Prostitución Machista
Querétaro,
7 octubre 2024 La prostitución de la mujer es una de las lacras más dolorosas y denigrantes de la historia humana. Se hacen chistes, burlas, y se zahiere de mil maneras a quienes han tenido que padecer este mal social. Ha sido siempre un buen negocio para lenones y proxenetas, a veces bajo el amparo del poder. De la culpabilidad de la mujer y la villanía machista que esconde, ya Sor Juana disertó con agudeza y talento. Pero la villanía mayor es querer justificar la utilización sexual de la mujer amparándola con un reconocimiento social. Ahora ya no se quiere hablar de prostitución como abuso y ofensa a la dignidad de la mujer, sino que se trata de justificar como un trabajo o servicio sexual. Martín Descalzo refiere que cierto día fue objeto de una regañina por parte de un lector, porque escribió que "a Dios se le puede agradar en todos los trabajos", pues según el lector "los carteristas y médicos abortistas no agradan mucho a Dios, con su trabajo". La respuesta fue tajante:
En definitiva, llamar trabajo a la prostitución no es sólo envilecer el trabajo, sino justificar a los lenones y proxenetas. Hasta este punto de hipocresía ha llegado el vocabulario oficial, político, demagógico, social y laboral. Así intenta justificar nuestro sistema político la ofensa inferida a la mujer. Y por supuesto, sus principales agentes de comunicación, que ven satisfecha y tapizada su feroz adición proxeneta. San Agustín tiene una observación aguda y certera para este tipo de gobernantes, que sigue siendo válida más de 1.500 años después: "Buscan que haya prostitutas públicas en abundancia, pero no sólo para disfrutarlas, sino para disfrazar así su disoluta vida privada" (Ciudad de Dios, II, 20). La pura verdad. Los poderosos disfrutan así de las mozas y concubinas más cebadas, mientras el pueblo acude a los burdeles más baratos. Como se ve, la dignidad de la mujer poco importa a los que hablan de feminismo, pues lo que en el fondo tratan es de utilizarlas como conejillo de indias para sus intereses ideológicos, y convertirlas en sus propias sexoservidoras. El olvido de Dios, ha dicho el papa, lleva al envilecimiento de la humanidad. Así estamos. .
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