8 de Mayo

Miércoles VI de Pascua

Equipo de Liturgia
Mercabá, 8 mayo 2024

a) Hch 17, 15-22

         De todos los discursos misioneros dirigidos a los paganos, el más largo es el de Pablo en el Areópago de Atenas, dirigido a las élites atenienses. Un discurso en el que Pablo demuestra cómo el apóstol adapta su mensaje al auditorio ante el que se encuentra.

         Por ese motivo, escoge Pablo tan sólo un tema bíblico para su discurso, el más susceptible de ser comprendido por los paganos: el conocimiento de Dios. Sin duda, no fue Pablo el 1º en confrontar las ideas de 2 mundos diferentes, pero sí el 1º que verosímilmente se aprovechó de las búsquedas y experiencias de los autores sapienciales y helenistas.

         Pero ¿cómo puede un pagano conocer a Dios? Para un judío, la ignorancia del paganismo era fruto de las pasiones desatadas (Rom 1,18-32; Sab 13,14; Ef 4,17-19). Pero Pablo no opta por esa vía, sino que parte de los ejemplos de piedad de los paganos: la dedicación de un altar al "Dios desconocido".

         En efecto, el apóstol manipula un poco el epitafio de dicho altar (que estaba en plural, y que expresaba un sentimiento de temor ante los maleficios de los dioses, que los atenienses habrían podido olvidar) y manifiesta su simpatía por dicho temor pagano, aludiendo a que no deben caer los atenienses en esa ignorancia temerosa, sino optar por tomar conciencia del asunto religioso, conociendo mejor a ese "Dios desconocido".

         El 2º tema que plantea Pablo es que Dios no habita en templos construidos por hombres (v.24). Pablo recoge una corriente del pensamiento griego, pero que era igualmente una idea bíblica que Esteban había ya defendido ante un auditorio judío (Hch 7, 48) y que se remonta a las antiguas polémicas de Israel contra la idolatría (v.25; Sal 113; Is 44,9-20; Jer 10,1-16).

         Pablo presenta hábilmente, pues, argumentos típicamente bíblicos, pero conocidos por el paganismo griego. Y subraya que el cristianismo, tanto para los paganos como para los judíos, es una llamada a la espiritualización de su concepción de Dios, y del culto que le es debido.

         En 3º lugar Pablo presenta la pertenencia a la raza de Dios a partir de una cita de un filósofo griego (v.28), pero comprendida a la manera bíblica (v.26) como un anuncio del reagrupamiento de la humanidad, tras el nuevo Adán (Rom 5,12-21; 1Cor 15,21-22) y la filiación divina.

         Los últimos versículos del discurso son los que provocan la ruptura. Pues en ellos Pablo acumula una serie de expresiones totalmente incomprensibles para los griegos. En 1º lugar, la idea de un ahora (v.30) y no del eterno retorno helénico. Es decir, de un momento privilegiado en la historia, en el que tendría sentido la noción de un juicio de Dios (v.31) con marcado acento escatológico (en disarmonía con las concepciones paganas, de subrayado carácter antropocéntrico de la divinidad). Y en 2º lugar, la idea de una resurrección de la carne, sobre la que el auditorio pedirá a Pablo que se detenga, pues se trataba de una concepción que ni siquiera numerosos judíos podrían admitir (vv.31-32).

         Puede ser instructivo criticar el discurso de Pablo a la luz de las dificultades encontradas por los cristianos para explicitar su fe ante los ateos. Porque aunque hoy el contenido cultural ha cambiado, no así lo ha hecho el contexto en que sucede: la profunda secularización, en que los puntos de fricción siguen siendo los mismos (tanto para cristianos como para ateos).

         En 1º lugar hemos de reconocer en Pablo una preocupación real por atender a la mentalidad de sus interlocutores. En efecto, Pablo abandona la argumentación clásica del kerygma apostólico (de cultura demasiado bíblica) para tratar de conocer las principales corrientes espirituales del paganismo griego, especialmente la concepción de una paternidad universal (v.28) y una religión liberada del materialismo y formalismo (v.29).

         He aquí 2 actitudes particularmente importantes en el diálogo contemporáneo entre cristianos y ateos: la conciencia común de la dignidad humana, y una superación conjunta del fenómeno mitológico (en búsqueda dialogada de la verdad racional).

Maertens-Frisque

*  *  *

         En el exordio del Discurso del Areópago de hoy (vv.22-23), Pablo parte de un hecho concreto que ha observado en Atenas: un altar "al Dios desconocido". Pablo lo toma como una señal positiva de la búsqueda de Dios en la civilización helenística, y califica a los atenienses de pueblo "muy religioso".

         La "inscripción al Dios desconocido" no está muy atestiguada en los documentos antiguos, y posiblemente hubo una inscripción "a dioses desconocidos" que Lucas puso en singular. En todo caso, dicho altar manifiesta ignorancia respecto del Dios verdadero (que ellos adoran sin conocer), y por eso Pablo les anuncia al Dios desconocido, para que superen dicha ignorancia.

         En la parte narrativa del discurso (vv.24-29), que podríamos llamar preparatio evangélica, Pablo comienza de una manera reposada a exponer su visión del Dios creador, lo que implica una crítica a la idolatría (vv.24-25). Pablo se inspira en esta sección claramente en el AT, pero asume conceptos e ideas de la filosofía griega, para que sus oyentes puedan sentirse identificados con su discurso. Pablo parte de la idea bíblica de Dios y desde ahí hace una crítica a los templos y a las ofrendas que la humanidad presenta a Dios.

         La doble crítica se apoya en el AT, pero también algo de este criticismo puede encontrarse en los mismos filósofos griegos. El Creador del mundo no necesita santuarios, y el que nos da vida, aliento y todas las cosas, no necesita ofrendas. Si Dios no puede ser poseído o capturado por templos y ofrendas, entonces la idolatría como intento humano por deformar o controlar la imagen de Dios, no tiene fundamento. Pablo no está aquí especulando racionalmente, sino exponiendo su fe fundada en la revelación bíblica.

         En la 2ª parte de esta sección narrativa (vv.26-29), Pablo entra en la relación de Dios creador con la humanidad y su crítica al politeísmo. Dios creó de uno solo toda la humanidad (lit. "hizo de uno toda raza de hombres"). Pablo anuncia aquí la unidad de todo el género humano. A esta humanidad universal Dios dio dos objetivos, expresados en el texto por los verbos habitar y buscar.

         Para cumplir el 1º objetivo de habitar toda la tierra, Dios marcó los tiempos y los límites. Se refiere a la separación de las estaciones y a la separación de la tierra y el mar (abismos) y de la tierra y el firmamento, datos tomados de la creación del mundo tal como aparece en el Génesis. El 2º objetivo es buscar a Dios, al interior de toda la tierra habitada.

         Esta búsqueda es posible, aunque sea a tientas, porque Dios no está lejos: en él vivimos, nos movemos y existimos. En estos versículos Pablo asume temas conocidos de la filosofía griega: la idea universal del ser humano y su razón de ser en la búsqueda de Dios. El sentido de la filosofía era esta búsqueda de Dios.

         Pablo fundamenta su fe en la tradición bíblica (de forma implícita, pues no tiene sentido hacer citas), pero asume los temas filosóficos corrientes e incluso cita (v.28b) a uno de sus filósofos. El v. 28a ("en él vivimos, nos movemos y existimos") es bíblico y filosófico a la vez, pero en su aspecto filosófico aparece cuasi panteísta. La expresión "como ha dicho alguno de vosotros" (v.28) se refiere a lo que sigue: "Porque somos también de su linaje". Pablo usa esta cita contra el politeísmo (v.29).

         En síntesis: si toda la humanidad viene de Dios y fuimos creados para habitar toda la tierra y en ella buscar a Dios en el cual vivimos, nos movemos y existimos, entonces no debemos pensar que la divinidad sea semejante al oro, la plata o la piedra modelada por el ingenio humano. La conclusión es evidente para Pablo, que tiene en su mente toda la tradición bíblica, pero ¿habrá sido igualmente evidente para la asamblea de los filósofos en el Areópago?

         Terminada la parte narrativa del discurso (vv.24-29), donde Pablo ha llegado a la conclusión que tanto la idolatría como el politeísmo contradice lo que sabemos de Dios, tanto por la Biblia (implícita en el discurso) como por la filosofía (citada explícitamente), Pablo pasa ahora a la parte argumentativa, donde confronta directamente a los filósofos con el evangelio (vv.30-31). Tenemos aquí tres ideas fundamentales: el anuncio de la conversión, el juicio del mundo según justicia y la resurrección de Jesús como garantía.

Fernando Casal

*  *  *

         En el Areópago de Atenas Pablo expone a los atenienses un sermón preparado con esmero, sobre el conocimiento del verdadero Dios. Hasta que, llegado el momento de abordar el tema de la resurrección de Cristo, los oyentes se apartan de él con burlas, imbuidos por una mentalidad ambiental que era inaccesible a semejantes doctrinas.

         En nuestro mundo secularizado, este suceso es de gran importancia, y nos anima a seguir luchando por una seria conversión de las ideas, tratando de hacer prevalecer lo sagrado. San Pablo debió quedar muy abatido tras su actuación en Atenas, y por eso escribió no mucho después a los corintios: "Me he presentado a vosotros débil y con mucho temor y temblor, sabiendo que mi mensaje y mi predicación no se han basado en palabras persuasivas de sabiduría, sino en la manifestación y poder del Espíritu" (1Cor 2, 3-4).

         Dios creó todas las cosas y en ellas dejó sus huellas. Nosotros lo reconocemos, y por eso invitamos a toda la creación a una alabanza agradecida, con el Salmo 148 de hoy:

"Alabad al Señor en el cielo, alabad al Señor en lo alto, alabadlo todos sus ángeles, alabadlo todos sus ejércitos. Reyes y pueblos del orbe, príncipes y jefes del mundo, los jóvenes y también las doncellas, los viejos junto con los niños. Alaben el nombre del Señor, el único nombre sublime. Su majestad sobre el cielo y la tierra. Él aumenta el vigor de su pueblo. Alabanza de todos sus fieles, y de Israel su pueblo escogido".

         Pues como nos dice Taciano:

"La obra que por amor mío fue hecha por Dios no la quiero adorar. El sol y la luna hechos por causa nuestra; luego, ¿cómo voy a adorar a los que están a mi servicio? Y ¿cómo voy a declarar por dioses a la leña y a las piedras? Porque al mismo espíritu que penetra la materia, siendo como es inferior al espíritu divino, y asimilado como está a la materia, no se le debe honrar a par del Dios perfecto. Tampoco debemos pretender ganar por regalos al Dios que no tiene nombre; pues el que de nada necesita, no debe ser por nosotros rebajado a la condición de un menesteroso" (Discurso contra los Griegos, 4).

         Hemos escuchado cómo Pablo acepta que "somos estirpe de dioses", y que "en Dios vivimos, nos movemos y existimos". Sobre todo porque ese Dios "hasta ahora desconocido" es el creador y único Señor de todo, que nos ha sido revelado en Cristo.

Manuel Garrido

*  *  *

         Pablo predica esta vez en Atenas, en medio de un Areópago que era el centro simbólico del pensamiento filosófico y religioso griego. El suyo es un discurso típico de cómo hay que presentar el plan de Dios a paganos. En este caso, a los pensadores griegos.

         Pablo se adapta a la manera de pensar de los atenienses, se hace "griego con los griegos" y capta así su atención y benevolencia, con su alusión al altar "del Dios desconocido". Tras lo cual, en seguida les habla del Dios creador, de cómo éste no puede habitar en templos humanos y de cómo podemos conocerle a través de la naturaleza.

         Más aún, afirma Pablo que "somos estirpe suya" (citando a un pensador griego) y que, por tanto, le hemos de buscar dentro de nosotros mismos, porque "en él vivimos, nos movemos y existimos". Invita a los atenienses, por tanto, a una espiritualización de su religión, para llegar por ella a Cristo Jesús, el enviado por Dios y el resucitado por él de entre los muertos.

         Es precisamente aquí, al hablar de la resurrección de Cristo (que se ve que los griegos no pueden entender), cuando se produce una curiosa reacción, claramente negativa y totalmente irónica por parte de la mayoría (aunque sí hay algunos que abrazan la fe).

         Pablo, una vez más, nos da la lección de saberse adaptar a su auditorio, a la hora de anunciar la fe en Jesús. A los judíos les habla a partir del AT. A los griegos, a partir de su literatura, de su visión religiosa del cosmos y la divinidad, y de su actitud de búsqueda y curiosidad (al menos filosófica) de la verdad. A todos les predica a Jesús, pero desde el mundo de valores de sus oyentes.

         Nosotros seguimos teniendo este problema del lenguaje. El Concilio II Vaticano puso a la Iglesia en diálogo con el mundo y con sus varias religiones. Pero no es fácil este diálogo. ¿Cómo podemos anunciar a Cristo a la juventud de hoy, o a los alejados, o a los agnósticos? ¿Cómo podemos tomar como puntos de partida tantos valores que hoy son apreciados (la igualdad, la dignidad, la ecología, la paz) para pasar claramente al mensaje de Jesús y proponerles su persona y su Evangelio como la plenitud de esos y de otros valores?

         Se puede decir que a veces la Iglesia ha sido lúcida en la adaptación, pero que otras veces no ha tenido ese fino instinto de encarnación cultural, no sabiendo aprovechar valores autóctonos, sino destruyéndolos. Todo lo contrario que hizo Pablo, no sólo por la firmeza de su camino (no hay nada que le cierre caminos cuando él quiere, ni siquiera los fracasos que va cosechando, como en este caso de Atenas) sino también por su creatividad: cuando un recurso no da resultado, busca otros. Pero nunca se resigna a callar.

José Aldazábal

*  *  *

         Pablo tenía como lema anunciar el evangelio "primero a los judíos y luego a los paganos", y eso es lo que hizo en Atenas. No obstante, como la predicación en la sinagoga no surtió efecto alguno, decide acudir a la plaza pública (al Areópago, en el corazón de la Acrópolis) y dirigirse directamente a los griegos.

         Atenas era el centro de la cutlrua cultural. Sus templos ricamente decorados y las innumerables estatuas de fina talla le daban un ambiente de singular finura artística. En sus plazas se reunían a conversar filósofos, predicadores de religiones orientales, poetas y gente atraída por la novedad. Las corrientes filosóficas y éticas predominantes eran el estoicismo y el epicureismo. Con ellas intentó Pablo establecer diálogo.

         El estoicismo, o "filosofía de la puerta", pretendía alcanzar la perfección por medio de la ascética. El hombre sabio debía mantenerse imperturbable ante el mundo y aceptar su destino como un camino inexorable. El epicureísmo, o "filosofía del jardín", buscaba el estado de perfección prescindiendo de los deseos innecesarios. De este modo, el filósofo alcanzaba un placer duradero, afectivo y espiritual. La filosofía estaba destinada a curar los males del alma. Pablo, desde su pretensión de ortodoxia, no pudo entablar diálogo y, aunque no lo persiguieron, salió hacia Corinto.

Servicio Bíblico Latinoamericano

*  *  *

         De todas las peripecias que pudieron tener lugar durante la evangelización en Atenas, sólo se nos ha relatado una, la del discurso de Pablo ante el Areópago, tal vez por tratarse de un episodio de un gran contenido simbólico.

         El Areópago era el lugar destinado para la asamblea de los ex-magistrados de la ciudad, que ejercía las funciones de alta corte de apelaciones (a forma de academia de jurisprudencia). Se reunía en una colina donde soplaba el viento, haciéndola propicia para reuniones en días calurosos.

         Pues bien, a esa colina es a la que se sube Pablo, después de observar atentamente la cantidad de magníficos edificios, esculturas, altares, arcos y plazas columnatas, que hacían de la ciudad un verdadero museo viviente, del cual sus habitantes se sentían muy orgullosos.

         Pablo trata de hablar a los atenienses de lo que todo ser humano, con las solas fuerzas de su razón, puede saber de Dios. Pero arranca su discurso captando la atención de los oyentes, y alagando la gran sensibilidad religiosa de sus costumbres (por la cantidad de altares dedicados a los distintos dioses, y hasta por un altar "al Dios desconocido", como si quisieran asegurarse de no dejar de adorar a ninguno).

         Al llegar a este punto, Pablo les dice que ese Dios desconocido por ellos es el que viene a predicarles. Se trata, claro está, del único Dios vivo y verdadero que Pablo conoce desde su juventud, el creador sabio del mundo y del género humano, el Padre providente que alimenta a sus hijos permitiendo el sucederse de las estaciones y haciendo fecunda la tierra.

         Pablo llega incluso a referirse a uno de los poetas griegos que hablaba de que los seres humanos somos, de alguna manera, descendencia, estirpe de Dios. Al final los exhorta a convertirse ante la proximidad del juicio divino que Dios va a realizar por su elegido, a quien resucitó de entre los muertos.

         No ha mencionado Pablo a Jesús sino tácitamente, pero la expresión "resurrección de los muertos" hace que los magistrados interrumpan el discurso burlándose, o dándole largas a Pablo a quien prometen escuchar en otra ocasión. Es que el mensaje de la resurrección choca contra el escepticismo de estos hombres acostumbrados a disfrutar al máximo la vida porque no esperan, según las concepciones filosóficas griegas, ninguna vida más allá de la muerte.

         El relato culmina con la noticia consoladora de que un tal Dionisio (miembro de la Asamblea) abrazó la fe, una mujer llamada Dámaris y algunos más. No se cuenta otra cosa de la evangelización en Atenas. Se dice lacónicamente que Pablo marchó hacia Corinto. De todos modos parece que se fundó una pequeña comunidad que, con el tiempo, dada la importancia histórica y cultural de la ciudad, llegó a ser una de las más renombradas Iglesias de todo el mundo griego.

         Tal vez para Pablo la evangelización de Atenas fue un fracaso, allí no hubo judíos que se opusieran, ni autoridades que persiguieran a los misioneros. Tan solo la condescendiente ironía de los sabios magistrados llenos de filosofía. Por eso, más tarde Pablo dirá que la sabiduría de este mundo es necedad a los ojos de Dios (1Cor 1, 19-31).

Confederación Internacional Claretiana

b) Jn 16, 12-15

         En vida de Jesús, sus seguidores muchas veces no captaron bien lo que les decía, ni qué clase de mesianismo era el suyo, ni cómo se podía entender la metáfora del templo destruido y reedificado, ni por qué entraba en su camino la muerte y la resurrección, ni qué significaba la eucaristía que prometía...

         Efectivamente, Cristo era la verdad, y la verdad plena. Pero sus discípulos no eran capaces de entender eso, ni su inteligencia era capaz de captar esa verdad. De ahí que Jesús, a la vista de tal panorama, tenga que consolarles y darles unas palabras de ánimo. Son las que hoy les dirige: "Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, él os guiará hasta la verdad plena".

         Para entender la obra del Espíritu Santo basta recordar la maduración que supuso Pentecostés en la fe de Pedro y los suyos. No sólo en su fortaleza de ánimo y en su decisión, sino también en la comprensión de la persona y la doctrina de Jesús. ¿No ha sido todo el libro de los Hechos una prueba de cómo el Espíritu iba conduciendo a aquellas comunidades hacia esa verdad plena, por ejemplo en el aspecto de la universalidad de la salvación cristiana?

         El Catecismo de la Iglesia Católica presenta al Espíritu Santo como nuestro pedagogo y maestro, diciendo que cuando se proclama la palabra de Dios, "el Espíritu Santo es quien da a los lectores y a los oyentes la inteligencia espiritual de la palabra de Dios, quien pone a los fieles y a los ministros en relación viva con Cristo a fin de que puedan hacer pasar a su vida el sentido de lo que oyen, contemplan y realizan en la celebración" (CIC, 1101).

         Pues como repite el catecismo, "es el Espíritu quien da la gracia de la fe, la fortalece y la hace crecer en la comunidad" (CIC, 1102). En la liturgia de la Palabra, el Espíritu Santo "recuerda a la asamblea todo lo que Cristo ha hecho por nosotros, y despierta así la memoria de la Iglesia" (CIC, 1103).

         Es bueno recordar que en la comunidad cristiana la verdad, como la vida, siguen dinámicamente activas, en continuado progreso. Sin contentarnos nunca con lo ya conseguido. La actuación del Espíritu no se entiende tanto en el sentido de "verdades nuevas", sino de que la verdad tiene que profundizarse y adaptarse a las varias circunstancias de la historia, aunque conserve la identidad y la fuerza del evangelio de Jesús. El Espíritu sigue animando, guiando, iluminando: es el Maestro interior de todos los cristianos.

José Aldazábal

*  *  *

         El mensaje de Jesús tiene consecuencias que los discípulos aún no sacan y horizontes que no pueden vislumbrar (v.12). Hay mucho terreno inexplorado en la verdad dé Jesús, que sólo irá siendo conocido a medida que la experiencia coloque a la comunidad ante nuevos hechos o circunstancias.

         El Espíritu Santo será el guía (v.13), pero no transmitiendo una doctrina nueva, sino explicando y aplicando el mensaje, y descubriendo en él virtualidades antes ocultas. Al mismo tiempo, irá interpretando la historia (lo que vaya viniendo) como dialéctica entre el mundo y el proyecto de Dios, y así irá guiando a los discípulos en su actividad en favor del hombre.

         Pero para acertar en lo que susurra el Espíritu, los discípulos han de estar atentos. Por una parte, a la vida y a la historia, y por otra parte a la voz del Espíritu (que es quien la interpreta). Esto será algo que hará el Espíritu para mayor gloria de Jesús (v.14), y tomando de lo suyo. Tomando de Jesús su mensaje (v.13), y comunicándolo de forma amorosa.

         La penetración del mensaje de Jesús, a través del Espíritu Santo, es la que hace posible la interpretación de la historia. Lo cual quiere decir que, sólo a través del amor (clave de la enseñaza de Jesús), es posible conocer el ser del hombre, interpretar su destino y realizar la sociedad humana.

         En efecto, Jesús posee en común con el Padre la gloria/amor que éste le ha comunicado (Jn 1, 14), y la plenitud del Espíritu (Jn 1,32; 17,10). Pero dicha relación Padre-Hijo no consiste en un posesión estática, luego este amor mutuo consiste en una relación dinámica, incesante y mutua, que hace de los dos uno (Jn 10, 30) e identifica su actividad.

         Jesús realiza así las obras del Padre (Jn 5,17.36; 10,25) y su designio creador (Jn 4,34; 5,30; 6,38-40). Por tanto, el criterio para interpretar la historia, basado en la sintonía con Jesús, se concreta en la realización del hombre, designio del Padre y expresión de su amor.

Juan Mateos

*  *  *

         Día a día, y texto a texto, Jesús nos va enseñando en su evangelio quién es y qué puede en nosotros su divina enseñanza. En el caso concreto de hoy, nos habla de cómo el Espíritu "nos conduce hacia la verdad completa", "nos anuncia las cosas venideras" y "glorifica a Jesucristo". ¡Dios Santo, cuántas maravillas!

         Aprendamos algo de cada una de estas frases destacadas. Si el Espíritu nos conduce hacia la verdad completa quiere decir que hay un desarrollo o crecimiento en la verdad gracias a la acción del Espíritu en medio de la comunidad cristiana. Esta idea no es bien recibida por todos los cristianos.

         Hay quienes quisieran que todas las verdades estuvieran en algún versículo de la Biblia, porque predican la Sola Scriptura, de modo que no quieren admitir como cierta una cosa si no está en algún versículo bíblico, con lo cual, según vemos, contradicen a la misma Biblia. Esto no quiere decir que cualquier cosa pueda ser admitida como parte de nuestra fe, sino que indica que Dios, que obra en la Iglesia, no nos revelará la verdad completa sino en la Iglesia.

         Si el Espíritu nos anuncia las cosas venideras, debemos entender que nuestra esperanza no se sostiene solamente en las palabras que hemos escuchado, ni solamente en el testimonio del pasado. La Iglesia es, por tanto, un organismo vivo, que necesita alimento vivo para avanzar hacia su meta y llegar al encuentro definitivo con Cristo esposo.

         Esta idea no es bien recibida por todos los católicos, y hay algunos que piensan que cualquier palabra inspirada que parezca provenir del cielo es alucinación, manipulación, histeria o sugestión. Y se olvidan del importante lugar que Pablo otorga al ministerio de los profetas en el NT.

         Si el Espíritu glorifica a Jesucristo, es porque la Iglesia necesita crecer en adoración.

         De igual manera, esta idea no es bien recibida por todos los creyentes, y hay quienes quieren ver en la Iglesia sólo una institución humana que debe cambiar el rostro de la distribución de la riqueza o del potencial laboral. O incluso quienes quieren ver en la Iglesia sólo un modo de mantener el nivel moral en la sociedad.

         Hay que aprender que la Iglesia tiene, entre sus deberes, y como el que más, glorificar a Jesucristo, alabar su misericordia, ponderar sus maravillas, cantar sus grandezas, elogiar su hermosura, gozarse en su Palabra y anhelar contemplar su rostro por la eternidad.

Nelson Medina

*  *  *

         Hoy Jesús nos abre los ojos para que nos demos cuenta que, con demasiada frecuencia, hacemos las cosas al revés. Y por eso nos dice que "el Espíritu de la Verdad os guiará hasta la verdad completa" (v.13), hacia aquello que el Padre ha dado a conocer al Hijo.

         Esto es curioso, pues más que dejarnos guiar por el Espíritu (el gran desconocido en nuestras vidas), lo que nosotros hacemos es pasar de él, o imponerle las cosas una vez ya hemos tomado nuestras decisiones. Y lo que hoy se nos dice es más bien lo contrario: dejar que él nos guíe.

         Vuelvo a leer el evangelio de hoy, y me vienen a la cabeza los chicos y chicas que recibirán la confirmación este año. Veo los que me rodean y estoy tentado a pensar: ¡Qué verdes están! ¡A estos chicos tu Espíritu no les va ni por delante ni por detrás, y más bien se dejan guiar por todo y por nada! Pero no debería ser así. Así, pues, Señor, haznos instrumentos eficaces de tu Espíritu, para llegar a ser contagiadores de tu verdad, para intentar guiar y acompañar, para ayudar a abrir los corazones y los oídos de quienes nos rodean.

         "Mucho tengo todavía que deciros" (v.12), nos recuerda Jesús. ¡No te retengas, Señor, en dirigirnos tu voz para revelarnos nuestras propias identidades! Que tu Espíritu de Verdad nos lleve a reconocer todo aquello de falso que pueda haber en nuestras vidas y nos haga valientes para enmendarlo. Que ponga luz en nuestros corazones para que reconozcamos, también, aquello que de auténtico hay dentro de nosotros y que ya participa de tu verdad. Que reconociéndolo sepamos agradecerlo y vivirlo con alegría.

         Espíritu de Verdad, abre nuestros corazones y nuestras vidas al evangelio de Cristo, y que sea ésta la luz que ilumine nuestra vida cotidiana. Espíritu defensor, haznos fuertes para vivir la verdad de Cristo, dando testimonio a todos.

Santiago Collell

*  *  *

         Seguimos leyendo los discursos de despedida de Jesús contenidos en el evangelio de Juan, en los cap. 14 al 17. En los 4 versículos de la lectura evangélica de hoy, Jesús ilustra a sus discípulos sobre el papel que jugará en sus vidas el Espíritu Santo, aquí designado por Jesús como "Espíritu de la Verdad". Efectivamente, él completará la formación, pues Jesús reconoce que no les ha dicho o enseñado todo, porque no pueden cargar con ello todavía.

         Seguramente, las primitivas comunidades joánicas (entre las cuales circuló el 4º evangelio) experimentaban la luz del Espíritu que los iba llevando a una cada vez más profunda comprensión del mensaje de Jesús, que les ayudaba a superar las dificultades y a resolver los no pocos problemas que se les presentaban (de entendimiento con otros grupos, de persecución por parte de judíos y paganos, del ritual a seguir en las celebraciones sacramentales...). A medida que la comunidad iba sorteando todos esos problemas, iba experimentando la acción, en ella, del Espíritu de la Verdad.

         Ese Espíritu no era otro del que es mencionado como Ruah (lit. Aliento) de Dios en el AT, a quien se atribuía la recreación del mundo, la inspiración de los profetas, la sabiduría de los gobernantes, la habilidad de los artesanos y las enseñanzas de los sabios. Era el Espíritu que el profeta Joel había anunciado para los últimos tiempos, no ya reservado a unos pocos sino dado sin medida a todo el pueblo de Dios (Jl 3, 1-5).

         En Juan, dicho Espíritu es llamado varias veces "Espíritu de la Verdad", no porque Jesús tenga de él una concepción intelectualista, sino porque la verdad es, en el 4º evangelio, sinónimo de la fidelidad de Dios, de su misericordia amorosa y de los demás atributos de su ser.

         Jesús insiste en que el Espíritu Santo transmitirá a los discípulos el conocimiento íntimo de Dios, del Padre omnipotente y de su Hijo Jesucristo, con los cuales él está en íntima comunión. Sus palabras son las de Dios, sus inspiraciones proceden de Dios, y él mismo es Dios. Por medio suyo la palabra de Cristo que es la Palabra misma de Dios, se mantendrá viva y operante entre los discípulos a lo largo de los siglos. Así lo ha experimentado la Iglesia y así lo experimentamos nosotros, cuando vivimos de manera activa y comprometida nuestra fe de cristianos.

Confederación Internacional Claretiana

*  *  *

         Jesús se despide hoy de sus discípulos, porque sabe que debe irse. Pero lo hace sin amargura, y con conciencia de que no le ha dado tiempo a decírselo todo a sus discípulos. Cree que a lo mejor pudo haber hecho cosas más bellas de las que había dicho, sin embargo, se va convencido de que detrás de él vendrá el Espíritu, el cual llevará a plenitud su obra. Luego lo que sea comunicado por cualquiera de los tres será de todos. Jesús deja que el Espíritu haga lo que le corresponde, y que sea él quien concluya su tarea.

         Como se ve, Jesús se muestra cuidadoso frente a sus discípulos, a la hora de entregar su Espíritu Santo. De hecho, su anuncio lo ha dejado para el final. ¿Y por qué? Porque para poder recibirlo han de haber madurado antes en la fe, y haber sido capaces de estar dispuestos a morir por estas enseñanzas y vivencias compartidas con Jesús.

         Por otra parte, Jesús deja a sus discípulos una gran lección: la de ser capaces de no hacerlo todo, y dejar algo para el que venga detrás. Es decir, la de saber apartarse y dejar que las propias propuestas sean completadas por otro. Tal actitud nos sirve de ejemplo, y al igual que Jesús, también nosotros deberíamos ser capaces de aceptar nuestras limitaciones, y de aceptar que cualquier otro puede hacer mejor que nosotros la tarea.

         El evangelio de hoy nos recuerda la profunda unidad entre el tiempo de Jesús ("en este momento") y el tiempo del Espíritu ("cuando él venga"). La mayoría de seguidores de Jesús no hemos conocido a Jesús en su existencia histórica. Sin embargo, ahí estamos, porque la comunidad de Jesús no fue completada por él en su vida terrena, sino por el Espíritu Santo a lo largo de los siglos.

Servicio Bíblico Latinoamericano

c) Meditación

         Las palabras de ayer de Jesús a sus discípulos habían sonado a despedida, y habían dejado en ellos una sensación tal de tristeza que Jesús se ve obligado hoy a consolarlos, a través de una comparación muy gráfica: el de la mujer que, cuando va a dar a luz, siente tristeza porque ha llegado su hora (la hora del trance, de los dolores del parto, de la incertidumbre); pero cuando da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre, y a ella un hijo.

         La sensación de dar la vida (una vida humana) es tan intensa y tan gozosa que lo inunda todo y hace olvidar de inmediato los aspectos dolorosos del parto. Es algo que lo llena todo la esperanza, entre los temores e incertidumbre; es algo que lo sobrepone todo a la alegría de tener en brazos al niño recién salido de las propias entrañas.

         Semejante a éste (aunque quizás más largo) será el tránsito de la tristeza al gozo que habrán de experimentar sus discípulos: También vosotros ahora sentís tristeza (la tristeza de la despedida); pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría.

         Aquí hay una promesa: Volveré a veros. Y esta nueva visión o reencuentro os llenará de alegría, una alegría que nadie os podrá quitar porque la visión perdurará eternamente. Ahora, mientras caminamos por este mundo, seguimos viviendo en la esperanza de ese reencuentro, en la fe de que se cumpla esa promesa (porque no vivimos aún en la visión).

         No podemos tener, pues, la alegría que brota de la visión. Pero sí la alegría que se anticipa en la esperanza y permite experimentar la fe en su presencia espiritual (y sacramental) y mistérica. Porque la presencia de Jesús, sentida en el sacramento (eucaristía) y en la intimidad de la oración, proporciona una alegría (paz, serenidad, sosiego) de contornos difíciles de definir, una alegría muy apreciable y apreciada por muchos, una alegría de profundidades insondables.

         Si hacemos la experiencia, tendremos la prueba de su veracidad. Innumerables cristianos han pasado por ella a lo largo de la historia y pueden dar fe (de hecho, la han dado) de estos efectos. Dios no nos quiere tristes, sino alegres, incluso en medio de las dificultades y penalidades de la vida.

         La alegría es una fuente permanente de energía vital, y se podría decir que proporciona tanta vitalidad como el sol que nos alumbra. Pero sólo una alegría capaz de superar la frustración de la muerte tiene futuro. Por eso, no se concibe sin la esperanza, ni puede sostenerse en último término sin la gran esperanza de una vida más allá de la muerte. Que el Señor nos reafirme en su palabra.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ·CID, doctor en Teología

 Act: 08/05/24     @tiempo de pascua         E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A