Nuestro camino es el amor martirial

Moscú,.11.diciembre.2023
Arzob.
.Paolo.Pezzi,.primado.de.Rusia

          Queridos hermanos y hermanas, siempre habrá persecución a los cristianos. En efecto, las persecuciones aparecieron desde el mismo momento del nacimiento de Cristo, cuando Herodes intentó matarlo y por eso mató a bebés inocentes. Esta tragedia ha acompañado y acompañará toda la historia, y si en ciertas épocas las persecuciones se han vuelto más severas, o más extensas todavía, ha sido por la conveniencia de un testimonio todavía más radiante.

          Martirio significa literalmente testimonio, y lo que define a un mártir no es la sangre, ni su derramamiento, ni tampoco tener que sufrir un terrible sufrimiento físico o mental, que no sé qué es peor. Lo que define a un mártir es su testimonio, en este caso por estar conectado en grado heróico al testimonio de Cristo.

          Hoy hemos escuchado lo que dijo Jesús en su evangelio. Sus palabras pueden parecer duras, pero en realidad son amables, porque lo que nos vienen a decir es que sólo hay una manera en que todo puede ser abrazado, evaluado y glorificado. Jesús nos muestra un camino que puede glorificar nuestra vida, nuestros proyectos y a todos los que estén cerca de nosotros, despertando así de su letargo a toda la creación.

          Este camino, como dice también el apóstol Pablo, es el camino del amor. Oigámoslo: "Que entre vosotros sólo haya un deber: el deber del amor mutuo". Mostrar este amor desinteresado puede resultar difícil, por supuesto, pero sólo depende de cuán audazmente podamos sumergirnos en él, y observar desde él, sus profundidades y florecimientos.

          La profundidad de este amor es el ser mismo, y la existencia misma que gratuitamente hemos recibido de la nada. El florecimiento de este amor es la vida que nos abraza, que nos consuela y acompaña. Como se señaló acertadamente en la conferencia de hoy, los mártires, al igual que nosotros, sólo tuvieron una respuesta a la persecución, y esa respuesta fue el amor.

          Celebramos el I Centenario de nuestros mártires católicos, bajo la era comunista de la URSS. Pero no lo hacemos para que se culpe a nadie, ni para que se justifique el comportamiento de quienes excluyen brutalmente a los demás. Los recordamos por este amor que, gracias a Dios, se extiende a lo largo de todos los siglos, y que hace 100 años llegó también a estas latitudes de Rusia.

          Este es el amor que necesitamos. Y lo necesitamos todos los días, cada hora y a cada momento. Porque el amor que vivimos ayer, si no se repite ahora, pasa a la vulgaridad olvidada. Y también porque si una persona no siente este amor, comenzará a buscar sustitutos del amor. Desgraciadamente, uno de los sustitutos del amor es la violencia, que en muchos casos acaba en persecución. Lo único que puede convencer a los perseguidores es el amor desinteresado.

          Recuerdo a menudo la historia de Gertrude Detzel, una laica caucasiana que difundió este amor en los campos de concentración de Kazajstán (desde 1941) y en las prisiones de Tschemolgán (desde 1949) por manifestar abiertamente su fe, hasta que el director de la prisión se vio obligado a decir, en 1971: "Llévensela, pues de lo contrario acabaremos convirtiéndonos todos a su fe". Este es nuestro testimonio, que no pretende ser otra cosa que participar en el sufrimiento de Cristo, para ayudar a que Cristo llegue a todas las personas.

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  Act: 11/12/23         @primados de la iglesia            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A