Caminar todos juntos, orgullosos de lo que somos

El.Cabo,.26.diciembre.2022
Arzob.
.Stephen.Brislin,.primado.de.Suráfrica

          Una Iglesia sinodal, al anunciar el evangelio, camina junta. Es lo que nuestros feligreses de Ciudad del Cabo concluyen tras las reflexiones de sus Círculos de Escucha, que se han llevado a cabo dentro de nuestras comunidades. Hemos estado escuchándonos unos a otros, mientras el Espíritu Santo nos hablaba a cada uno uno de nosotros y el poder de la oración nos acompañaba, y por eso presentamos ahora las conclusiones.

          El proceso sinodal ha terminado en nuestra archidiócesis, y han sido presentadas ya las iniciativas que se han ido cotejando en las 66 de nuestras 74 parroquias, así como en otros 9 grupos apostólicos. En general, estamos orgullosos de haber sido parte de este proceso sagrado, guiados por el Espíritu Santo.

          En primer lugar estamos muy orgullosos del papa. Él es muy amado, y muy estimado el ejemplo de amor que está dando al mundo entero. Él quiere que seamos una Iglesia de comunión, participación y misión, y por eso hemos aceptado su invitación a que "todos los cristianos, en todas partes y en este mismo momento, renueven su encuentro personal con Jesucristo" (Evangelii Gaudium, 3). Admiramos y alabamos al papa Francisco I por priorizar el cuidado de nuestro hogar terrenal, y por eso nuestro Plan Pastoral de la Iglesia Católica en el sur de Africa va a alentar el cuidado de la creación, como un asunto de la máxima importancia.

          También tenemos un sentimiento abrumador de gratitud hacia la rica tradición de la Iglesia Católica, por habernos dado la fe y habernos enseñado su sistema de creencias. Ésa es nuestra brújula moral, y la base y forma de cómo llevamos adelante nuestras vidas. La Iglesia ha de seguir siendo universal, e infundir en todos sus fieles un sentimiento de orgullo por formar parte de una tradición apostólica tan rica, que abarca más de 2.000 años. Constatamos que dicho orgullo nos mantiene vivos en la fe.

          La larga historia de la Iglesia, que nos remite directamente a Cristo, es lo que a nosotros nos da credibilidad. Y su liturgia universal es lo que nos permite a todos ser miembros de una sola familia, compartiendo la vivencia y difusión del evangelio. Esto nos mueve a la unidad y a una comunidad global. Amamos y nos inspiramos en la riqueza de las tradiciones de la Iglesia Católica.

          La rica tradición de la Iglesia resume para nosotros la obra del Espíritu Santo, en la vida y enseñanzas de aquellos que nos han precedido. Esto implica un gran sentido de gratitud hacia el misioneros que han difundido la fe en nuestro país. Gracias a la Iglesia Católica tenemos en Suráfrica una rica civilización, tanto de música como de estilo de vida y tiempos para la alegría. En un mundo en el que la humanae vitae parece tener muy poca relevancia, la santidad de la vida que ofrece la fe católica es de suma importancia para nosotros.

          La amplitud y profundidad de la fe católica significa que hay un lugar para todos. Somos el futuro de la Iglesia, y lo abrazamos de todo corazón. Nuestro es el camino de la fe en la Iglesia Católica, y ella nos ayudará a crecer en la fe a través de la catequesis y los procesos de formación en la fe.

          La Santa Misa es fundamental para nuestra fe, así como el resto de sacramentos que profundizan nuestra gracia y espiritualidad. Las oraciones como el Credo y el Rosario son piedras angulares de nuestra fe, y las devociones a Nuestra Señora, así como las vidas de los santos y las fiestas y tiempos del año litúrgico, fomentan en nosotros un conocimiento y significado más profundo de la fe.

          La mayoría inmensa de los feligreses expresa su aprecio por el Sacramento de la Reconciliación, e insiste en que éste es es un sacramento de sanación exclusivo de la Iglesia Católica. Y por ello pide que se incremente su celebración a todos los niveles, pues se considera que la práctica de este sacramento está muriendo.

          María ocupa un lugar muy especial en nuestra Iglesia. Tenemos una relación muy cercana y amorosa con nuestra Madre celestial, y recurrimos a su intercesión constantemente. Ella da vida y encarna el modelo de energía femenina y amor maternal. Ella es la obra de arte de Dios, y a través de ella nosotros entendemos cómo Dios dignificó nuestro propio ser, y lo que significa ser plenamente humano. Como Madre de la Iglesia, ella abraza a todos sus hijos sin excepción, y los conduce a Cristo.

          Estamos orgullosos del ministerio único y sagrado del sacerdocio, y estamos profundamente agradecidos a los hombres que dan su vida para servirnos a través de su sagrado ministerio. Su gozo es nuestra fuerza.

          Los católicos de Sudáfrica estamos profundamente agradecidos por la gran riqueza y diversidad del sistema educativo católico, en el cual muchos surafricanos han sido educados dentro de la rica herencia y carismas de las escuelas católicas, durante casi 200 años. Nuestra contribución al sistema educativo general de este país ha sido enorme, sobre todo por parte de los sacerdotes, religiosas y laicos comprometidos.

          En el mundo actual del s. XXI es importante aferrarse a la tradición y conocer los orígenes, pero también abrazar el cambio, porque las fuertes tradiciones de la Iglesia son también sus debilidades. La necesidad de innovación y de cambio es vital, porque la falta de progreso es ampliamente percibida y verbalizada. De hecho, las iniciativas de cambio en la Iglesia ya son recibidas con indiferencia. Necesitamos ser, por lo menos, tan innovadores como el resto de ofertas que hoy rodean el mundo. Y saber que el Santo Espíritu estará con nosotros, a medida que avancemos en los cambios necesarios.

          Las principales restricciones que pueden obstaculizar el progreso de la Iglesia son muchas y variadas. Hay marcadas diferencias de opinión, y sentimientos encontrados, con respecto a la estructura de la Iglesia. Es evidente que la gente ama la estructura y la disciplina de la institución, que ofrece fuerza y constancia en un mundo secular y acelerado. Sin embargo, esta estructura está recibiendo cada vez más críticas, y definitivamente está necesitada de cambios, especialmente en lo que se refiere a su rigidez estructural y lentitud de movimiento.

          En todos los niveles, la estructura de la Iglesia sigue siendo reconocida y aceptada, junto con la rica tradición de la Iglesia. Y en general hay un sentido de unidad y arraigo en torno a una jerarquía centralizadora, que nos mantenga enraizados y centrados.

          Pero los temas del clericalismo y del patriarcado causan división entre los fieles, sobre todo por los cambios que deben llegar o no llegar en los más altos niveles de la institución. Esto genera impotencia en muchos de esos fieles, y en otros la sensación de apatía al ver que una serie de derechos básicos no han llegado a la Iglesia, y sí deberían haberlo hecho.

          Con carácter de urgencia, hay que revisar el papel de la mujer dentro de la Iglesia, porque el papel de la mujer sigue siendo relegado a un servicio secundario de apoyo, y eso que en muchas parroquias y comunidades son las mujeres las que sacan a flote la Iglesia.

          Tenemos que dejar de depender de lo que trajo a la gente a misa hace 100 años, y empezar a innovar para atraer a la generación actual. La competencia es feroz, y por eso hay que preguntarse: ¿Podrá el Sínodo de 2023 cambiar la mentalidad del pueblo de Dios, y conducir a una transformación efectiva de la Iglesia? Porque es necesario volver a reconstruir las diócesis y las comunidades parroquiales, para que realmente sean relevantes en el mundo de hoy.

          A medida que salimos de la oscuridad de la pandemia vivida, la gente está buscando un nuevo significado para su vida. Nuestra misión es darles a Cristo, tanto en las acciones y palabras como en los acontecimientos grandes y pequeños. Nuestra fe es un regalo para todos, sobre todo para aquellos que están quedándose a mitad del camino o están alejados de él. Estamos siendo llamados a caminar juntos, pero sin dejar a nadie atrás.

          El Espíritu Santo nos está llamando también a avanzar más en el ámbito del ecumenismo, trabajando de la mano con otras iglesias para tener un impacto más unido y diferenciado, pues el objetivo es "hacer discípulos en todas las naciones" (Mt 28, 19).

          Nuestros sacerdotes son respetados dentro de nuestras comunidades. Sin embargo, muchos fieles muestran su preocupación por el hecho de que tengan que realizar otras obligaciones diocesanas, y esto les aleje de su dedicación parroquial.

          Las comunidades parroquiales están llamadas a convertirse en espacios donde los fieles puedan experimentarse a sí mismos como familia de Dios que camina junta. El papel del desarrollo y crecimiento de la comunidad parroquial es vital, dentro de la estructura de la Iglesia.

          Hay un deseo sincero de que nuestros templos sean vistos y respetados por todo el mundo, como hermosos espacios sagrados ("tierra santa") en que el Santísimo Sacramento esté presente dentro del tabernáculo. En especial, algunos denuncian la falta de silencio antes del comienzo de la misa, como una falta de respeto hacia el espacio sagrado y hacia la gente que está orando allí.

          Los lugares de culto deben ser conocidos como centros comunitarios, y ser lo más accesibles posibles no sólo por su ubicación física (es decir, por su proximidad), sino también como lugares espiritualmente acogedores para los jóvenes y las periferias, que a menudo son pasados por alto. Los fieles piden tener acceso a una capilla de adoración dentro sus parroquias, y que en ésta se oficien horas santas, servicios penitenciales y rezo público del Rosario. Aunque reconocen que no es fácil mantener los templos abiertos todo el día.

          Es un deseo generalizado que todos los grupos puedan ser atendidos en las liturgias de la misa. Y se sugiere la posibilidad de realizar simples cambios que logren acomodar a los niños, a los jóvenes y a los diferentes grupos culturales, para que todos se sientan acogidos e incluidos. La necesidad de intérpretes para sordos y ciegos, y acompañantes para minusválidos, es muy real, y debe abordarse.

          La vida familiar, en cualquiera de sus formas, es considerada como base de la sociedad, y la ruptura de la familia es un acontecimiento triste, que ocurre con demasiada frecuencia en la sociedad actual. Los feligreses plantean preguntas en torno a la preparación matrimonial eclesial, y ésta es vista por muchos como inadecuada. Hay una llamada general a que la preparación matrimonial sea más completa, más desarrollada y más expansiva.

          Se pone un especial énfasis en la concepción de la familia como iglesia doméstica, y que sea dentro de ella donde surja la llamada universal a la santidad, a través de familias que eduquen en escuelas de santidad y a través de padres que instruyan a sus hijos en la fe. Esto requiere un mayor compromiso de la parroquia para con los padres, a la hora de dotarlos de todo lo necesario en ese acompañamiento espiritual de los hijos.

          Los jóvenes no son el futuro de la Iglesia, sino que son el presente. Y por eso no podemos fallarles, llevándolos a los sacramentos y al catecismo y luego no acompañándoles en sus propios destinos de la vida, ni atendiendo sus necesidades laborales y personales.

          Los jóvenes ven la Iglesia como algo para viejos, y dicen que los feligreses que dirigen nuestras iglesias se aferran a sus puestos y son reacios a abrazar a alguien nuevo o cualquier nueva actividad. Éste es un grito que nos llega al alma, y creemos que puede ser respondido por los propios jóvenes, para lo cual es necesario escucharles bien y fiarnos de ellos.

          Hemos sido catapultados a la era digital más rápido de lo que podríamos haber imaginado, y la comunicación digital progresa a una velocidad más rápida que nunca antes en el pasado. Es vital que nuestras comunidades eclesiales se mantengan al día en los medios digitales y en el estilo de vida de la sociedad actual. Los propios arzobispados deberían considerar como una prioridad su comunicación a través de la tecnología, destinando recursos tanto humanos como financieros a esta necesidad.

          Este proceso sinodal ha sido un proceso nuevo para nosotros, que requirió de nosotros perder tiempo en saber de qué trataba y cómo entenderlo. En sus procesos hemos perdido mucho tiempo, y podría haberse simplificado su punto de partida, para construir las capas de sofisticación a partir de ahí.

          Dicho esto, los círculos de escucha de nuestra archidiócesis han sido, en su mayor parte, exitosos y fructíferos. Nos hubiera gustado llegar a más personas, pero estamos satisfechos con la representación obtenida. Apreciamos a las muchas personas que se han presentado para participar en este proceso, y han colaborado con total sinceridad. Les agradecemos haberse tomado este Sínodo eclesial en serio, haber reflexionado sobre los temas propuestos y habernos dedicado su preciado tiempo.

.

  Act: 26/12/22         @primados de la iglesia            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A