Poder, Pensamiento y Fe


Pensadores clásicos, muy lejos de los actuales ideólogos del político de turno

Querétaro, 26 febrero 2024
Rodrigo Guerra, periodista de Observatorio

          En diversas ocasiones el papa Juan Pablo II expresó la visión que posee la Iglesia respecto del servicio del pensamiento, y en cierto modo su encíclica Fides et Ratio (14-IX-1998) fue una amplia meditación sobre el tema. Sin embargo, poco antes (el 9-IX-1993) el papa ya había dejado caer el asunto, en torno a un aspecto poco desarrollado en la comprensión cristiana de este asunto:

"Pocas cosas son tan decisivas en la vida de la humanidad como el servicio del pensamiento. Hablo de servicio en el sentido más elevado del término, consciente de que con frecuencia se repite en la historia el intento de avasallar a los intelectuales por parte del poder, y de que para aquellos es insidiosa la tentación de ceder a las formas del cómodo servilismo. El servicio del pensamiento ha de ser esencialmente un servicio a la verdad. En virtud de este ideal altísimo y exigente, el intelectual auténtico, verdadero peregrino de la verdad, está llamado a desempeñar la función de conciencia crítica con respecto a todo totalitarismo o conformismo".

          Este pequeño texto nos dice varias cosas.

          En primer lugar, que el pensamiento no está alejado de las actividades decisivas del mundo contemporáneo, y que creer lo contrario sería un espejismo. En efecto, la historia de las ideas explica en buena medida la historia social y política de los pueblos, y nuestra época no es una excepción. El pensamiento influye y construye, legitima y sostiene, y provoca todo lo que en una sociedad se vive y acepta. Y esto sucede aun cuando la sociedad no sea conciente de ello, ni del origen y raíz de lo que piensa y practica.

          En segundo lugar, el papa menciona una realidad de facto: que el poder tiende a avasallar al pensamiento. Parte fundamental de la historia del mundo ha sido el papel desarrollado por los intelectuales de las diversas cortes y palacios ministeriales de turno.

          En ocasiones, este papel ha sido sobresaliente y heroico, como fue el caso de Tomás Moro en la corte renacentista de Inglaterra. Pero en otras ocasiones ha sido falaz y pusilánime, como es el caso de tantos "académicos orgánicos" (como diría Gramsci) que, integrados en los aparatos del poder, pierden la necesaria distancia para cumplir con su misión de servicio crítico.

          En tercer lugar, Juan Pablo II reafirmó en dicho mensaje que el servicio del pensamiento es esencialmente "un servicio a la verdad", y que desde este ideal el auténtico intelectual ha de mantener intacta su conciencia respecto a todo abuso de poder o todo conformismo anodino, aunque eso le cueste atravesar el umbral del riesgo y la lucha.

          Es evidente que la conciencia crítica no siempre resultará cómoda para quien manda, y que en ocasiones habrá de argumentar desde una lógica incomprensible para quien posea el poder o esté cómodamente instalado. Sin embargo, este servicio intelectual es esencial para el mundo y la sociedad, pues "pocas cosas hay tan decisivas como ésta", recuerda literalmente el papa Juan Pablo II.

          ¿Y por qué? Porque el corazón humano está hecho para la verdad, y nadie puede encontrar el sentido definitivo de la vida sin la verdad. Toda realidad adquiere proporción en la verdad, y a la luz de la fe sabemos que la verdad y Cristo son una misma cosa.

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