Tergiversación del Corán


Buen aprendizaje del Corán, clave para su correcta interpretación

Londres, 23 octubre 2023
Karen Armstrong, catedrática de Filología

          Existen 1.200 millones de musulmanes en el mundo, y el Islam es la religión que se extiende a más velocidad. Si la cruel matanza que presenciamos el 11-S de 2001 fuera un rasgo típico de esta fe (por ejemplo), y el Islam inspirase y justificase verdaderamente tal violencia, esa expansión y la presencia creciente de musulmanes en el mundo sería una perspectiva aterradora. Por fortuna, eso no es así.

          La propia palabra islam significa sumisión, y está relacionada con la palabra paz. De hecho, cuando Mahoma entregó a los árabes los textos de inspiración divina, conocidos como Corán, gran parte de su misión consistió precisamente en acabar con las violencias que, en los inicios de aquel s. VII, se estaban llevando a cabo.

          En el Corán, la única guerra permitida es la que se libra en defensa propia. Los musulmanes no pueden iniciar las hostilidades (Corán, II, 190), y la guerra es siempre considerada mala, aunque a veces haya que luchar (como hicieron los musulmanes en el s. VII, para defenderse de los habitantes de La Meca; Corán, II, 191; II, 217) para proteger unos valores decentes (Corán, IV, 75; XXII, 40). El Corán cita la Torah judía (que permite la venganza del "ojo por ojo y diente por diente"), pero al igual que hacen los evangelios de Cristo, sugiere que hay que renunciar a la venganza (Corán, V, 45).

          El Islam no es adicto a la guerra, y la yihad no es uno de sus pilares. El significado fundamental de la palabra yihad no es "guerra santa", sino lucha, y se refiere al duro esfuerzo necesario para llevar la voluntad de Dios a la práctica en todos los ámbitos: personal, social y político. Según una tradición muy citada, Mahoma dijo a quienes le acompañaban a regresar a casa, después de una batalla: "Volvemos de la pequeña yihad a la yihad más grande y mucho más urgente y trascendental, que es la de extirpar el mal de nuestro propio corazón".

          El Islam no se impuso por la espada, como bien insistía el Corán al decir: "No debe existir coacción en cuestiones de fe" (Corán, II, 256). A los musulmanes se les exhorta constantemente a que respeten a judíos y cristianos, como "pueblos del libro" que adoran al mismo Dios (Corán, XXIX, 46).

          ¿De dónde proceden, pues, las bombas suicidas de estos actuales terroristas? ¿Y el secuestro y la matanza de civiles inocentes? El Corán no respalda ninguno de estos asesinatos, porque todos ellos violan varios de sus preceptos más sagrados. Y Alá, o Dios, o Yahveh, tampoco los respaldan.

          ¿Qué está pasando, entonces, con los actuales terroristas islamistas? Simplemente, que son terroristas, y para ello utilizan el nombre de Alá. Que son terroristas y que son fanáticos del s. XXI, o eso que ahora se da en llamar "militantes fundamentalistas en rebelión contra la modernidad".

          Todos los movimientos fundamentalistas que he descubierto en el judaísmo, en el cristianismo y en el Islam, están convencidos de que la sociedad laica y liberal está empeñada en eliminar la religión. Y por eso creen que es necesario luchar por su supervivencia, aunque sea ignorando los principios más compasivos de su fe. Sin embargo, lo que hacen no es defender su religión, sino distorsionar su tradición.

          Sería un error creer que Bin Laden fue un auténtico representante del Islam, al igual que considerar a James Kopp (asesino de un médico pro-abortista de Buffalo) un cristiano típico, o a Baruch Goldstein (que disparó contra 29 fieles en la mezquita de Hebrón, en 1994) un mártir de Israel.

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 Act: 23/10/23         @noticias del mundo              E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A