Recuperar la Imaginación


Sacar de nuestras cabezas las bombillas, y no sólo para iluminar la prensa sino también la fe

Querétaro, 29 enero 2024
Rodrigo Guerra, periodista de Observatorio

          Hace algunos años Carlo Caffarra comentaba, no sin cierta ironía, que algunos medios de comunicación, principalmente la televisión, se estaban convirtiendo en una "prótesis de la inteligencia y de la imaginación", sobre todo si observamos que el esfuerzo por crear leyendas, cuentos e historias, que hasta hace muy poco era tan propio de todas las culturas, ha quedado reservado para los profesionales de la literatura.

          Durante siglos, los pueblos han expresado sus valores, sus temores, y gran parte de su sabiduría, a través de los cuentos. Y de generación en generación estos cuentos eran creados y recreados por los mayores, con el fin de entretener y enseñar a vivir, a través de ellos, a los menores.

          Sin embargo, la curiosidad espontánea de la inteligencia, y la creatividad de la imaginación, han sido negadas y clausuradas de un plumazo (casi como por edicto), eclipsando una de las más viejas manifestaciones de la condición humana, y la más profunda a la hora de manifestar los sentimientos más familiares y sorpresivos.

          De esta manera, la literatura fantástica ha comenzado a llenar los espacios vacíos que han dejado los mayores, y que jamás podrá llenar la televisión o el cine. Pero ¡cuidado!, porque se trata de un movimiento literario que ha resurgido para suplantar a los mayores, y que en ocasiones va cargado con ingredientes de todo tipo provenientes del gnosticismo, tendentes a presentar como novedosas algunas de las peores andanzas del pasado (como las de Simón el Mago, por poner un ejemplo).

          Como en tantos otros problemas, el diagnóstico de esta situación no debe derivar en lamentos y quejas sobre quiénes son los que escriben y qué deficiencias morales son las que están proponiendo. Sino que también es importante que los ciudadanos recuperemos la capacidad de construir propuestas culturales novedosas, bellas e interesantes, con capacidad literaria para conmover la conciencia de los niños, animar a los jóvenes y forjar los lectores adultos del futuro.

          No basta con denunciar, sino que tenemos que proponer, porque una fe que no propone se va debilitando y enfermando. De hecho, el dato es empírico: en la batalla de la literatura, los católicos no estamos presentes. Y eso es un indicador de que algo no funciona bien, sobre todo si lo que queremos es formar el interior de las personas.

          Decía Juan Pablo II que "el corazón de cada cultura está constituido por su acercamiento al más grande de los misterios: el misterio de Dios" (Discurso a la ONU, 5-X-1995). Pues bien, si el acercamiento a Dios ha de hacerse a través de la cultura, y lo que está en juego en este proceso es la fe, no vendrá mal recordar aquello otro que también recordó el mismo papa: "Una fe que no se convierte en cultura es una fe no acogida en plenitud, ni pensada en su totalidad, ni vivida con fidelidad" (Juan Pablo II, Carta fundacional del Consejo Pontificio de la Cultura, 20-V-1982).

          Con todo, no olvidemos una cosa: que la cultura es una realidad siempre híbrida, en la que las personas y los pueblos, y no sólo nosotros, también manifiestan sus cosmovisiones. 

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 Act: 29/01/24         @noticias del mundo              E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A