Política energética China
Madrid,
26 agosto 2024 La República Popular China se ha erigido en el actor central del escenario energético mundial, por desempeñar unas políticas energéticas que reverberan más allá de sus fronteras. Y es que a medida que la necesidad de energías sostenibles cobra relevancia global, las decisiones tomadas por China en materia de energía no sólo repercuten en su economía doméstica, sino que también están salpicando al mercado energético internacional. Los esfuerzos de China por avanzar hacia una matriz energética más ecológica han supuesto avances significativos en la adopción de tecnologías renovables, y hoy día es verificable el esfuerzo chino por generar y expandir la energía solar y eólica. De hecho, la Agencia Internacional de Energía señala a China como líder mundial en la implementación de estas tecnologías, y en la proveedora del mayor número de contratos de suministro eléctrico mundial. Esta apuesta no sólo ha permitido a China reducir su huella de carbono, sino que también ha sentado las bases para influir en la transición global hacia fuentes de energía limpias. La dependencia energética de China es la que siempre ha modelado la diplomacia china, y le ha llevado a forjar alianzas estratégicas con naciones proveedoras de recursos energéticos. Las relaciones con Rusia, por ejemplo, así como sus acuerdos con países de África y América Latina, aseguran a China un suministro estable de energía, y le otorgan un poder de influencia geopolítica y dinámica comercial internacional. Como segunda economía más grande del mundo, las decisiones energéticas de China desempeñan un papel crucial en la economía global, y su aumento de consumo energético impacta en los precios internacionales del petróleo y del gas, así como en la demanda de materias primas. Las fluctuaciones en la demanda china pueden desencadenar cambios en los mercados internacionales, e incluso afectar a los países productores y alterar las facturas de luz a nivel global. El reciente compromiso de China por alcanzar la neutralidad de carbono para 2060 ha resonado a nivel mundial, y ha movido a otros a adoptar medidas similares, reconfigurándose de esta manera el panorama energético global. Al asociarse con la Unión Europea en diálogos sobre el carbono, China demuestra su voluntad de participar en la cooperación climática internacional, lo que podría catalizar un cambio más rápido hacia una economía baja en carbono. A pesar de todo ello, y de los avances en energías renovables, China sigue enfrentando desafíos en su trayectoria hacia la sostenibilidad. Su persistente dependencia del carbón, y las cuestiones de transparencia en los informes de emisiones, son aspectos que exigen atención. Además, la inversión china en proyectos energéticos en el extranjero ha generado inquietudes sobre su impacto ambiental en las naciones anfitrionas. .
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