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Divorcio y Adulterio
Córdoba,
28 febrero 2022 Desde que empezó la revolución sexual en 1960, hasta nuestros días, los creadores de dicha revolución unieron sibilinamente las reivindicaciones del divorcio y del aborto, con el fin de que la Iglesia fuera cediendo poco a poco a lo primero, ya que estaba claro (al menos de momento) que no iba a transigir con lo segundo. Y así se ha ido normalizando el divorcio hasta nuestros días, hasta verse hoy día como algo absolutamente natural y sin ninguna relevancia especial. E incluso empieza a verse así hasta para la propia Iglesia, que ya empieza a mostrar una extrañísima comprensión respecto al tema. Me da igual que la Iglesia distinga entre divorciados, separados, o los famosos matrimonios anulados. Porque en su inmensa mayoría son todos ellos un fraude (que los mismos solicitantes saben), del cual los responsables eclesiásticos tendrán que dar un día cuentas ante Dios, porque los solicitantes se están riendo de un sacramento de Dios (y ellos lo saben), y "lo que Dios ha unido, ningún hombre lo puede separar". Es cierto que han llovido 60 años de carga mediática sin cesar, y que los casos de divorciados que se han vuelto a rejuntar (o unirse de cualquier forma a otras personas) se ha disparado hasta convertirse en una auténtica avalancha. Por otro lado, sé que esta reflexión va a cabrear a muchísima gente (en muchos casos, con los que tenemos una estrecha relación), porque en esta lista hay muchísimos casos conocidos, e incluso amigos. Pero nuestro compromiso es luchar y defender la verdad, pese a quien le pese. Y en este tema no voy a perder mucho más tiempo, pues el propio Jesucristo lo zanjó de forma absolutamente clara: "El que se divorcia de su mujer, y se casa con otra, comete adulterio" (Mt 5,32; Lc 16,18). Los divorciados que se vuelve a unir a otra persona cometen adulterio, viven en adulterio y permanecen en una situación irregular, de pecado mortal y escándalo social. Y no les den más vueltas, que no hay más. .
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