Construir la Iglesia universal, y no sólo la particular

Tegucigalpa,.14.marzo.2022
Arzob.
.Oscar.Rodríguez,.primado.de.Honduras

          Desde sus orígenes, la Iglesia universal existe en la Iglesia local, y la universalidad de la Iglesia es siempre una universalidad concreta, que existe a causa de la propia particularidad. No obstante, la Iglesia local no es toda la Iglesia de Dios, ya que sus estructuras están en relación a las otras iglesias locales.

          En efecto, la Iglesia nació en Jerusalén, y de esta manera nació como Iglesia católica local. Desde la Iglesia local de Jerusalén el evangelio de Dios se extendió, y en todos los lugares tocados por el kerigma fueron naciendo las diversas iglesias locales. Pero estas iglesias locales no se añadieron a la Iglesia de Jerusalén, ni fueron un apéndice de ella. Sino que fueron una parte de ella, comulgando con ella y participando íntegramente del don pleno y definitivo de Dios.

          A ejemplo de la Iglesia de Jerusalén, cada una de las iglesia locales fue constituyéndose en una realización de la Iglesia de Dios, como espacio humano en el que el evangelio de Dios venía a captar todas las realidades allí presentes. De esta manera, cada iglesia local empezó a tener, en su propio espacio determinado, todo lo que hacía falta para ser una auténtica comunidad eclesial.

          Pero la plenitud de cada Iglesia local no tiene nada que ver con el aislamiento, sino que existe en y para la comunión, y éste es el sentido de su catolicidad. Si desapareciese esta relación con la plenitud de la Iglesia universal, dejaría de ser Iglesia de Dios, y no encontraría en el resto de iglesias locales de lo que ella se siente portadora. La Iglesia de un determinado lugar tiene la totalidad de la Iglesia, pero no es toda la Iglesia. Es decir, la Iglesia local no puede entenderse sin la comunión respecto a la Iglesia universal, y sin la apertura al resto de iglesias locales (LG, 23).

          En definitiva, la Iglesia universal y la Iglesia local no pueden ser entendidas como realidades materialmente distintas o como magnitudes independientes. Pues son dimensiones de la misma realidad: la Iglesia una de Jesucristo.

          La comunión entre las iglesias locales y la única Iglesia universal radica en la misma fe y el bautismo común, en la eucaristía y en el episcopado. Y sobre todo en virtud del único Señor y del único Espíritu Santo, de la única palabra de Dios y de tener todos la misma y única misión. A nivel gráfico, la Iglesia universal está confiada al conjunto de los obispos, en comunión y bajo la dirección del obispo de Roma.

          Lo determinante en una diócesis no es lo territorial, sino la porción del pueblo de Dios que camina en ese espacio cultural, que allí va creciendo en la fe y que en ella va haciendo su peregrinaje hacia la patria celestial. Y siempre bajo la óptica de comunicar y compartir los bienes de todos los bautizados, en el más puro servicio evangélico.

          Aterrizando en la arquidiócesis de Tegucigalpa, yo quiero que nuestra comunión con toda la Iglesia universal, y con el resto de iglesias locales de Honduras, se haga bajo 4 dimensiones: la pastoral, la misionera, la samaritana y la comunitaria. Pero sabiendo que estas dimensiones tienen su razón de ser únicamente en Cristo, cabeza de la Iglesia y modelo que la inspira. Él es el Maestro y Profeta, el Sacerdote y Rey que nos inserta en su comunidad de amor.

          En la realidad de Tegucigalpa, hay una diversidad de propuestas religiosas (sobre todo de corte fundamentalista, y de sectas pentecostales) que presentan una imagen distorsionada de Dios, tanto la de juez despiadado (y al acecho de nuestros errores) como la de anciano bonachón (que en el supermercado nos surte con lo que necesitamos), sin importarle que luego nos alejemos de él.

          La única Iglesia de Cristo nos recuerda que en Dios la justicia y la misericordia se conjugan de una manera perfecta, y que lo que se debe reconocer de Dios es su justicia misericordiosa y su misericordia justa, sobre todo hacia el ser humano (DM, 30).

          En el II Sínodo Archidiocesano se propuso la familia como una de las opciones fundamentales dentro del proyecto evangelizador. Pues bien, propongamos a todos la figura paternal de Dios, como Padre misericordioso capaz de acoger las diversas manifestaciones del mal y devolverlas a su sentido nuclear. Pues la evangelización ha de estar marcada por el signo del amor, la misericordia y la compasión de Dios.

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  Act: 14/03/22         @primados de la iglesia            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A