Anonimato Urbano


Individuos o personas, el dilema sobre lo que ha de edificar la sociedad actual

Querétaro, 23 junio 2025
Joaquín Peñalosa, periodista de Observador

         Cada vez aumenta más el número de ciudades millonarias en el planeta. Pueblecillos que hasta hace unos años olían a establo y hierba fresca, hierven hoy como una colmena humana. Bosques de chimeneas y de antenas manchan hoy el azul, y "han desplazado a las manadas de árboles que bebían agua en el arroyo" (Octavio Paz). ¡Es la hora de la jungla del asfalto!

         En efecto, mientras que en el pequeño pueblo rural todos se conocían, y sabían casi la totalidad de la vida de los demás, en las grandes ciudades actuales impera un anonimato que convierte al hombre en un desconocido solitario, en un fantasma entre fantasmas, en una aguja en el pajar, en medio de una masa indiferente en la que cada uno va a lo suyo. ¡Bienvenidos a la nueva civilización!

         Respecto a este anonimato urbano, no todo ha de ser tragedia, y como todo lo que es humano ofrece sus pros y sus contras. Son las dos caras de la ciudad.

         Entre los elementos favorables, el anonimato ayuda a preservar la privacidad personal, y esto sí es necesario para que la persona goce de la necesaria intimidad. En ese sentido, la ciudad libera de la tiranía de las costumbres, de las presiones circundantes, de los controles vecinales y de esa típica censura pueblerina en la que hasta las paredes oyen y las lenguas se especializan.

         En este sentido, la ciudad ofrece al hombre poder escoger libremente las amistades y los grupos en los que integrarse, entre un opulento y diversificado abanico de ideas, proyectos, movimientos y asociaciones. Permite elegir a la carta, sin presión alguna.

         La ciudad también ayuda a establecer una clara y benéfica distinción entre vida pública y vida privada. La pública se concentraría en el trabajo y la diversión, mientras que la privada se movería en el ámbito de lo familiar y las amistades, sin mezcla ni confusión de ambas realidades autónomas.

         Entre los elementos desfavorables de la ciudad, el anonimato puede llevar al aislamiento, la incomunicación, la soledad, la despersonalización y la marginación, que pueden hacer al individuo sentirse un ser extraño en medio de tumultos desconocidos y sordos.

         En cuanto al contacto físico con los miles de personas con quienes el individuo se topa en el autobús, los ascensores, los almacenes, las discotecas, las canchas, los bancos o los cines, éste no deja jamás la impronta de una auténtica interacción personal. El anonimato convierte así al hombre en un número, en una tarjeta, en un usuario o en un simple peatón. Es decir, en un don-nadie en medio de un desierto tumultuoso, perdido entre la muchedumbre solitaria.

         El anonimato urbano facilita así la proliferación de la delincuencia, la criminalidad y la impunidad, al quedar prácticamente anulados los controles sociales. El anonimato, en fin, entorpece una verdadera comunicación con lo que cada persona es en su totalidad, y se queda con lo que hace en este preciso instante. Se relaciona así el ciudadano con el electricista porque lo necesita, y no con Juan López el electricista. La gratuidad queda suplantada por el utilitarismo.

         Una forma de superar este anonimato urbano sería la integración en pequeños grupos libremente elegidos, donde la persona se sienta acogida, pueda mantener un diálogo abierto con los demás y abrir sus brazos en solidaridad afectiva. Por lo menos, un pequeño paso es, en ese camino que hemos de construir hacia lo realmente humano en medio de este civilización actual.

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 Act: 23/06/25         @noticias del mundo              E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A