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Estado y Seguridad
Querétaro,
1 diciembre 2025 Garantizar la seguridad de la población no es uno de los servicios del estado, sino que es su razón de ser. Si no hay seguridad, no hay estado, tanto a nivel territorial como fronterizo e interior. Para Thomas Hobbes (Leviatán, 1651), los súbditos renuncian a la violencia a cambio de seguridad, y esta garantía es el contrato socio-fundacional del estado. Para Max Weber (Política como Vocación, 1919), el estado es la institución que logra frenar las intromisiones extranjeras y el desacato interno. Hoy en día, en la medida en que se alíen el poder y la violencia, se estaría hablando de estado fallido. El Fund for Peace elabora anualmente un Fragile States Index. Según su informe de 2019, Finlandia obtuvo el 1º puesto como país seguro (178 ptos), y Yemen el último (1 pto). Del continente americano, Canadá fue el mejor calificado (172 ptos), Venezuela el penúltimo (32 ptos) y Haití el último. En nuestro caso, México quedó en el lugar 98. México ha vivido situaciones hobbesianas (de inseguridad general, y guerra de todos contra todos) en dos transiciones históricas: la Independencia y la Revolución. Hoy, la transición democrática vive en ese peligro. En diciembre de 2019, el 73% de la población urbana consideraba que "vivir en su ciudad es inseguro" (según el INEGI). Un ejemplo de esto lo tuvimos en Porfirio Díaz y Plutarco Elías Calles, que sumaron a su monopolio gubernamental (o violencia legítima) el monopolio delictivo (o violencia ilegítima), para acabar con la violencia no centralizada. Es decir, que asesinaron tranquilamente a sus opositores. Hoy en día, salvo en los regímenes comunistas, ya no se coaligan ambas violencias. No obstante, siguen existiendo los capos del crimen, que operan bajo el temido capo "di tutti capi". Estos capos andan sueltos y haciendo de las suyas, y no es tan fácil que un estado los pueda someter a través de la fuerza del derecho (o violencia legítima). Estos capos actuales (del crimen, de la droga...) buscan autoridades locales que se pongan a sus órdenes, o hagan la vista gorda. Su máxima ambición es convertirse en "estados dentro del estado", cobrando impuestos, extorsionando mediante la violencia y coaccionando las instituciones del territorio en que se han instalado. De aquí es de donde viene la auténtica inseguridad ciudadana, tanto por la claudicación del estado ante dichas mafias como por su permisibilidad. ¿No pagamos al estado, para que imponga el derecho? ¿No cobran dinero nuestro los gobernantes, para luchar contra los extorsionadores? Las cárceles federales son el mejor lugar para empezar a luchar e imponer el derecho. ¿Por qué? Porque su territorio es microscópico, aislado y controlado, y no están a expensas de 2 millones de km2. Las cárceles estatales, en cambio, están llenas de asaltos, robos, motines y fugas. Desde ellas se han emitido extorsiones telefónicas a la población, o se han creado agencias de reclutamiento delictivo hacia el exterior. La transparencia del sector público, y la libertad de expresión, son también fundamentales para que un país pueda gozar de seguridad. Se ha demostrado que, donde no hay cobertura mediática, las autoridades locales roban, delinquen y acaban entrando en las mafias de la zona. ¿Por qué? Porque nadie sabe nada, ni hay prensa libre que penalice sus actividades. La policía aumenta la inseguridad cuando detiene a inocentes (a los primeros que pilla) y no busca a los verdaderos criminales. Los tribunales de justicia aumentan la inseguridad cuando no publican (en los medios, por ejemplo) las sentencias emitidas sobre los delincuentes. Restringir la información (cámaras de vigilancia, historiales delictivos...), o concentrarla en pocas manos, es poner en un pequeño grupo de personas la seguridad estatal, y aumentar la posibilidad de extorsión mafiosa. Por poner un último ejemplo más, hasta las calles sin alumbrado son totalmente inseguras. .
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