Mentalidad Escapista


Movimiento Simbolista de 1885, el primero que decidió evadirse de la realidad

Querétaro, 6 mayo 2024
Diego García, periodista de Observatorio

          En muchos sitios y de muchas maneras hemos escuchado que nuestra sociedad de consumo es escapista. De hecho, ahí están los que huyen por medio de las drogas y el alcohol, los que se divorcian, los adictos al trabajo, los que corren sus autos a toda velocidad, los que escuchan música a un volumen ensordecedor...

          Pero nosotros somos personas normales, ¿no? O dicho de otra forma, afrontamos nuestras responsabilidades sin escarceos, ¿verdad? Pues bien, ¿no será éste nuestro primer escape, el creer que estamos bien y no escapamos de nada?

          Reconozcámoslo: Hay aspectos de la vida en que nosotros, gente común y corriente, huímos con frecuencia, aunque éstas no lleguen al límite de lo profundo o vital. Y si no, hagamos un repaso.

          La cuestión social. Si vivimos como si la crisis civilizacional actual fuese algo ajeno a nosotros, estamos evadidos de ella. Nos afecta, claro, pero no queremos ser parte de la causa ni de la solución, ni tampoco procuramos un cambio. Mientras no toquen a la puerta de nuestra casa, para nosotros es como si no existiera la miseria, ni las familias desintegradas, ni la soledad, ni las personas enganchadas a la heroína. En suma, que nos hemos evadido de ella.

          Sentimientos. ¿Cómo te sientes, amigo? Bien, ¿y tú? Parece como si en bien o mal se agotaran nuestras respuestas, como tratando que no salga a flote nuestra decena de tristezas, cansancios, alegrías o angustias. Eso de bien o mal ya es un avance, pero las posibilidades son muchas más. ¿Y por qué no lo hacemos? Porque no queremos darnos a los demás, ni entrar en la riqueza y profundidad de los sentimientos, ni obligarmos a conocernos algo mejor de lo que somos.

          Esta huida de los sentimientos se traduce, entre otras cosas, en la superficialidad que criticamos, o en la rutina familiar, o en falta de intimidad conyugal, o en esa falta de empatía con el prójimo que Cristo nos pidió tener.

          El yo interior. Una vida interior nos obligaría a dar sentido a nuestra existencia, a definirnos y a ser auténticos con esa realidad que hemos conocido. Pero esto nos haría madurar, e ir creciendo en responsabilidad. Y como no queremos hacerlo, preferimos huir y escondernos en la rutina de todos los días: la el fácil deber, obviando todo lo que pase de ahí.

          Dios. Si resulta que Dios es como yo me imagino, y sus planes coinciden con los míos, ¡bienvenido! Sobre todo porque por fin alguien habrá entrado en mi repetido recetario: Dios. Pero si resulta que ese Dios me está pidiendo algo más, o resulta ser distinto a como yo me imagino... adiós Dios, porque yo no me voy a mover de aquí, ni voy a entrar en una relación que requiera oración o dedicación de tiempo.

          Tal vez usted no tome constantemente pastillas, ni sea alcohólico, ni tenga un ritmo agitado lleno de actividades. Tal vez no tenga Ud. esas fáciles formas de huida, pero ¿tiene una vida plena? ¿Está fuertemente arraigado a la existencia? ¿Conoce la paz y el gozo de la vida interior? ¿Ama verdaderamente?

          Si contestó no a alguna de estas preguntas, tal vez sea porque está huyendo de algo, ya porque sea profundo, ya porque sea vital, o de usted mismo. Huir sólo conduce a una vida mediocre, que en buena medida es ajena al ser humano. El hombre está llamado a encontrar plenitud y verdadera satisfacción, gozo y paz, sentido y trascendencia. Pero para encontrar todo eso hay que vivir sin trampas, mirando de frente y afrontando cada situación concreta. Hay que vivir sin dar la vuelta.

.

 Act: 06/05/24         @noticias del mundo              E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A