Escandalosa Encarnación
Milán,
16 diciembre 2024 Recientemente he leído un artículo sobre el Islam del Dr. Wil van der Bercken (historiador de las universidades de Utrecht y Nimega), en que su autor dice que dicho ''conflicto internacional no es de carácter religioso''. No discuto sus razones, con las que estoy bastante de acuerdo. Pero sí su afirmación de que ''hay más puntos de unión que discrepancias'' entre Islam, Judaísmo y Cristianismo, y por eso os presento estas consideraciones. Es bien cierto que el valor de Dios único y trascendente (concepto abundantemente perdido por el hombre común occidental) es común a las tres religiones, y es un valor muy grande. Pero el genio cristiano es algo totalmente distinto al genio de cualquier otra religión, y se basa en un hecho sin precedentes: la encarnación. Así que, quien dice que es lo mismo cristianismo que el resto, o es que aún no lo ha entendido, o todavía no sabe de lo que va el cristianismo, con todo respeto. La encarnación de Dios es "el encaje de lo eterno en lo temporal, y de lo temporal en lo eterno", como dice Peguy. Y esto, realmente, es un escándalo. Es un escándalo porque afirma que Dios se hace hombre como yo, y como otro actor más de la historia. Y es un escándalo porque él acepta morir por mí en una cruz. Un amor tan grande no es imaginable en ninguna otra religión del mundo, pero eso es precisamente en lo que consiste el cristianismo: en dar la vida por Otro, y también por los pecadores. A partir de aquí, también es cierto que Cristo es el Señor del tiempo y del espacio, y de la historia y del mundo presente, desde que empezó a serlo hace más de 2.000 años en Galilea. Y lo único que cabe es reconocer su presencia, y seguir adelante con su misión. El objetivo de la vida cristiana no es ya, por tanto, mejorar la vida (que me vaya bien, que no sufra...), sino dar la propia vida, como hizo Cristo. Y esto también es algo nuevo, tanto para el mundo como para sus diversas religiones. Respecto a los cristianos, esto significa que él es la esperanza de mi vida, y que dicha esperanza sólo podrá hacerse realidad si yo soy capaz de encarnarme y dar mi vida por los demás. Como se ve, el judaísmo es el pedagogo, como decía San Pablo. Y el Islam vendría a ser una ''vuelta atrás'', respecto a este mensaje de la encarnación. Ambas son religiones hermanas por la trascendencia de Dios, y por supuesto que yo me siento más cercano a un musulmán que se arrodilla (de verdad, ante su Dios) que a un tibio cristiano que sólo sabe decir: ''Si, pero...bueno, no sé''. Hay que decidirse por Dios, que para eso él nos ha hecho libres (es decir, capaces de abrazar la verdad, porque así lo deseo). Y no perder la memoria de lo que somos, ni de lo que Cristo es, ni de lo que él hizo y me enseñó. El protagonista de esta historia es el mendigo: el corazón del hombre, que mendiga a Cristo; y Cristo, que manda mendigar los corazones humanos. .
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