Anunciar y dar testimonio, con creatividad

Lima,.25.abril.2022
Arzob.
.Carlos.Castillo,.primado.de.Perú

          Queridos hermanos en el Señor, éste es un día para alegrarnos, porque nuestra vida está orientada a anunciar el año de gracia del Señor, y porque por 1ª vez después de dos años de pandemia podemos reunirnos como comunidad cristiana, para expresar nuestro amor y el signo que nos dejó el Señor: hacer de la Iglesia una comunidad que dé luz y amor a la humanidad.

          Hemos escuchado hoy cómo el Señor, en la sinagoga de Nazaret, ha optado por volver a su sencillo y humilde pueblo para anunciarnos, con su vida y presencia, la salvación. Un anuncio que también nosotros estamos llamados a hacer en nuestros pequeños pueblos, en nuestras parroquias o en nuestros barrios, y en todos los lugares de misión en los cuales estamos intentando transparentar a nuestro Dios.

          Este camino que hacemos presupone en nosotros la prioridad que Jesús da en la sinagoga de Nazaret, reconociéndose como Aquel que está ungido por el Espíritu. Espíritu que empezó su camino con la unción bautismal, y que en el pueblo de Dios nos pone al servicio de los demás en sus diversos órdenes.

          El mandato de servir a los demás no fue en Cristo un mandato disciplinar a forma de ejército militar, sino la suscitación de nuestra misión en el corazón de la gente. Por eso el Señor empieza su ministerio en la sinagoga de Nazaret, adentrándose en las condiciones de religiosidad y de creencia que los hebreos tenían en aquel sitio, en las costumbres de ese momento y en lo que la gente vivía cotidianamente. Todo muy similar a como intentamos hacerlo nosotros, desarrollando con toda sinceridad nuestra misión en las costumbres de nuestra sociedad. La misión de Jesús tiene que darse en el hoy presente, y en las nuevas situaciones concretas de la vida. 

          Asistimos hoy día a un auténtico drama de la humanidad, trágico por la pandemia que todavía nos acecha, y por la guerra sin sentido que ha comenzado en el este europeo, de consecuencias imprevisibles para el mundo entero. Pues bien, en estas difíciles circunstancias del mundo, el evangelio tiene que seguir siendo una buena noticia, de que Dios nos ama y de que su gracia es capaz de salvar a la humanidad.

          Si el Señor fue enviado a anunciar el evangelio a los pobres, hoy tenemos que descubrir dónde están esos pobres, y qué pobrezas o situaciones complicadas de la vida están atravesando, como la violencia y procesos destructivos. Así como también hay que reconocer qué alegrías y esperanzas, qué sueños y proyectos, tienen esas personas.

          El Señor está clavado en una cruz para que comprendamos que cada uno de nosotros somos obra de su misericordia. Y en nosotros, la misericordia y el amor entrañable es algo posible, y posible en el hoy concreto, en ese hoy en que Lucas insiste: "Estas escrituras que acaban de escuchar se cumplen hoy".

          Todo esto exige de nosotros una destreza a la hora de orientar la Iglesia y su evangelización. Y sobre todo para poder decir a cada persona la palabra adecuada y oportuna, y no repetirle siempre, de forma fácil, las mismas palabras.

          Los ritos que hace la Iglesia no son algo que se repite para volver al pasado, sino para construir un futuro con fundamento y con un sentido más profundo. Los cristianos no somos pasadistas, sino que ejercitamos la presencia de Dios en el hoy concreto, continuando con lo ya conseguido por la tradición e intentando transformar el mundo presente. Eso sí, creciendo siempre con el Señor, que "iba creciendo en estatura, en sabiduría y en gracia". Y madurando nuestras vidas y las de nuestro pueblo, no aniñándolo con repeticiones inútiles sino despertando en ellos su conciencia y responsabilidad.

          Todos estamos en proceso de reflexión, y si Jesús lo hace hoy en la sinagoga de Nazaret, es para que también nosotros lo hagamos hoy en la catedral de Lima. Hagámoslo de corazón, que es el lugar desde donde es posible ir abriendo paso. No os preocupéis de nada más, ni de que los demás no tengan las mismas ideas. Porque lo importante es decidirnos a emprender este camino con libertad y entrega generosa, disponibles a que el Espíritu Santo nos hable e inspire, y nosotros podamos responder.

          El papa ha repetido en numerosas ocasiones que es necesario salir de la "mundanidad espiritual", como tentación que existe siempre. Y yo quiero subrayar que eso es posible, porque a pesar de las tentaciones está con nosotros el Espíritu Santo, que abre posibilidades en nuestro interior. Ciertamente, tenemos que librar este combate espiritual, porque hay muchas tentaciones que todavía están presentes, como el funcionalismo y el pragmatismo. Pero si lo hacemos en la abundancia del Espíritu, esas tentaciones saldrán poco a poco de nosotros, y nos hará mucho bien.

          Cuando Juan Pablo II se estaba despidiendo de su 2º viaje al Perú, en el balcón de la nunciatura manifestó: "Combatan el mal haciendo crecer el bien". Eso les dijo a los jóvenes, insistiendo en que un océano de bien puede destruir el mal.

          Ésa es la mejor manera de salir de las tentaciones. Evitemos el pelagianismo de pensar que, flagelándonos, arreglaremos las cosas. Generemos el bien, y el mal se ahogará. Es lo que urgentemente necesita nuestra patria y la Iglesia. Como ha recordado el Santo Padre Francisco, "conversemos y caminemos juntos, con sinodalidad y mirando siempre al Señor". Porque los ojos de la gente "estaban pendientes de él, y de las palabras que salían de su boca". Y de su boca salió una palabra de aliento: "Hoy existe la gracia".

          Esa gracia existe hoy en nuestra diócesis, y en el pasado hizo posible que nuestro fundador Toribio, como gran fundador de la arquidiócesis de Lima, consiguiese que ningún indio fuera maltratado. Y por eso fue misionero, y nos forjó para todos esa identidad. Tenemos también una 2ª identidad: la de Rosa de Lima y San Martín de Porres, de preferencia por la gracia en el caso de Rosa y de preferencia por el pobre en el caso de Martín.

          Hermanos y hermanas, tenemos sacerdotes tocados por Toribio, por Martín de Porres y por Rosa de Lima. Y tenemos un estupendo clero de Lima, en el que trabajan hermanos tanto diocesanos como religiosos. Si estamos en Lima es porque somos discípulos del Señor, a través de la identidad que nos marcaron Toribio, Martín y Rosa.

          Demos testimonio, por tanto, del Señor. Y hagámoslo con frescura y creatividad, sin miedos y confiando plenamente en Dios, porque a los peruanos nunca nos retira Dios su amor. Feliz día, hermanos. Que Dios les bendiga y les dé siempre su paz.

.

  Act: 25/04/22         @primados de la iglesia            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A