Todos estamos al servicio de una persona: Jesucristo

Constantina,.3.abril.2023
Arzob.
.Nicolas.Lhernould,.primado.de.Argelia

          En la primera lectura de hoy, con la que seguimos leyendo el libro de Reyes, hemos escuchado un extraordinario contra-ejemplo de la verdad. En efecto, antes del fin de su vida, el rey Salomón se pervirtió y aceptó la introducción de ídolos en su reino. Y eso produjo la división del reino de Israel en dos, como comienzo de una historia desastrosa.

          A lo largo de la historia, tanto del AT como de nuestra Iglesia, ha habido momentos de división. En nuestra historia local basta con mirar la figura de San Cipriano, que luchó como nadie para preservar la unidad de la Iglesia. San Cipriano escribió un famoso tratado sobre este tema, y San Agustín tuvo que hacer lo mismo en su momento, y muchos otros después de él. Hasta el card. Lavigerie tuvo que hacer numerosos esfuerzos para poder mantener la fe en comunión, ante numerosas fuerzas que reclamaban la división.

          Nuestra Iglesia norteafricana está rodeada por una diversidad de lenguas, culturas, espiritualidades y carismas. Y por eso nosotros estamos llamados a mostrar la imagen de la unidad. Y no sólo a mostrar esta imagen, sino a vivirla, pues a través de esta vida de la fe en comunión podremos donar el testimonio de ser sus discípulos. En su tiempo, San Cipriano encontró los medios necesarios para animar a la comunidad cristiana, y San Agustín hizo lo mismo unos siglos más tarde. Me parece que dentro de todo carisma comunitario debemos tender hacia el mismo horizonte, al servicio del mismo objetivo.

          ¿Y qué significa vivir la fe en comunión? Ante todo, aceptar la necesidad del otro en nosotros mismos. En efecto, nadie puede pretender testimoniar el evangelio por sí solo, pues para eso hace falta, al menos, otro. Porque el evangelio es amor, y el amor no se puede ser vivido por uno solo. Dios es uno en tres personas, y del mismo modo nosotros somos testimonio en medio de una multitud de personas.

          Lo segundo que hace falta para vivir la fe en comunión es profundizar con inteligencia en los ámbitos en que vivimos, sobre todo en el encuentro con las personas que nos encontramos. Sin duda que la fe es la misma en todas partes, pero al mismo tiempo ha de transmitirse, y para eso necesita esta inteligencia del contexto, sin la cual las palabras, e incluso lo que nosotros intentamos vivir, no se comunica.

          En el evangelio de hoy hemos visto cómo Jesús cura a un sordomudo, y éste se pone inmediatamente a hablar a todo el mundo de lo que Jesús había hecho por él. En otro pasaje, fue un leproso el que se puso a publicar a Jesús a diestro y siniestro. En nuestra pequeña iglesia del norte de África, creo que hay un sentido religioso que podemos donar y transmitir. Es nuestro contexto.

          No estoy hablado de relativismo, ¡nada más lejos! Sino sencillamente de encarnación, así de sencillo. Es decir, que Dios está presente en esta tierra aún antes de que nosotros hayamos puesto pie en ella. Y que estamos al servicio de la verdad, que es un persona con mayúsculas llamada Jesús. No estamos al servicio de un dogma, sino de una persona viva.

          En consecuencia, nuestra tarea consiste en estar en relación con Jesucristo, y en darlo a conocer a los demás. Toda nuestra misión consiste en servir a Jesucristo, e iluminar el contexto de este mundo para que todos los demás puedan amar y seguir a Jesucristo. Demos gracias a Dios por nuestros carismas, por lo que somos, por nuestra historia, por nuestras vidas al servicio de Dios y del mundo.

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  Act: 03/04/23         @primados de la iglesia            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A