Acudir a San José, para fiarle la Iglesia
Queridos compañeros sacerdotes, fieles de esta catedral y espectadores que nos seguís desde vuestras casas a través de la radio, internet o la televisión, celebramos al santo patrón de nuestra catedral, que también es el patrón de la Iglesia universal: San José. Para nuestra reflexión sobre la fiesta de San José, quisiera ofreceros algunas reflexiones a partir de lo que la Iglesia nos invita a reflexionar en su celebración: "Ite ad Joseph". Se trata de una expresión muy familiar para los cristianos piadosos de San José. La traducción latina significa "ve a José". Por supuesto, no se trata de un paseo físico, ni un desplazamiento hacia un lugar concreto, ni tener que ir ahora mismo a su casa de Nazaret, en la que el gran patriarca de la Iglesia vivió junto con la Sagrada Familia, de la que era su cabeza y portador. Es bueno recordar también la ingente cantidad de santos que tenían gran devoción a San José. Recordamos a Santa Teresa de Avila, que afirmó una y otra vez que acudamos a San José porque él ciertamente intercederá por nosotros:
Es lo que decía San Pío de Pietrelcina: "Id a José, porque yo, como Santa Teresa, no recuerdo haber pedido nunca algo a San José y no recibirlo inmediatamente". Y lo que decía Santa Teresa de Calcuta, que para obtener diversas gracias recitaba a menudo el "a ti acudimos, oh bienaventurado José, en nuestra angustia". Pero el origen correcto de la recomendación de "ir a José" es todavía más antiguo que el patriarca José del evangelio, y se sitúa en el patriarca José vendido por sus hermanos a los egipcios:
A José, el esposo virginal del Santísimo, el protector de María y de Jesús, encomendamos hoy a la Iglesia. Porque él no sólo fue el padre de la Sagrada Familia, sino que es el verdadero protector de la familia humana, y el que se empleará en traernos el pan que necesitamos. Me gusta pensar que, cuando el niño Jesús se dirigió a María para pedirle algo especial, recibió de ella la respuesta: "Ve con tu padre, haz todo lo que él te diga", con una sonrisa en la cara y consciente de que para las cosas más importantes se necesita la palabra de un padre. Vayamos entonces a José, que abunda en la misericordia de Dios. Acudamos también a María, que guarda en la fe todo lo que hay en su corazón. A ambos los encontraremos siempre juntos, señalando a Jesús para que se haga lo que él diga. Y él nos dirá palabras de amor, de valentía y de consuelo, para que podamos seguir adelante con mucha esperanza. A lo largo de su vida, y tanto en su propia familia como en sus alegrías y dolores personales, José siempre buscó y amó al Señor, mereciendo la alabanza de las Sagradas Escrituras como "hombre justo" y sabio. Por eso os digo a todos: ¡Id a José! Porque como dice el papa Francisco I:
Aquí está el siervo bueno fiel a quien el Señor ha puesto sobre su familia. Que San José interceda por todos nosotros y obtenga para la Iglesia las gracias que necesita. Que así sea. .
|