Hipocresía en el Trabajo
Querétaro,
30 mayo 2022 Un tal Juanito se acercó a un buen amigo y le pidió que le ayudara. El amigo, funcionario importante, le brindó su ayuda dándole la oportunidad de trabajar como su mano derecha, su hombre de confianza. Juanito aceptó. El jefe de Juanito tenía un problema que podía poner en peligro el trabajo en sí mismo, y por eso le solicita a Juanito que busque alguna alternativa, ya que las reducciones de presupuestos le obligan a tomar una drástica decisión: el despido. Juanito, hábil para eso de las relaciones públicas, se mueve. Y a costa del presupuesto que se le asignaría a su jefe, y a los demás compañeros, logra salvar el pellejo, acomodándose al interior de la organización pero a costa de seguir generando más problemas para quien era su amigo (despellejándole vivo, y hablando mal de él). Su amigo se percata de ello, llama a Juanito y le pide que permanezca al lado de él. Juanito le contesta: "Amigo, no te preocupes, pues en cuanto tenga mi propia posición en la empresa, podremos hacer equipo". Días después su amigo es víctima de un complot, el de las patadas "por debajo de la mesa". Y se pregunta por qué eso no le ha ocurrido a Juanito, pensando para sus adentros: "¡Que Juanito tan oportunista y tan utilitarista!". Aquí hay un dilema ético: cuando alguien te tiende la mano, ¿vale ir luego en su contra? ¿O qué va por delante: el propio pellejo, o la amistad? Un trabajo pasa y se acaba, pero los amigos, ¿duran toda la vida? ¿Qué ganó Juanito? Tener la chuleta asegurada y estar relativamente tranquilo. Total, que Juanito se decía a sí mismo: "Amigo, lo que se dice amigo, no lo era. Teníamos una buena relación, y poco más". Juanito perdió un amigo, que a lo mejor más tarde le hubiera hecho falta, cuando su estrellita se empezó a apagar. Prefirió ser una persona utilitarista, "confundiendo lo que estaba bien con lo que le convenía", como diría Serrat. Y se convirtió en un auténtico usador del prójimo. Eres mi cuate, sí, y estamos en el mismo club. Pero en tanto que me sirvas y pueda yo usarte para lo que me convienes. ¿Honramos la virtud y amistad del prójimo, o sólo honramos nuestra propia conveniencia? .
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