Apoyar todo proceso de paz, desde lo justo y conciliador

Roma,.24.abril.2023
Arzob.
.Jorge.Bergoglio,.primado.de.Italia

          Queridos hermanos, son años de guerras y conflictos que parecen no tener fin. Incluso recientemente se han verificado violentos enfrentamientos entre vosotros, mientras que los procesos de reconciliación y las promesas de paz han sido incumplidas. 

          Vengo a vosotros como un peregrino de la reconciliación, con el sueño de acompañaros en un camino de paz que ya no puede ser postergado más. Un camino que hemos de recorrer en compañía, porque en la paz, como en la vida, se camina juntos. Juntos, tendiéndonos la mano, nos presentamos a vosotros y a este pueblo en el nombre de Jesucristo, Príncipe de la Paz.

          Nos hemos embarcado en esta peregrinación ecuménica de paz después de haber escuchado el grito de todo un pueblo que, con gran dignidad, llora por la violencia que sufre, por la constante inseguridad, por la pobreza que lo golpea y por los desastres naturales que lo atormentan. Las generaciones futuras honrarán o borrarán la memoria de sus nombres, en base a cuanto ustedes hagan ahora. El curso de la historia dejará atrás a los enemigos de la paz, y dará renombre a quienes trabajaron por ella.

          Que este sufrimiento extenuante no sea en vano, y que la paciencia y sacrificios del pueblo sursudanés, y de su gente joven y valiente, interpelen a todos, como semillas que en la tierra dan vida a la planta. ¡Ojalá podamos ver nacer los brotes de la paz, y éstos den fruto!

          Sudán es una tierra que abunda en muchos tipos de bienes en su subsuelo, y también en los corazones y en las mentes de sus habitantes. Por eso necesita apagar su sed de paz, a través de sus autoridades. El país necesita padres y no patrones, pasos decididos hacia el desarrollo y no continuas recaídas.

          El curso de la historia se ve siempre retrocedido por la violencia, así que pido hoy que este país no quede reducido a un cementerio, sino a ser un jardín floreciente. Acojan una palabra sencilla de Cristo, que pronunció en el jardín de Getsemaní cuando, ante el discípulo que había desenvainado la espada, dijo: "Basta" (Lc 22, 51).

          En nombre de Dios, del Dios al que juntos rezamos en Roma, y del Dios en el que mucha gente de vuestro país cree, ha llegado la hora de decir basta, sin condiciones y sin peros. Basta ya de sangre derramada, basta ya de conflictos, basta ya de agresiones y acusaciones recíprocas sobre quien ha sido culpable, basta ya de destrucción. Es la hora de la construcción, así que hay que dejar atrás el tiempo de la guerra y propiciar un tiempo de paz.

          El estado es de todos, y eso significa que quien asume responsabilidades mayores, presidiéndolo y gobernándolo, está obligado a ponerse al servicio de los demás. No basta, por tanto, con llamarse República, sino que es necesario serlo. En primer lugar, a partir de los bienes primarios, pues esos abundantes recursos, con los que Dios ha bendecido esta tierra, no pueden quedar reservados para unos pocos, sino que han de llegar a todos. Y en segundo lugar a través de unos planes de reactivación económica, que se correspondan con proyectos dirigidos a una ecuánime distribución de las riquezas.

          Para la vida de una República es fundamental hoy en día el desarrollo democrático. Una democracia que tutele la distribución de los poderes públicos, de modo que quien administra la justicia pueda ejercitarla sin condicionamientos por parte de quien legisla o gobierna. No hay paz sin justicia, ni justicia sin libertad. Por tanto, debe existir libertad, sobre todo a la hora de expresar las propias ideas.

          Amigos, es tiempo de pasar de las palabras a los hechos. Es tiempo de pasar página, es tiempo de comprometerse en favor de una transformación urgente y necesaria. El proceso de paz y de reconciliación requiere un nuevo impulso. Que se entienda y se lleve adelante el acuerdo de paz, así como la hoja de ruta.

          Hay que buscar la ocasión para que Sudán del Sur vuelva a navegar por las aguas tranquilas, reanudando el diálogo sin falsedades ni oportunismos. Que cada ciudadano deje atrás el odio, el tribalismo, el regionalismo y las diferencias étnicas. Es tiempo de navegar juntos hacia el futuro, respetándose y dejando atrás toda agresión de rabia y rencor, de humillaciones y de errores que no se han sanado.

          La única ruta para salir de esto es el encuentro y el diálogo. Dialogar es acoger a los demás como hermanos y darles su espacio, incluso sabiendo dar un paso atrás. Esta actitud es esencial para los procesos de paz, e indispensable para el desarrollo cohesionado de una sociedad.

          Para pasar del enfrentamiento al encuentro es decisivo el papel que pueden realizar los jóvenes. Pido a las autoridades que aseguren a los jóvenes espacios de libertad y de encuentro donde reunirse y debatir. Y donde puedan hacerse cargo del futuro que les pertenece. Pido a ellos y a las mujeres que se involucren más en los procesos políticos de decisión. Y que haya respeto hacia ellas, porque quien comete violencia contra una mujer la comete contra Dios, que de una mujer tomó la carne.

          La joven historia de este país, desgarrado por los enfrentamientos étnicos, necesita reencontrar la mística del encuentro y la gracia de la comunidad. Es necesario mirar más allá de los grupos y de las diferencias para caminar como un único pueblo, en el que los distintos afluentes traigan riquezas.

          El fondo contaminado de la sociedad humana es el tráfico inicuo de dinero, las tramas ocultas, los negocios clientelares y la falta de transparencia. Éste es el fondo que impide que los recursos necesarios lleguen donde es más necesario, y que con ello se produzcan focos de odios, divisiones y violencia. Detened ya el tráfico de armas, pues este país necesita muchas cosas y no esos instrumentos de muerte.

          El país necesita un desarrollo adecuado de las políticas sanitarias, una gran inversión en infraestructuras vitales, la alfabetización y la instrucción. La educación es el único camino para que los hijos de esta tierra tomen las riendas de su futuro. Ellos, como todos los niños de este continente y del mundo, tienen derecho a crecer con cuadernos y juguetes, y no con herramientas de trabajo y armas.

          Sé que algunas de mis expresiones pueden haber sido francas y directas, pero os ruego que creáis que esto nace del afecto y de la preocupación con la que sigo vuestras vicisitudes, junto a los hermanos con los que he venido hoy aquí, como un peregrino de paz.

          Roguemos a Dios por Sudán del Sur, para que su curso vital no se detenga ante el aluvión de la violencia, ante los cenagales de la corrupción ni ante el desbordamiento de la pobreza. Como ya dijo Juan Pablo II en su visita de hace 30 años a Sudán, "hay que hallar soluciones africanas para los problemas africanos" (Discurso de Bienvenida, 10 febrero 1993).

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  Act: 24/04/23         @primados de la iglesia            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A