|
Adicción al Sexo
Querétaro,
8 diciembre 2025 Con frecuencia me encuentro personas que, con cierta angustia, me piden ayuda para superar una adicción sexual, generalmente la pornografía. Desde la creación de internet, el consumo de material porno ha escalado a niveles insospechados, siendo Estados Unidos el 1º consumidor mundial y México el 4º. Esto sí que es un problema social, que roba la libertad y la alegría a millones de consumidores adictos. Una persona se engancha a cualquier vicio, por lo general, por motivos como el aburrimiento, la soledad, el aislamiento o algún dolor emocional. En esos casos, muchas veces la razón de la adicción es el alivio al dolor. La adicción al sexo puede ser tan fuerte como la de las drogas. Por supuesto, su costo económico no es el mismo, pero sí lo es el costo psicológico, que puede llegar a arruinar a grandes personas o destruir un proyecto de vida. Muchos jóvenes suelen decir, con gran desconsuelo, que por más que lo intentan no pueden salir del vicio, y que éste supera sus fuerzas. ¿Por qué sucede esto? La ciencia médica enseña que, cuando alguien ve pornografía, su cerebro es sobre-estimulado por un neurotrasmisor llamado dopamina, que destruye algunos receptores cerebrales de esta sustancia. Esto hace a la persona sentirse agotada. Al volver a la pornografía, teniendo menos receptores de dopamina, necesitará más porno para conseguir el mismo placer, y eso provoca que su cerebro destruya aún más receptores. Así, el adicto al sexo estará cada vez más deteriorado físicamente, y mentalmente tendrá más y más necesidad de seguir viendo porno. La adicción puede tomar diversas formas y grados, y puede afectar a jóvenes, solteros, casadas, empresarios, obreros y gente que va o que no va a misa. Es una adicción o droga que, como un pulpo de mil tentáculos, se ha extendido de forma silenciosa por el mundo, y destruye muchas vidas. Para salir de esta nueva droga mundial, el autocontrol es insuficiente, al igual que lo sería un drogadicto que quisiera salir por sí mismo de la droga. ¿Qué es, pues, lo necesario? En primer lugar, lo mejor es no caer en esta droga, no consumiéndola. Al no consumirla, no creará dependencia en nosotros, ni nosotros la necesitaremos. En segundo lugar, el adicto debe estar convencido de algún valor superior al sexo, como amar la verdad, la vida, la naturaleza o la sociedad que Dios nos ha regalado. En tercer lugar, el adicto debe saber enfrentarse a la herida que le ha llevado a la adicción. Es decir, debe regular moralmente su vida. ¿Cómo? Armonizando sus horarios, mejorando su conducta, dominando sus soledades. ¿Con qué? Con lo que corresponde a una vida humana normal. En cuarto lugar, es necesaria la ayuda exterior, ya sea de la familia, confesor personal o institución especializada, porque sin insistencia no se podrá derribar un vicio mal adquirido, o que la victoria sea duradera. Cuando la paz interior comience a aparecer de nuevo en el corazón, y la pasión de la lujuria comience a ser llevada de por vida (o como decía Tomás de Aquino, "se haya transformado, y no anulado"), el que antes fue adicto podrá volver a disfrutar de la verdadera vida, y de propia libertad, y de la alegría y hasta de amores más auténticos. .
|