Excelencia o Moda
Querétaro,
26 mayo 2025 Seguir una moda implica, en bastantes ocasiones, dejar de lado lo que es bueno, con tal de innovar. A este respecto, recuerdo la época en que, cuando la gente vestía de corte clásico, surgieron los pantalones y las solapas de traje anchísimas, cada cual con un color cada vez más chillón. Como los que así vestían parecían payasos, calzados sobre zancos más que sobre zapatos, la siguiente moda consistió en los pantalones ajustados, que lo que lastimaban era la virilidad. Y así sucesivamente, pasando por los pantalones abrochados a la altura de la cadera, o los pantalones cagados hasta las rodillas. Algunos se peinaban a lo afro, otros a lo gallina, y todos decían responder a los estándares de la éstética, aunque causaran infame dolor. Sí, excelente y, realmente innovador, fue la invención del fuego, por muy remoto que ocurriera este hecho en la serie de la humanidad. El problema sigue siendo, sin embargo, que tan sólo se nos ofrezca algo novedoso, y no algo bueno o necesario. En buena medida, hoy se exige a los artistas, para ganar fama, la firma de cualquier tipo de creación. El hecho de firmar es muy aceptable, pero se convierte en problema cuando el artista, en vez de preocuparse por su obra en sí, busca la forma de llegar al aplauso. Desde ese momento, lo que ya está compitiendo no es la música sino el rápido renombre, y no la excelencia sino el adafesio. Señores del arte, cualquier obra se mide por su calidad y no por su idiotez, pues el triste vómito de mi nieta (¡pobre madre!) nunca va a ser una obra de arte, ni tampoco los excrementos enlatados que ha llegado a exhibir cierto museo de Nueva York. La ofuscación por lo novedoso acaba por ofuscar las cabezas, y eso es lo más contrario a la teoría artística, filosófica y científica. En efecto, ninguna ofuscación ni pérdida de cabeza ha pasado jamás a la historia más noble de la humanidad, sino al apartado de guerras y manicomios. "Todo queda en proponer algo nuevo", decía Kuhn. .
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