Intelectualidad de 2ª división


Intelectualidad de bombero, cuando no se consultan fuentes sino la propia bombilla interior

Querétaro, 8 mayo 2023
Prisciliano Hernández, periodista de Observatorio

          El inefable novelista Carlos Fuentes, ilustrado decimonónico y exponente de la narrativa mexicana, fue el autor de la Región más Trasparente, la Muerte de Artemio Cruz, Zona Sagrada, Tiempo Mexicano y otros cuentos y ensayos más. Pues bien, al parecer el señor Fuentes parecía confundir su fantasía con la realidad, y en un artículo recogido por el periódico Reforma lo hacía a costa de una Iglesia que, por cierto, no es una abstracción.

          Y es que el tolerante parece ponerse rojo, y acaba deviniendo en intolerante, cuando lo que se pone es a hablar de la Iglesia. ¡Qué raro! Porque parece que el improperio pasa a ser colocado en un lugar destacado, en aquellos que alardean de moderación, y que lo único que ofrecen es la tiranía de sus juicios (línea roja imposible de traspasar, porque está sellada con el non plus ultra de la intelectualidad despótica, aunque sea a nivel novelista).

          Predeterminar la realidad desde la fantasía, la ideología liberal y la narrativa ágil, presta un huero servicio a la historia, a la verdad y al mismo ex-presidente político (Fox) que Fuentes buscaba defender, elevándose en el presente artículo al mismísimo Goliat de la desmesura. Y es que su visión parcializada absolutiza toda su narrativa, como un repetidor de mitos de los cuales él mismo pedía desmarcarse, y en los que en esta ocasión se instala para recibir el aplauso de los vencedores.

          Con un lenguaje pontifical y definitorio, hablaba en dicho artículo Fuentes de la obra Mexican Phoenix de David Brading, como "el estudio definitivo sobre el guadalupanismo". La declaración tajante es necesaria para su seguridad, como si ya sobre este tema no se pudiera decir o escribir nada más. Adiós, pues, a Miguel León Portilla, a José Luis Guerrero, a todos los testimonios guadalupanos del s. XVI, a los del III milenio y a los que habrán de venir: no más.

          Carlos Fuentes detenía en el citado artículo el pensamiento y la historia, como si de momento su escritor Brading fuera dios. Y es que él (otro dios) se codeaba, por lo visto, con los dioses del Olimpo, de Meztlixico y Tenochtitlan, o con los mismísimos astros de Hollywood. El Imperator Verborum, dixit seu loqui.

          Por supuesto que toda love story ha de respetarse en cuanto a la vida de sus personajes, sobre todo por aquello de Nouwen de que "toda historia humana es sagrada". Pero ni el Vaticano (donde trabajan hoy cerca de 3.500 personas, que él tilda de fanáticos e hipócritas por servir a la catolicidad con amor y respeto), ni tampoco el papa, han condenado nunca al ex-presidente Fox, ni el ex-presidente Fox se ha desmarcado nunca de la Iglesia (porque sigue yendo a misa, aunque no comulgue), a la que nuestro ilustrado escritor ataca (a la de ayer y a la de hoy, porque quizás a ninguna de ellas conoce).

          Animo al señor Fuentes, aunque sea de forma póstuma, a leer a San Juan de la Cruz, el sereno de la espesura de la noche. O mejor, que lea a Pascal, a Simone Weil y a San Juan, aunque al parecer su inteligencia agnóstica le impida entenderlos en su justa medida (pues "es parte del honor del hombre crear la idea de Dios", como escribe él en dicho artículo, aunque más bien tal tesis pertenezca al materialista Feuerbach, de la izquierda hegeliana y nada espiritual por cierto).

          Al autodefinirse agnóstico o ateo "por la gracia de Dios" (para disculpar su cinismo), entiendo que el señor Fuentes era más bien un gnóstico. Eso sí, un gnóstico ilustrado en la noche del racionalismo, pues jugueteaba con la fantasía de su gnosis como otrora hicieran los gnósticos con San Ireneo de Lyon. Y es que esa gnosis es la que le permitía a Fuentes mitificar la historia y al mismo Dios. E incluso denostar al Vaticano, o reducir toda ley al exclusivo ámbito civil (cuando existen otros ámbitos, como el deportivo o el cultural, que también tienen sus propias leyes, ajenas a lo que circula por el mundo gubernamental).

          La Iglesia, don Carlos, no se aggiornó a partir de su homónimo ex-presidente Salinas, sino gracias al Concilio Vaticano II. Es de sabios corregir, y si su amor a la verdad le da tiempo, lea al menos desde su Olimpo la constitución Gaudium et Spes, para conocer la postura de la Iglesia ante el mundo moderno. De paso, no le vendría mal leer la Familiaris Consortio de Juan Pablo II, y así pasmarse con las indicaciones misericordiosas y paternales sobre los divorciados vueltos a casar.

          Sobre Pío XII y el nazismo, bástele conocer el testimonio de Paolo Mieli, director de la RCS (la ilustre y más grande editorial de Italia), quien no hace mucho afirmó, al presentar un libro de Andrea Tornielli (Pío XI), que Pío XII era "el papa de los judíos":

"Vengo de una familia de origen judío, y he tenido parientes que murieron en los campos de concentración. Y puedo decir que ese papa, y la Iglesia dependiente de él, hicieron muchísimo por los judíos. Se calcula que entre 700.000 y 800.000 judíos fueron salvados por la Iglesia y por ese pontífice. Cuando se recuerda a las personas que hicieron algo para salvar físicamente a los judíos, muy pocos pueden enorgullecerse de lo que hizo la Iglesia de Pío XII".

          Pienso con Paul Jonson, en su obra Los Intelectuales, que a los intelectuales como a Rousseau, Marx, Sartre, Hemingway, Ibsen, Bertolt Brecht, y otros, "no hay que darles credibilidad, sobre sus juicios sobre los líderes políticos o los acontecimientos importantes. Sino que debemos recordar lo que los intelectuales habitualmente olvidan: que las personas importan más que los conceptos, y deben ser colocadas en primer lugar. Porque el peor de los despotismos es la tiranía desalmada de las ideas". ¿No lo cree, señor Fuentes?

.

 Act: 08/05/23         @noticias del mundo              E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A