Las Mochilas de la Vida
Córdoba,
3 enero 2022 Pongamos como ejemplo a dos personas que comienzan el camino de la vida, ambas con una mochila a su espalda. Una va llenando esa mochila de compromisos (en el trabajo, con las personas que conoce, con Dios, en su familia, con los amigos, en la Iglesia o su equipo de fútbol...), mientras que la otra avanza rápida en el camino de la vida, sin echar nada dentro. Obviamente, esos compromisos son cosas que el 1º va metiendo en la mochila, y la mochila le va pesando cada vez más. Esto le hace caminar muy despacio (ya que no es fácil hacerlo, con un peso tan grande), y a veces hasta le hace desfallecer, rendido por el cansancio. No obstante, esa mochila no sólo está llena de ladrillos (obligaciones, penas...), sino que también alberga bebidas energéticas que le dan fuerzas y ánimo (alegría, compañías...), y éstas le van ayudando a seguir adelante, en los peores momentos del camino. Normalmente, el que va con la mochila cargada no llega muy lejos. Pero a él eso tampoco le importa, ya que va compartiendo el camino y disfrutando de él, con todas esas cosas y personas con las que se va comprometiendo. Y eso hace que su vivencia sea muy rica, satisfaciendo por completo su vida. Por otro lado tenemos al que va con la mochila vacía, que lo que quiere es llegar cuanto antes a la meta. Pues lo que a él le importa es él mismo y su propio camino, y no está dispuesto a asumir ningún riesgo con nada ni con nadie. Al principio, el camino del solitario es agradable y fácil, ya que no tiene nada con lo que cargar. Y avanza muy ligero, y llega muy lejos en todo lo que se propone. A su paso va viendo cosas que le sorprenden y le agradan, aunque se da cuenta de que no tiene a nadie con quien compartirlas. Poco después, descubre que a nadie le importa lo que él va experimentando en su camino, pues el camino de los demás no es el camino por el que él va caminando. Lógicamente, esto crea en él un sentimiento profundo de soledad, acompañado de un gran vacío y de un sentimiento de frustración. Sobre todo cuando se da cuenta de que su vida no sirve para nada, fuera de su propio y solitario regocijo. Y eso le ocurre cuando las cosas le van bien, porque si además el camino se complica... Al final de la vida, ambos viajeros llegan al término de sus caminos. El 1º de ellos está tirado en una piedra sin poder seguir más allá, pero abre su mochila y se pone a recordar la multitud de cosas y personas que ha conocido y que le han enriquecido. Y se pone también a rezar a todas ellas, para que le echen una mano y le permitan pasar a la siguiente etapa de vida: la vida en la eternidad. El 2º de ellos ha logrado llegar y cumplir todas sus metas personales. Pero en todas y cada una de ellas se ha encontrado solo, y sin nadie que saliera a su encuentro. Además, abre lo único que tiene, que es su mochila, y encuentra que en ella tampoco hay nada con lo que poderse desahogar. La valía de una persona se mide por su capacidad de compromiso, y esto es lo que realmente mide su grandeza. .
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