Progresía Científica


Premio Nobel Gregorio Marañón, expulsado de España por los piquetes de la ciencia

Madrid, 27 enero 2025
Eulogio López, director de Hispanidad

          Decía hace poco el autotitulado "historiador de la ciencia", Alfredo Quiroga, en un artículo sobre la figura de José María Albareda (fundador en 1939 del CSIC, 1ª instancia científica de España, durante los primeros meses de la dictadura franquista), que "la renovación científica y cultural emprendida por las fuerzas sociales más progresistas (es decir, por la II República española) fue abolida por las armas, el nacionalismo conservador católico, la intolerancia ideológica y el revanchismo".

          Es decir, que los progres eran los "emprendedores de la ciencia y la cultura", mientras que los no progres eran los "intolerantes al emprendimiento científico y cultural".

          La verdad es que Albareda sí llegó a ser la 1ª autoridad mundial en edafología, parte de la geología dedicada al estudio del suelo (especialmente como soporte biológico), y aún hoy se imparten sus postulados en todas las facultades de Geología. Por su parte, de Quiroga nadie sabe sino que se autodenomina "historiador de la ciencia", cuando en realidad no es historiador ni científico, sino un simple polítiquillo de 3ª que escribe para El País.

          Olvida también Quiroga un pequeño detalle, que recogía la Gaceta de la República, nº 338, del 4-XII-1937, sobre la progre y "renovadora científica" II República española. Así, nos encontramos con la Orden Ministerial firmada por el subsecretario, Wenceslao Roces, por la que se expulsa de la universidad española a 20 catedráticos, por el simple hecho de no comulgar con sus ideas socialistas (es decir, por "no presentarse en Valencia" a comienzos del curso 1937-38).

          Tales catedráticos "no progres" sí fueron auténticos científicos y vanguardia de la cultura. Y si no, ahí están sus nombres: José J. Zubiri Apalategui, Américo Castro Quevedo, Claudio Sánchez Albornoz, José Ortega y Gasset, Luis Recasens Siches, Hugo Obermaier, Luis de Zulueta, Blas Cabrera Felipe, Agustín Viñuales Pardo, Alfonso García Gallo, Eduardo L. Llorens, Alfredo Mendizábal, Ramón Prieto Bance, Gabriel Franco López, Ciriaco Pérez Bustamante, José López Ortiz, Ignacio de Casso, Niceto Alcalá Zamora, Blas Ramos Sobrino y Enrique Rodríguez Mata.

          En otra posterior orden, del 22-XII-1937, se hizo pública otra lista de 69 profesores universitarios apartados de su servicio por "no disponibles gubernativamente" (es decir, por tampoco comulgar con el régimen socialista de la II República). Entre ellos, estaban figuras como Manuel García Morente (sustituido como decano de la Facultad de Filosofía de Madrid por Julián Besteiro, y exiliado en París), Luis García Valdeavellano (padre de la Historia del Derecho), Gregorio Marañón (Premio Nobel en Medicina en 1908, y que tuvo que huir de España para salvar su vida), Gustavo Pitaluga, José María Trias de Bes, Juan Zaragüeta...

          ¿Quién era, pues, la vanguardia de la ciencia y la cultura? ¿La II República española, con sus pardillos de política, y autodenominados "renovadores de la ciencia"? O figuras mundiales y hasta premios Nobel de la ciencia y la cultura? Y si no, ¿quién descabezó a la vanguardia de la ciencia española?

          Efectivamente, Albareda fue otro de esos grandes científicos que dirigió la investigación científica en España durante casi 30 años, y puso a España a la vanguardia mundial de la ciencia. Lo que pasa es que pertenecía al Opus Dei, y para un progre eso es lo grave, especialmente para sus filias y fobias.

          Para los "quirogas" de la ciencia, o pseudo-científicos de la pregresía, sólo es ciencia aquello que sus amos consideran que es ciencia (hoy en día, sus dogmáticas tri y cuatri sexualidad). Es decir, que hasta el mismo Einstein quedaría fuera de sus paradigmas científicos, así como cualquier cristiano que no comulgue con sus paradigmáticos dogmas.

          El 2º error de la progresía científica, la del señor Quiroga, es aún más perverso. Considera que un cristiano no puede ser científico, y que por ello debe escoger entre ambas cualidades: o Dios o la ciencia. De ahí que sostenga, como perfectamente asumible, que el actual CSIC pueda destinar fondos a la demostración de la ausencia de Dios.

          Por supuesto, la ciencia progre no hace daño al cristianismo (en tal caso, a los cristianos), pero sí que lo hace a la ciencia, a la cual reduce a ciencia ficción o pseudo-ciencia, al servicio de postulados dogmáticos de politiquillos de 3ª, que lo que buscan no es sino distorsionar la realidad y tratar de gestar otra a su propio gusto y nivel (es decir, a la mínima expresión).

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 Act: 27/01/25         @noticias del mundo              E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A