Tiempo para Divertirse


Creemos que se han ido a pasear, y lo que están haciendo es... con 14 años

Querétaro, 19 julio 2021
Yusi Cervantes, psicóloga del APSIC

          Llega un momento en que la persona tiene ganas de divertirse. Es lógico, e incluso dice la Escritura que "todo tiene su tiempo, y todo cuanto se hace bajo el sol tiene su hora", y que "hay tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de llorar y tiempo de reír; tiempo de lamentarse y tiempo de danzar" (Ecl 3, 1-5). Y un poco más adelante: "Disfruta mientras eres joven, y pásalo bien".

          No están muy bien vistos en la Escritura, pues, el avinagrado, el aguafiestas y el empollón, pues "el demasiado estudiar desgasta el cuerpo" (Ecl 11, 7-12). Aunque no cabe olvidar ese otro consejo que también se da: "Acuérdate de tu Dios hacedor".

          Que nadie imagine la vida cristiana como un luto sin salida, porque si nuestro Señor Jesucristo hubiese sido un triste hombre teatral (como se le suele representar en las películas), los jóvenes y los niños no se hubieran acercado a él. Eso sí, que tampoco se imagine al cristiano como un trastornado de la sociedad, dado al juego o la bebida.

          Habría que recuperar aquellas fiestas de no hace tantos años (aunque ya muchos las desconozcan) que se celebraban en casa de los propios padres, o de los de algún amigo o amiga, bajo luces claras y la mirada discreta (pero atenta) de alguna persona mayor. Así era fácil divertirse limpiamente. Por supuesto que siempre es posible, si se quiere e incluso en estos casos, traspasar los límites de la moral. Pero cuando se toman las precauciones debidas, es más difícil incurrir en lo que no estaba previsto con antelación.

          En los jóvenes de estos tiempos pasa lo contrario. Quizás alguna persona privilegiada, tal vez muy ingenua o un poco tonta, pueda pasar una noche bailando y bebiendo sin ofender a Dios. Pero lo más fácil y seguro es lo contrario. Los lugares a los que los jóvenes van, donde casi es imposible hablar, propician un tipo de expresión basada únicamente en el contacto físico, en la vibración y en los instintos estimulados por el sonido, la penumbra, el alcohol o la droga.

          Divertirse, y lo mismo cabe decir de las vacaciones, es salir un poco de lo habitual, del esfuerzo constante. Cabe decir que es "salir un poco de nosotros mismos". Pero la alegría, el sosiego, la paz y la recuperación de energías no se consigue huyendo del verdadero yo, que es nuestra verdadera existencia y nuestro centro de gravedad espiritual.

          Apartarse de Dios es una violencia profunda en lo más profundo del núcleo personal, y esto no puede proporcionar descanso auténtico. Cuando el Señor dice "Venid a mí los que estáis cansados", entre otras cosas nos está advirtiendo que fuera de él no hay descanso verdadero.

          Bien sabido es que la danza puede convertirse en una tumba del espíritu, del honor de la persona, de la pureza del alma y de la rectitud del cuerpo. Pero esto no significa que deba negarse al baile un valor saludable. Basta que no exceda las normas del buen sentido.

          Y se entiende bien lo que quiere decirse: que no sea sensual, que se guarden las debidas distancias y que no incite a ningún desorden natural. Pues entonces ya no es diversión auténtica, sino pérdida de la integridad humana y de la dignidad.

          Los padres, por tanto, han de ser los educadores de este tiempo de diversión, y han de velar para que esta faceta de la vida se desarrolle de forma habitual, y lo haga con responsabilidad. Sobre todo cuando los hijos son jóvenes y se poseen ese irresistible instinto de danzar. Lo cual hay que enseñar a que se haga con personalidad, sin perder la nobleza, la honestidad, el pudor y el buen gusto.

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 Act: 19/07/21          @noticias del mundo             E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A