Nacionalismo Ateo

Ideología
nacionalista y separatista, totalmente contraria al plan de Dios
Madrid,
4 julio 2022
Santiago Martín, licenciado en Biología
Hacía
tiempo que no oía palabras tan lúcidas, ni tan sabias, como las pronunciadas por
el cardenal Cañizares en la cena con periodistas que siguió a su conferencia
en el Foro Católicos del Siglo XXI, que promueve la revista de ese mismo nombre.
El arzobispo de Valencia, sin duda uno de los hombres más cabales del
episcopado mundial, habló con franqueza sobre el terrorismo y sobre el nacionalismo.
Permítanme reproducir aquí un largo párrafo de sus declaraciones, que no
tienen desperdicio:
"El
proceso de secularización que ha sufrido la Iglesia ha sido muy grande, y eso ha
podido afectar de manera particular a ciertos lugares de España, como el País
Vasco. Esto ha generado una situación de desierto, de falta de vida, que hace
que cuando aparecen problemas graves, como el terrorismo, no se tengan fuerzas
suficientes para situarse ante ellos con lucidez.
Dios ha sido situado en un
segundo lugar, y eso ha ocurrido con el marxismo, con el nacionalismo y con los
totalitarismos de cualquier signo. Donde se da una ideología nacionalista hay
incompatibilidad con la fe, porque dicha ideología no se contenta con que los pueblos tengan su propia
identidad, sino que van mucho más allá.
Cuando
esa identidad se convierte en ideología, o en un sistema de
pensamiento, no hay lugar para Dios, pues todo tiene que estar puesto al
servicio de ese sistema de pensamiento. La ideología siempre elimina a Dios,
porque de lo contrario la misma ideología sería enjuiciada por Dios. Si Dios
no existe, no hay que darle cuentas, vienen a decirse engañosamente dichos
ideólogos.
Si en una región se está absolutizando la
propia tierra, habría que preguntarse si estamos haciendo la evangelización adecuada,
incluso aunque todavía no se esté
promoviendo el terrorismo".
De todo
esto hay una conclusión clara y demoledora: el nacionalismo exacerbado,
o excluyente, es ateo. Y no importa que muchos de sus seguidores sigan
yendo a misa, porque en el fondo han puesto a un ídolo (la nación) en el primer lugar
de su vida, en lugar de Dios.
Si una Iglesia se pone al servicio del nacionalismo,
aun sin darse cuenta de ello, está adorando a un falso dios, y está poniendo al servicio de ese ídolo todo lo que es y
todo lo que tiene. Por eso
las consecuencias son nefastas, tanto en crisis de vocaciones como en alejamiento de la gente,
y mucha tibieza a la hora de condenar los excesos del nacionalismo.
La cuestión no es terrorismo o fe, sino nacionalismo o
fe, porque éste último lleva también al ateísmo, aunque algunos clérigos no
quieran darse cuenta de ello.
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