Cristianizar un mundo de corazones endurecidos

Skopie,.22.enero.2024
Arzob.
.Kiro.Stojanov,.primado.de.Macedonia

          Queridos hermanos y hermanas, la Sagrada Escritura nos relata hoy el mensaje del fin de los tiempos, y nos llama a estar despiertos no sólo como preparación para el fin de los tiempos, sino también en este tiempo presente, para ser "irreprensibles hasta el final" (1Cor 1, 8). Se trata de un toque de atención con el que San Pablo nos alerta sobre la pasividad, nos anima a levantar la cabeza y nos pide estar atentos al mensaje que Dios nos envía en cada momento.

          Un acercamiento activo al día de la venida del Señor requiere un acercamiento activo y apropiado hacia las personas, porque el cumplimiento del tiempo significa avanzar lentamente, en pequeños pasos y haciendo pequeñas cosas. Y con eso basta, si lo hacemos con mucho amor, como tan bellamente lo expresó nuestra santa, la Madre Teresa.

          Esto incluye el acercamiento al hombre, el reparto de los dones recibidos de Dios, la apertura de nuestro corazón a los que están en problemas, la vigilancia en la oración y la alabanza a Dios por su magnanimidad. Estos son los pasos que nos llevan a seguir el camino de Jesús, y a continuarlo en este mundo.

          Lamentablemente, los conflictos en el mundo no se calman, y parece que van a más. Este año, a los viejos conflictos se han sumado otra serie de disturbios que marcan todavía más el sufrimiento de los inocentes. La guerra en Ucrania dura ya 2 años, y su cobertura mediática ha sido sustituida por el conflicto entre Israel y Palestina en la franja de Gaza. Actualmente, en el mundo se libran más de 20 conflictos armados diferentes, con cientos de miles de muertos y millones de desplazados. 

          Siempre que el hombre da la espalda a Dios, y el individuo se coloca en el lugar de Dios, todo está en peligro y puede estallar en cualquier momento. Y si no, ahí están las diarias y constantes desapariciones, secuestros, homicidios... en los que a menudo las víctimas son niños como el de nuestro pequeño Vania, de nuestra escuela de barrio. ¿Y por qué? Por la simple razón del interés propio.

          Como obispo de esta Iglesia de Skopie, y como cristiano junto a todos vosotros, puedo confirmar que Dios está profundamente entristecido por estas tragedias, y por el mal devastador que se está cebando con este mundo. Sepamos que esto nos pasa por haberle dado la espalda a Dios, y que en esta situación el Maligno está tratando de convencernos de que Dios no es nuestro amigo, y de alejarnos todavía más de él. Que sepamos eso: que Dios está con nosotros, y repugna todos los males.

          De hecho, cuando Dios preguntó al primer hombre: "Adán, ¿dónde estás?" (Gn 3, 9), el Adán empecatado respondió: "Oí tu voz y tuve miedo, y me escondí de ti" (Gn 3, 10). El episodio de Caín fue similar: "¿Dónde está tu hermano?, a lo que Caín le respondió: "No lo sé; ¿Soy yo guardián de mi hermano?". En este caso, el Señor Dios le dijo: "La sangre de tu hermano está clamando desde la tierra a mí" (Gn 4, 9-10).

          ¡Basta ya de mal en este mundo, porque la sangre que hoy se derrama clama desde la tierra a Dios, y clama justicia! ¡Basta ya de multiplicarlo! ¡Y basta ya de echar la culpa a Dios! Porque tanto hoy como en el pasado, Dios vuelve hoy a buscar a la humanidad ensangrentada, preguntando: "¿Dónde estás? ¿Dónde está tu hermano?". No busquemos excusas para la sangre derramada, no busquemos justificaciones para nuestros pecados. Porque la sangre sigue derramándose en diversos lugares del mundo, y eso se debe a que cada vez somos más pecadores. Volvamos nuestra mirada al Dios misericordioso, antes de que sea demasiado tarde.

          Por supuesto, Dios respeta y respetará nuestra libertad, y seguirá dejando en nuestras manos los asuntos de este mundo, y seguirá estando siempre cerca de nosotros. Pero sepamos que, si cometemos el mal, será inútil esconderse de Dios, y él nos buscará para pedirnos cuentas. Así que dejemos ya nuestros caminos equivocados, antes que tengamos que comparecer ante él para dar cuenta de nuestras acciones. Como dijo San Pablo, "todos compareceremos ante el tribunal de Cristo, y cada uno dará cuenta de sí mismo delante de Dios" (Rm 14, 10.12).

          Dios está siempre con nosotros, y por eso en cierto momento de la historia envió a su Hijo al mundo para encarnarse, asumiendo nuestra naturaleza y haciéndose hombre igual a nosotros, menos en el pecado. Jesucristo recorrió el mundo haciendo el bien, y si bien "muchos no lo recibieron", él confirió el poder de Dios "a todos los que le reciban" (Jn 1, 11-12). El padre de Juan el Bautista anunció este advenimiento de Jesucristo como la venida del joven Sol de lo alto, que iluminará "a los que habitan en tinieblas y sombra de muerte, y guiará nuestros pies por camino de paz" (Lc 1, 78-79).

.

  Act: 22/01/24         @primados de la iglesia            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A