Cuidar la catequesis y la transmisión de la fe

Utrecht,.22.mayo.2023
Arzob.
.Willem.Eijk,.primado.de.Holanda

          Queridos hermanos, el pasado 24 de enero conocí a los alumnos de nuestro curso de formación de catequistas, tras su curso mensual en el Ariensinstituut de Utrecht. A pesar de la alarma meteorológica emitida para ese día, y las consiguientes cancelaciones de trenes, casi todos los 25 estudiantes de dicho curso llegaron a tiempo al Ariensinstituut, y todos ellos con claros signo de su entusiasmo. Estoy por ello muy impresionado, por su compromiso y por estar dispuestos a invertir su tiempo y dinero en una formación que les llevará casi 3 años, con miras a las tareas futuras que realizarán en sus parroquias.

          Después del encuentro, celebré con ellos la eucaristía en la capilla íntima de nuestra formación sacerdotal. Allí escuchamos la palabra del Señor, y les dije que esa Palabra es la que siempre debe alimentar e inspirar sus futuras actividades. También les dije que quien complete con éxito esta formación de 3 años podrá recibir una misión temporal episcopal, así como colaborar en la catequesis parroquial.

          Queridos hermanos, necesitamos imperiosamente esta formación en las parroquias de nuestra diócesis de Utrecht, sobre todo después de que nuestra Iglesia se haya reducido rápidamente en los últimos años. Y también porque la transmisión de la fe es, cada vez más, una responsabilidad conjunta de toda la comunidad eclesial. Como resultado de esta formación, los equipos pastorales habrán adquirido los conocimientos básicos en los asuntos de la fe, y podrán dar forma a la enseñanza de la fe.

          Es precisamente esto lo que ha faltado durante mucho tiempo en Holanda, en el que la Iglesia holandesa ha descuidado durante décadas la catequesis sustancial. Recuerdo vivamente mis primeros años como capellán en Blerick, cerca de Venlo, y recuerdo que en esa época se daba catequesis en todas las escuelas primarias parroquiales, unas 11 horas a la semana.

          Con el paso de los años, los métodos de catequesis fueron adquiriendo protagonismo, pero se quedaron cortos en términos de contenido religioso. E incluso algunos métodos ocultaron deliberadamente cualquier referencia a Dios, o trabajaron exclusivamente bajo el patrón de la catequesis experiencial, que dejaba fuera de juego los conocimientos católicos de la fe. Afortunadamente, esta situación ha cambiado en los últimos años, en parte gracias al proyecto de catequesis La Luz en Nuestro Camino.

          Es indispensable ofrecer a los catecúmenos una catequesis sustancial, que mejore sus conocimientos de fe. Así como igual de importante es cultivar una fe viva, la relación personal con Jesús y una buena vida de oración. Esto es crucial.

          Estas últimas son las fuentes de las que el catequista debe surtirse, porque el verdadero catequista sigue siendo Jesucristo, nuestro Maestro. En muchos lugares del evangelio se describe cómo Jesús enseñó a la gente, y cómo sigue haciéndolo todavía hoy en día. El padre de la Iglesia San Agustín utiliza la imagen de Cristo como el "maestro interior", que nos hace conocer la verdad.

          Hay una última razón por la cual la buena catequesis es vital para el futuro de la Iglesia Católica en nuestras regiones: que los católicos se atrevan a expresar su fe. Después de todo, vivimos en una época en que la fe es descartada como irrelevante, y los creyentes se quedan retrasados.

          Para ser misioneros efectivos, en tales circunstancias, debemos declarar alto y claro cuál es nuestra fe. Esto requiere valentía, pero también un profundo conocimiento de la fe. Sólo así podremos cumplir el mandato que Jesús dio a sus discípulos: "Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones" (Mt 28, 16). Se trata del mandato misionero de Jesús, que para todos sus discípulos surge de una piedra angular: la relación personal con Jesús.

          La buena catequesis es la catequesis que lleva a las personas a Jesucristo, que les enseña a rezar y amar a Jesús, y que les inicia en un seguimiento fervoroso. La catequesis no debe versar, por tanto, sobre historias especulares o ejemplos vagos, sino que debe basarse en lo que el mismo Jesús dice en el evangelio. Eso es lo fascinante, tanto para jóvenes como para mayores.

          La catequesis que no se centra en Jesucristo, y que no conduce a los catecúmenos a una vida de oración, y de relación personal con Jesús, está privando a esas personas de algo que es esencial para su alma y su cuerpo: la alegría de una vida con Jesús. Esto es esencial, y el motivo por el que nosotros, como Iglesia, estamos en la tierra.

          El mejor lugar para realizar la catequesis es la parroquia, pues las escuelas católicas de Holanda están muy secularizadas, y la mayoría de los maestros católicos no van a misa. Lo que el hombre no tiene, no puede dar, y lo mismo se aplica a la fe. Además, la catequesis ha de realizarse en estrecha relación con las celebraciones litúrgicas, y eso requiere la presencia de un templo y de un sagrario muy cercano.

          El retorno de la catequesis a las parroquias significa un retorno a los orígenes de la Iglesia, tal como se desprende de la palabra griega utilizada por los apóstoles: κατηχεǐν. Este término es utilizado por el NT (Gál 6,6; Lc 1,4; Hch 18,25) en referencia a la enseñanza oral, a través del contacto personal. Es decir, en referencia a una enseñanza no sólo de conocimientos, sino de una fe viva, de una vida de oración personal, y de una relación viva con Jesucristo.

          La catequesis deber ser, por tanto, una catequesis espiritual, ofrecida por personas guiadas por el Espíritu Santo. Sólo estas personas pueden llevar a otros (jóvenes, niños, novios...) a una vida guiada por el Espíritu Santo.

          Para los niños pequeños, la catequesis puede realizarse durante la liturgia de la Palabra de la eucaristía, o bien después de la eucaristía dominical. De esta manera, los niños y jóvenes podrán participan en la celebración eucarística.

          Un buen método para la catequesis de adultos, especialmente para personas que apenas conocen la fe cristiana, es el curso Alpha, que de manera muy sencilla explica quién es Jesús a través de las Sagradas Escrituras, y aporta algunos otros elementos básicos de la fe cristiana, especialmente sobre la divina Trinidad.

          Respecto a las catequesis y preparativos para el sacramento del matrimonio, la diócesis de Utrecht ofrece una serie de convivencias en las que se explica el significado del matrimonio y del sacramento del matrimonio, a partir de las catequesis de Juan Pablo II. También tenemos una serie de veladas, en las que algunas parejas experimentadas enseñan a los novios a afrontar las dificultades que podrán encontrar en su vida matrimonial. Estos cursos se ofrecen a nivel diocesano, pues en las parroquias hay muy pocos matrimonios como para ofertar un curso matrimonial.

          No obstante, quienquiera que, como cristiano, quiera transmitir su fe en Cristo a los demás, que se haga a la idea de que no podrá contar ya con estructuras sólidas o grandes instituciones. No tiene sentido insistir en ello, ni estar pensando constantemente en el pasado. Tampoco tiene sentido detenerse mucho tiempo en la idea de un futuro renacimiento del cristianismo. La divina Providencia nos está llamando a defender a Jesús ahora, y a predicar su evangelio a esta generación, que no es ni del pasado ni del futuro.

          Quien tiene un corazón para Jesús, podrá sentirse dolido al ver que son muy pocas personas las que realmente conocen a Jesús. La mayoría de la población holandesa apenas conoce la Biblia, y lo que la gente sabe de su Iglesia es muy escueto, en ocasiones mediatizado por los prejuicios. Estas son las tristes consecuencias de una transmisión viciada de la fe, que se desarrolló durante los últimos 50 años si es que llegó a tener lugar.

          Pero tened presente una cosa: si alguien pide agua, es que tiene sed. Y si el cuerpo carece de agua, acaba teniendo sed. Es decir, que en el interior de toda persona hay un anhelo profundo de infinitud, y toda persona sabe que ese deseo sólo puede cumplirse en Dios. Esto nos pone en un camino nuevo para nuestra época: el deseo natural de Dios.

          Dios ha puesto un nombre y un rostro concreto a este anhelo inherente de toda persona, y ese nombre se llama Jesús. Luego el único que puede saciar ese anhelo, o sed interior, es aquel que sea capaz de hacer reconocer a Jesucristo como el Hijo de Dios. Esa persona se llama Espíritu Santo, el único capaz de iluminar, transformar y santificar a una persona por dentro. Que sepamos eso, que incluso en esta Holanda tan secularizada, la mayoría de las personas descubren o descubrirán su deseo natural de Dios, aunque su imagen de Dios esté algo distorsionada.

          Además, los católicos tenemos a la Santísima Virgen María, signo y fuente de esperanza. Y si Cristo es nuestro abogado ante el Padre, María es nuestra abogada ante Cristo. Centremos nuestra atención, pues, en María, que en el Magníficat nos habla de su propia humildad, y eso que ella era una mujer fuerte y firme. María elige conscientemente hacerse humilde y pequeña, para servir a Dios y a nosotros. Que ella nos acompañe en nuestra vida, y en nuestra transmisión de la fe a los demás.

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  Act: 22/05/23         @primados de la iglesia            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A