los veteranos del ejército romano y con sus habitantes dotados de ciudadanía romana, con todos los privilegios e instituciones de una ciudad libre. A sus antiguos dioses de Grecia se habían sumado los de Roma, e incluso hay testimonios arqueológicos de otros cultos exóticos (egipcios y orientales).

         La colonia judía debía ser muy pequeña ya que, al parecer, por el relato de Hechos, no tenían ni siquiera una sinagoga, sino que los pocos simpatizantes del judaísmo, principalmente mujeres, se reunían al aire libre, en las afueras, a orillas de un riachuelo.

         Si nos hemos demorado en la descripción de la ciudad se debe a que la comunidad cristiana fundada allí por Pablo y sus compañeros llegó a ser importante. Pablo le dirigió la famosa Carta a los Filipenses que, según algunos eminentes exégetas, es el resultado de la fusión de al menos 2 cartas recibidas del apóstol por esa comunidad.

         Además, los vínculos entre Pablo y los cristianos de Filipos fueron estrechos y emotivos, hasta el punto de que solo de ellos se dejó Pablo ayudar económicamente (Flp 4, 10-20). Y todo ello compuesto por una comunidad de mujeres (extranjeras, comerciantes...) en cuya casa terminaron hospedándose los misioneros, y algunas otras simpatizantes judías.

Confederación Internacional Claretiana

b) Jn 15, 26-16, 4

         Ya el sábado pasado escuchábamos cómo Jesús, en su cena de despedida, avisaba a los suyos que serían odiados por el mundo, porque el mundo ama a los suyos, y los discípulos de Jesús, en principio, aunque "están en" el mundo, "no son del" mundo. Ahora les sigue anunciando dificultades: les excomulgarán de las sinagogas, y "llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios".

         Este sufrimiento de los cristianos se ve como una continuación del mismo de Cristo, a quien tampoco le aceptó el mundo. A ellos también les perseguirán, pues "el siervo no puede ser más que el señor". Lo que no quiere Jesús es que cuando llegue esa hora "no se tambalee vuestra fe", sino que "os acordéis de que yo os lo había dicho".

         El encargo fundamental para los cristianos es que den testimonio de Jesús, como éste mismo les recordó el día de su ascensión: "Seréis mis testigos en Jerusalén, y en Samaría, y en toda la tierra, hasta el fin del mundo".

         Pero hay un factor muy importante para que esto sea posible: para esa hora del mal y del odio, les promete la fuerza de su Espíritu, que van a necesitar para poder dar ese testimonio. Al Espíritu (de quien desde ahora hasta Pentecostés las lecturas van a hablar con más frecuencia) le llama Paráclito, palabra griega (para-cletos) que viene a significar abogado defensor (ad-vocatus en latín). Le llama también "Espíritu de la Verdad", que va a dar testimonio de Jesús. Con la ayuda de ese Abogado sí que podrán dar también ellos testimonio en este mundo.

         Si celebramos bien la Pascua (y estamos en su 6ª semana) ése debe ser uno de los signos de que nos estamos dejando comunicar la vida nueva del Resucitado y de su Espiritu: la valentía en dar testimonio de Jesús.

José Aldazábal

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         La Iglesia va preparando a los cristianos para el tiempo de la desaparición visible de Jesús, que comienza el día de la Ascensión (el próximo domingo), y quiere que aguardemos con ansia al Espíritu Santo, que es el que va a conducir la vida de los cristianos a través de este mundo hasta el encuentro definitivo con Dios.

         El evangelio trae un anuncio grave del Señor para el tiempo posterior a su elevación a los cielos. Asegura que el Paráclito, el Espíritu Santo que él prometía como abogado, que es el Espíritu de Verdad y que "dará testimonio de él". El Espíritu descubrirá la verdad sobre los acontecimientos de la vida de Cristo, y los apóstoles también darán testimonio de Cristo (ya que estuvieron con él "desde un principio").

         Es misión del Espíritu Santo revelar a los apóstoles toda la verdad sobre Cristo, sobre sus hechos, sobre su vida y su muerte, y fortalecerlos para que sean capaces de dar testimonio. Porque ser testigo significa "confesar la verdad" con todas las consecuencias, exponiéndose, arriesgándose y dando la cara.

         El término testigo el algo inédito del NT, y viene a ser utilizado por sus autores con el sentido de mártir: dar la cara y la vida, confesando con la sangre la Verdad. No solamente la muerte por Cristo sino también la vida cristiana, vivida con todas sus consecuencias, tiene un valor de martirio, y por ello de testimonio.

         En boca de Jesús, la misión de testigos asignada a los apóstoles es misión de mártires. Y se lo advierte para que no se extrañen: sufrirán persecuciones y hasta serán asesinados. ¿Por quién? Por "los que no han conocido al Padre ni a Cristo", los que no han querido conocerlos, los que no han reconocido en ellos a Dios, los que no se quieren someter al plan de Dios.

Noel Quesson

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         Jesús reitera una vez más la promesa del Espíritu Santo, el defensor enviado por el Padre (por la intercesión de Jesús) y el Espíritu de la Verdad. Aquí entendemos la verdad como la absoluta transparencia, la coherencia de vida, la autenticidad. Por eso este Espíritu dará testimonio de Jesús, y confirmará la misión realizada por él.

         La promesa del Espíritu está orientada a fortalecer la frágil fe de los discípulos, asediados por las persecuciones y señalamientos y fácilmente dados a caer y abandonar el camino de Jesús. La misión del Espíritu será, entonces, fortalecerlos en la fe.

         El rechazo de los judíos y la persecución cruenta de los romanos caracteriza la vida de las primeras comunidades. Muchos se apartaron de la comunidad por temor a la persecución y a la muerte. Por eso Jesús les asegura la presencia del Espíritu para quienes perseveren hasta el final.

         También nosotros podemos claudicar fácilmente, pues los ídolos de hoy nos asedian por doquier. La publicidad, la sensualidad, el mundo ilusorio que nos muestran los medios masivos de información... todos ellos se convierten en una verdadera amenaza para el seguimiento de Jesús.

         Por eso necesitamos la luz del Espíritu de Jesús, para mirar con ojos críticos la realidad, para no traicionar la causa de Jesús a pesar de las presiones. Necesitamos el amor del Espíritu para vivir en radicalidad el compromiso con nuestros hermanos más pobres a pesar de las persecuciones y señalamientos.

         ¿Qué dificultades encontramos hoy en la vivencia del evangelio? ¿Qué mecanismos estamos utilizando para fortalecernos y animarnos frente a las dificultades?

Carlos Oliveras

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         En el evangelio de hoy se empieza a ver la reacción que provoca la comunidad de Jesús en la jerarquía sacerdotal judía. Y se empieza a presentir que vendrán tiempos duros en los cuales se tendrá que pasar incluso por el martirio, que será señal de un elemento de identificación y unión con el proyecto de Jesús.

         En medio de esta persecución aparecerán ofertas que tienten el corazón incluso de los líderes más convencidos de la razón de su causa. Muchos podrán sentir también un gran desánimo cuando vean a otros caer. Pero en medio de estos momentos difíciles, Jesús va a estar siempre presente con el Espíritu en el alma de la comunidad. Esta fuerza va a acompañar a quienes lo estén testimoniando.

         El Espíritu Santo se mostrará a través de la vida de la comunidad. Quienes se hayan decidido transparentar a Jesús quedarán también absorbidos por el Espíritu de Jesús, porque el Padre, el Hijo y el Espíritu son inseparables, donde esté uno están siempre los tres. Ninguno se puede separar de los otros, y a quien inhabita uno ya lo inhabitan los tres. El Espíritu va a dar a la persona la fuerza para que pueda convencer al mundo de su pecado.

         Por eso es por lo que los enemigos de Jesús quieren eliminar a sus seguidores, porque cada vez que ellos en su comportamiento muestren un comportamiento distinto al del mundo desenmascararán la maldad presente en este. Luego el Espíritu será el encargado de juzgar al mundo porque no está humanizado como debe ser. Entonces, cuando un cristiano transparenta a Jesús, de suyo está actuando contra el mundo malo, a favor del mundo nuevo, el deseado por Dios.

José A. Martínez

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         El evangelio de hoy es tan actual como en los años finales del evangelista Juan. Ser cristiano entonces no estaba de moda (más bien era bastante peligroso), como tampoco no lo está ahora. Si alguno quiere ser bien considerado por nuestra sociedad, mejor que no sea cristiano, porque entre muchas cosas, le "expulsarán de su sinagoga" (Jn 16, 2).

         Sabemos que ser cristiano es vivir a contracorriente: lo ha sido siempre. Incluso en épocas en que "todo el mundo" era cristiano: los que querían serlo de verdad no eran demasiado bien vistos por algunos. El cristiano es, si vive según Jesucristo, un testimonio de lo que Cristo tenía previsto para todos los hombres; es un testigo de que es posible imitar a Jesucristo y vivir con toda dignidad como hombre.

         Esto no gustará a muchos, como Jesús mismo no gustó a muchos y fue llevado a la muerte. Los motivos del rechazo serán variados, pero hemos de tener presente que en ocasiones nuestro testimonio será tomado como una acusación.

         No se puede decir que Jesús fuera pesimista, pues lo que hace es describir victoriosamente la andadura de la Iglesia y el triunfo final del reino de Dios. Tampoco se puede decir que él no hubiese tenido que sufrir las mismas cosas que describe. Lo que no esconde es la realidad de las cosas, ni la sustancia de la vida cristiana: la lucha.

         Una lucha que es para todos, porque no hemos de vencer con nuestras fuerzas. El Espíritu Santo lucha con nosotros. Es él quien nos da las fuerzas, es él el Protector, es él quien nos libra de los peligros. Con él al lado nada hemos de temer. El propio evangelista (Juan) confió plenamente en Jesús, y le hizo entrega de su vida. Y aprendió a confiar en el enviado por Jesús: el Espíritu Santo.

Jordi Pou

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         Dos temas podemos destacar de la lectura del evangelio de Juan, sin olvidar que seguimos leyendo los cap. 13-17 (los llamados discursos de despedida de Jesús durante la Ultima Cena). En 1º lugar la reiterada promesa del envío del Espíritu Santo, aquí llamado "Espíritu de la Verdad". No porque vaya a revelar a los discípulos teorías abstractas, verdades filosóficas o teológicas. Sino porque procede del que es verdadero por antonomasia: el mismo Dios, porque trae su energía creadora y salvadora, la verdad del amor y del perdón, las verdades que se convierten en realidades de vida para quien lo recibe.

         Este Espíritu de la Verdad dará testimonio de Jesucristo, y hará que muchísimos seres humanos, a lo largo de los siglos, aceptemos su Palabra, nos acojamos a su salvación, nos integremos a la comunidad de sus discípulos. Nos dará fuerza y sabiduría, también a nosotros para seguir testimoniando, como los primeros predicadores cristianos, la verdad del amor de Dios que ofrece su salvación a todos los seres humanos.

         En 2º lugar, Jesús anuncia a sus discípulos las persecuciones y contradicciones a que se verán sometidos. De parte de los judíos que expulsarán de sus sinagogas a quienes se atrevan a confesarlo como Mesías e Hijo de Dios. Y de parte también de los poderosos del mundo que llegarán incluso a dar muerte a los cristianos, creyendo que hacen algo grato a Dios.

         Fue lo que pasó durante las persecuciones del Imperio Romano contra los cristianos, a los que acusó de impiedad y de ateísmo porque no adoraban las divinidades de su estado totalitario. Y lo que sigue pasando en tantos lugares del mundo, ahora en nuestro tiempo, cuando se persigue a los cristianos por oponerse a regímenes inhumanos cuyo dios es la fuerza y el poder del dinero.

         Jesús ha anunciado a sus discípulos que serán partícipes de sus sufrimientos, pero que el Espíritu de la Verdad los alentará para que su fe no desfallezca. Y que al final, recibirán los mártires el don supremo de la resurrección. Podríamos preguntarnos hasta qué punto somos dóciles al Espíritu que Jesús envía a su Iglesia, hasta que punto nos abrimos a su influjo, acatamos sus inspiraciones. Y podríamos preguntarnos también qué haríamos si nos persiguieran por ser cristianos. ¿Estaríamos dispuestos a continuar siendo cristianos?

Confederación Internacional Claretiana

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         El evangelio de hoy nos presenta un pasaje muy significativo para comprender la situación de la comunidad primitiva. En concreto, una triple cuestión: el testimonio, la expulsión de la sinagoga y la persecución.

         La comunidad se presenta como un testigo fiel del resucitado, que comunica una experiencia de vida. Sus palabras tratan de encender la luz de la verdad allí donde se ha establecido una forma cerrada de pensar. Pronto se enfrenta al fanatismo religioso de sus opositores, que consideraban insulso cualquier testimonio a favor de Jesús. A pesar de esto, la comunidad se mantuvo fiel en el amor a la verdad y en la amistad con Jesús. Esta actitud le ayudó a hacer frente al embate judío.

         Los cristianos fueron expulsados del mundo judío hacia el año 50, y para la primitiva comunidad esta situación constituyó una experiencia dolorosa, así como perder en muchas regiones gran influencia social. Por esto, en el evangelio casi siempre aparecen los judíos como una autoridad amenazante.

         Además, en el mundo judío seguía predominando el Partido Fariseo, desde el liderazgo que asumió tras la destrucción de Jerusalén (ca. 70). Para los cristianos, la exclusión de la sinagoga no sólo significaba una marginación de tipo religioso, sino que ponía también en peligro su capacidad de supervivencia en un medio mayormente hostil.

         La persecución era evidente, y los defensores del fanatismo se creían con la autoridad para oprimir a los disidentes. Más aun, creían dar culto a su dios dando muerte a sus opositores. Una religión que cree tener el derecho fundamental a matar, excluir u oprimir a sus opositores ciertamente, tiene por culto la muerte. Jesús se opuso radicalmente a esta mentalidad, y siempre se empeñó en dar vida a su pueblo.

Servicio Bíblico Latinoamericano

c) Meditación

         Jesús es consciente de que su vida terrena está llegando a su fin, y por eso muestra hoy su deseo de que la misión para la que ha sido enviado no quede truncada y sí tenga continuidad. Es lo que anuncia a sus discípulos: el envío y presencia de un enviado suyo, el Paráclito, el Espíritu de la verdad. Él prolongará su misión en la historia junto con sus discípulos y testigos, y el propio Jesús será el encargado de enviarlo desde el Padre, una vez que haya vuelto al Padre.

         Si la misión principal del Hijo había sido dar testimonio del Padre, la misión del Espíritu consistirá esencialmente en dar testimonio de Jesús, junto con aquellos testigos que habían permanecido con él desde el principio.

         Semejante testimonio tendrán que darlo en las situaciones más diversas y adversas, en medio de pruebas y dificultades. Lo anuncia Jesús: Os excomulgarán de la sinagoga (y así fue, pues los primeros cristianos fueron expulsados literalmente de la sinagoga); más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte, pensará que da culto a Dios (puesto que creerá que elimina un elemento maléfico, o cismático, o herético). Pero esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí.

         Jesús invoca, pues, un motivo de ignorancia (de desconocimiento culpable de su persona y del propio Dios Padre), el cual les llevará a incurrir en semejante error, confundiendo la verdad con la mentira y creyendo contribuir a extirpar el mal mientras se está dando muerte a los cristianos (a los otros cristos y, por tanto, otros ungidos por el Espíritu y enviado de parte del Padre).

         Con estas palabras Jesús quiere poner a los discípulos sobreaviso, para que cuando sucedan estas cosas no se derrumben y conserven la fe que les permita mantenerse en pie. Os he hablado de esto no para meteros miedo, sino para que no se tambalee vuestra fe.

         Es importante que sus testigos mantengan la fe, porque sin fe todo se vendría abajo, cesaría el testimonio (la evangelización) y se interrumpiría la misión. Ya no habría conversiones, ni se incrementaría la vida cristiana en el seno de las comunidades.

         Pero el Paráclito, también testigo de Jesucristo, no puede permitir esta ruina, ni que se debilite la fe de los testigos hasta el punto de desaparecer. Y si llegase a extinguirse una generación de testigos, suscitaría otra, pues la misión del enviado de Jesús desde el Padre, que consiste en dar testimonio de él, no puede apagarse.

         Pero el Espíritu sólo puede dar testimonio por medio del testimonio de los testigos del Resucitado. Si no los hubiere, tendría que inventarlos o sacarlos de las piedras. Confiemos, pues, en la acción del Espíritu, cuya fuerza es infinitamente superior a cualquier otra fuerza humana o sobrehumana. Y pidamos al Señor que nos mantenga firmes en la fe.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ·CID, doctor en Teología

 Act: 06/05/24     @tiempo de pascua         E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A