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Construir una nueva civilización, humana y ecológica
En la narración del Génesis de hoy hemos escuchado cómo todo procede de la acción creadora de Dios, quien en su infinito amor fue llamando a la existencia a todos y cada uno de los seres. De manera especial creó al ser humano, depositando en él todo su amor y confianza para que, colocándose por encima de las demás criaturas, colaborara con Dios en llevar adelante el plan que se había forjado. Hoy, cuando celebramos la fiesta a San José Obrero, instituida por Pío XII, vemos en San José al hombre sencillo y trabajador, que se sirvió del oficio sencillo de carpintero para mantener a su familia. Por ello, hoy encomendamos a su intercesión a todos los trabajadores, hombres y mujeres, en este día internacional del trabajo. En el presente año, esta fiesta se ubica en el marco celebrativo del jubileo por el centenario de la creación de la provincia eclesiástica de Costa Rica, y la erección de la archidiócesis de San José. Doy gracias al Señor por este acontecimiento, por el camino recorrido y por la semilla del reino de Dios esparcida por mis antecesores, por el presbiterio y por la vida consagrada, sin olvidar a los fieles laicos que han contribuido a la historia de nuestra Iglesia particular de San José. El compromiso de todos vosotros, costarricenses, ha dejado huellas profundas en la cultura, en la economía y en el desarrollo de este país, recordando aquella década de 1940 en que fue firmado el pacto social y el estado social de derecho diseñado bajo el pensamiento social de la Iglesia y los principios cristianos de justicia social. Una presencia de la Iglesia en Costa Rica que no se ha interrumpido ni se ha estancado desde entonces hasta hoy. La presente época no es sólo una época de cambios profundos, sino que en ella nos enfrentamos a un cambio de época. En este sentido ha sido profética la encíclica del papa Francisco I Laudato Si, que nos plantea como reto asumir un estilo de vida basado en el cuidado de la casa común, desde una ecología integral a favor de los pobres y excluidos. En medio de la emergencia sanitaria que estamos viviendo, provocada por el Covid-19, no puedo dejar de señalar que estamos también ante una emergencia socio-económica. Los capitales acumulados en pocas manos se están derrumbando, y el orden mundial de la economía se tambalea. El orgullo del poderío humano, con sus torres y rascacielos, se está derrumbando, y las ideologías y manipulación del pensamiento están empezando a dejar de tener la palabra. Al mismo tiempo, ya ha quedado claro que el egoísmo e insolidaridad no son el camino. Es el momento en que los ciudadanos respondamos creativamente para crear una nueva sociedad, con innovaciones que lleven a cambios estructurales y respondan a los retos presentes. Es hora de percatarse que en las decisiones socio-económicas ha de incluirse el aspecto ético y moral, que se dirijan siempre al ser humano y a los seres humanos concretos, a los que se debe respetan con dignidad. Con toda claridad lo está pidiendo el papa Francisco I:
Sabemos que responder con eficiencia y eficacia a estos desafíos del papa no es tarea fácil. Pero es tarea de todos, y es la hora propicia para ello. Es mi esperanza que respondamos de forma inmediata y futura, a través de un trabajo colectivo que seamos capaces de realizar entre todos. No olvidemos tampoco a los más vulnerables: los enfermos, las personas mayores y los más pobres y necesitados. .
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