Poliedro Bioético


Manipulación genética, en este caso con seres humanos y no con ratas

Beirut, 19 febrero 2024
Sarkis Amin, licenciado en Teología

          La procreación artificial abre las puertas a la ingeniería genética a través de la posibilidad de manipular el embrión y su patrimonio cromosómico. De ahí que sea a la tecnología, y a las consecuencias que se siguen de su aplicación, a lo que el hombre deba prestar una mayor atención.

          En efecto, nuestra época se encuentra surcada por profundas contradicciones, cuyo punto de partida resulta de la confrontación entre el progreso científico-técnico y el hecho moral, y cuyo punto extremo desemboca en la biotecnología aplicada al hombre, a nivel reduccionista. ¿Y en qué sentido? En el sentido de reducir los niveles más altos y menos controlables de la humanidad (los psicológicos y espirituales) a los niveles más bajos y completamente controlables (los científico-técnicos).

Desde la clonación...

          Lo humano tiene como componente esencial su corporeidad, y eso nos lleva a afirmar que todo ser humano comienza a ser cuando ha iniciado el desarrollo de su propio cuerpo. Ahora bien, ¿cuándo comienza el desarrollo del cuerpo? La respuesta es indiscutible: en el momento de la fusión de los gametos, uno del padre y otro de la madre. Reiterando lo dicho, la vida comienza en el momento de la concepción.

          En ese sentido, la Iglesia afirma, a través de la Pontificia Academia para la Vida, que "la manipulación del ovocito fecundado es contraria a la dignidad humana, como también lo es la selección, el congelamiento y la fabricación de embriones a partir de gametas humanas".

          Frenar el proyecto de clonación humana habría de ser un compromiso moral de nuestro tiempo, en términos culturales, sociales y legislativos. ¿Y por qué? Porque ciencia y técnica médica, estando ordenadas al hombre (que es el sujeto y artífice de ambas), o se alimentan en los valores de fondo (y se ponen a su servicio), o de lo contrario se colocan contra el hombre.

Hasta la eutanasia

          ¿Y qué podemos decir de la eutanasia? Que se trata de "la acción u omisión que, por su naturaleza o en la intención, procura la muerte del paciente, con la idea de aliviar su dolor".

          La postura acerca de la eutanasia, según la Congregación para la Doctrina de la Fe, alude a la supresión de los medios terapéuticos que no son útiles. Y mientras sostiene que, a falta de otros remedios, es lícito recurrir (con el consentimiento del enfermo) a los medios puestos a disposición por la medicina más avanzada (aunque estén todavía en fase de experimentación y no exentos de riesgos), no duda en afirmar que, ante la inminencia de una muerte inevitable (no obstante los medios utilizados), es lícito tomar la decisión de renunciar a tratamientos que sólo proporcionarían una prolongación precaria y penosa de la vida (sin interrumpir, eso sí, los cuidados normales debidos al enfermo).

          Se sanciona así la licitud de no someterse a tratamientos penosos, caros o de dudosa eficacia. Pero va más allá cuando declara que es lícito interrumpir tales medios cuando los resultados no son conformes con las esperanzas que se han puesto en ellos. En la toma de decisión, por tanto, lo que se debe tener en cuenta es el justo deseo del enfermo y de sus familiares.

          La distinción entre eutanasia activa o eutanasia pasiva no tiene fundamento ético, es confusa y carente de base científica. Podría decirse que no es lo mismo "dejar morir" que matar, pero lo que realmente busca la eutanasia es la muerte, y no un mero "dejar morir". Es decir, busca un "dejar morir a quien podría vivir si se le proporcionaran los medios adecuados".

          El paciente tiene derecho a los cuidados mínimos, y a aquellos debidos a toda persona por el hecho de serlo. Es decir, que bajo ningún caso el médico puede retirar dichos cuidados, bajo pena de estar atentando contra los derechos humanos. Es necesario reiterar, una vez más, que todos los seres humanos tenemos "derecho a vivir con dignidad", y no sólo desde el momento de la concepción sino hasta el momento de la muerte. No existe, por tanto, el derecho a una muerte digna.

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