Obscenas Políticas Juveniles
Madrid,
24 febrero 2025 Se cumple este año el XXXV aniversario del famoso y esperpéntico Póntelo, Pónselo, campaña promovida por el PSOE español bajo la entonces ministra socialista Matilde Fernández. Con esta campaña, y bajo la excusa de prevenir el Sida (y los hongos, y hasta las herpes), el Ministerio de Asuntos Sociales español abrió por fin la veda del verdadero y único gran proyecto del socialismo: la promiscuidad sexual de los jóvenes, y que copulen con cualquier desconocida que pase por ahí. Con esta medida, los progres daban palmas con las orejas, y se felicitaban de que por fin un gobierno (socialista, por supuesto) hubiese dado ya el paso definitivo hacia la liberalidad. Al fin y al cabo, argumentaban ellos, el gobierno "no debe asumir un papel educador ni moralizante", pero "sí procurar los medios para que las actividades que realicen sus estudiantes sean seguras". Por supuesto, este discurso resulta poco sostenible. En primer lugar, porque si el gobierno no debe de ser moralizante, ¿por qué se mete en el campo de la moral, en este caso favoreciendo una moral bastante dudosa? Además, si el Sida era lo que el gobierno buscaba prevenir, a través del Póntelo, Pónselo, ¿para qué promueve la promiscuidad sexual, causante nº 1 del Sida? ¿No supone eso exponer a los estudiantes a un mayor riesgo de contraer el Sida? En segundo lugar, la preocupación del estado por la salud de sus ciudadanos parece encomiable, y su lucha contra las violencias de género también. Sin embargo, ¿no supone ese revoltijo sexual provocar mayores trastornos psíquicos? Sobre todo, porque el sexo implica necesariamente donación y reciprocidad. Y de ser esto así, ¿no se estaría aumentando también la posibilidad de peleas y recelos, de rupturas y revanchas, entre las parejas que se hacen y deshacen? ¿No estaría eso generando potenciales violencias de género? Cuando la reciprocidad sexual en la entrega no se produce, la persona se encuentra ante la frustración y el hastío más repugnante y dañino. Pero claro, ahí está la progresía socialista, a la hora de ocultar todos los casos que vayan surgiendo, tanto de violencia de género como de trastornos psíquicos y afectivos, así como de contracción del Sida. Lo malo es que, tanto ahora como siempre, la revolución sexual juvenil nunca ha sido beneficiosa, y siempre ha acabado perjudicado a sus víctimas. Sobre todo generándoles una cara factura de infelicidad, y abocándolas a un futuro vacío. La objeción de conciencia fiscal, para que un estado nunca gaste más en este tipo de campañas pro-sexuales, a través del erario público, se hace más necesaria que nunca. Sobre todo, para que ningún político venga más a destruir la integridad física y mental de nuestra juventud. .
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