Caras del Amor
Querétaro,
14 octubre 2024 Por fortuna, el amor es multivalente, y sus manifestaciones son casi infinitas: desde el amor sexual hasta el amor de amistad, desde la simpatía hasta la pasión, desde el cariño paterno-filial hasta la benevolencia hacia los desamparados. Compasión, bondad, misericordia, acogida, generosidad, filantropía, dilección, afectuosidad, cordialidad, cariño, entrega, donación, obsequio... y otros muchos vocablos son sinónimos del sentimiento más humano y divino que existe, del valor más universal y valioso que yace sobre la tierra: el amor. Cuando ese sentimiento se eleva a la condición de hábito virtuoso (es decir, de forma permanente de ser), entonces nos encontramos en la cumbre de la existencia humana más excelente. No obstante, una realidad tan amplia y compleja tiene que conocer sus más y sus menos, desde ese fenómeno espontáneamente ciego que llamamos enamoramiento (el "gustarle alguien a uno") hasta la preferencia selectiva e incluso juicio discriminatorio. Es decir, que fácilmente se puede confundir amar con simpático, o amar siempre lo mismo rechazando lo demás. Al escritor C. S. Lewis le gustaba decir que siempre le había parecido un horror eso de que "se debe odiar el pecado, pero no el pecador", hasta que un buen día descubrió que había solamente una persona en el mundo con la que lo había platicado durante toda su vida: consigo mismo. Desde luego, no todos los amores son de la misma calidad, ni de la misma intensidad, ni de la misma duración, pues eso dependerá mucho de cada persona. Por ejemplo, no es de buena ley un amor que quiero sólo para mí y no también para ti, o que quiero para mí a costa de ti. Decimos que existen distintas formas de amar, ¡claro está!, y que hasta las formas más débiles de amor, o las más desvirtuadas, pueden ser reconducidas hacia el más profundo y verdadero amor, porque el amor es capaz de cualquier tipo de recuperación y mejora. No obstante, hay que saber que el polo "yo mismo" es el polo contrario al polo "tú también", y que de inclinarse totalmente la balanza hacia el primero puede matarse al amor. Nos dicen los filósofos que "la voluntad recta es un amor bien dirigido", y que "la voluntad torcida es un amor mal dirigido". Es decir, que alegría, temor y tristeza serían malas si el amor que las mueve es malo, y viceversa. También nos dice que "la defección del amor lleva al desorden de la naturaleza y al abandono de lo mejor". Es decir, que el excesivo amor al oro puede acabar en avaricia consumada, y en dejar de estimar hasta la propia familia. Sí, podemos hablar de amores mejores y amores peores. Incluso podemos hablar de amor al odio y de odio al amor. No obstante, hay que saber que, si un amor bueno vale más que uno malo, hasta el malo puede llegar a valer. El secreto de este cambio no es, valga la paradoja, un secreto, ni un secreto a voces, pues ningún desamor puede ser recuperado para la salud fílica sino por medio de un amor mejor. Digámoslo por última vez: si hubiera algo capaz de llevar a los seres humanos a mejorarse y reconocerse mutuamente con más humanidad y divinidad, eso sería, y sólo podría ser, el amor. .
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