La Iglesia se la juega en el mundo migratorio y familiar

Saigón,.22.agosto.2022
Arzob.
.Joseph.Nguyen,.primado.de.Vietnam

          Queridos hermanos y oyentes, esta es la primera vez que un nativo del norte desempeña como arzobispo de Saigón, una ciudad tan grande e importante, y considerada el símbolo del sur. Sin embargo, creo que la característica esencial de la Iglesia es su ser católico, y el estar abierta y no sujeta a ningún límite. Por eso creo que me aceptaréis de buen grado. Por supuesto, necesitaré aprender mucho de vosotros, y de vuestra rica comunidad eclesial.

          Al principio, cuando me convertí en obispo, me dedicaba a ejercer los deberes de un obispo de acuerdo con las diferentes necesidades de su porción del pueblo de Dios. Sin embargo, poco a poco me di cuenta de que era necesario orientar las actividades pastorales, como decía el papa Francisco I: "El obispo es el que a veces va delante, y a veces va detrás del pueblo de Dios".

          En Phat Diem lo importante que realicé fue la formación de los sacerdotes, religiosos y laicos, dado que el contexto histórico y social específico ofrecía muchas dificultades y limitaciones. Por supuesto, muchas iglesias, rectorías y catequistas estaban en mal estado, por lo que era urgente reparar o construir nuevas instalaciones.

          Hoy en día, aquí en Saigón esa sigue siendo mi prioridad: la formación de personas de todas las procedencias y aspectos, en el conocimiento bíblico, la liturgia, la vida de fe, la oración y espiritualidad, el apostolado y la caridad. Esa seguirá siendo la base de mi ministerio. Sin embargo, el papa Francisco ha enfatizado la conversión pastoral, orientada a la evangelización. Por tanto, me preocuparé de promover la evangelización, como primera y única misión de la Iglesia.

          Veo dos cosas que hacer. Una es animar a los laicos al compromiso apostólico en todos los ambientes, para que sean ellos los que evangelicen el ambiente. Especialmente en la ciudad de Saigón, cuyo estilo de vida tiene tanta influencia en todo el país. Por tanto, es necesario inculcar el espíritu del evangelio en el modo de vida de las personas, para transformar y promover la sociedad con entusiasmo. Pero para ello es necesario que la persona que evangeliza sea la primera en ser evangelizada.

          El segundo trabajo que veo necesario hacer es evangelizar a la gente común (ad gentes). En Saigón, los obispos anteriores abrieron una serie de misioneros, que es necesario que hoy día sigan siendo la presencia visible de la Iglesia, capaz de irradiar el evangelio y reunir a los que no conocen al Señor.

          Y junto a estas dos cosas por hacer, veo dos retos fundamentales, que tenemos todos como Iglesia universal. Son la inmigración y la situación familiar.

          La inmigración es un tema complejo, como fenómeno global que ha contribuido al desarrollo social. En las últimas 2 ó 3 décadas, muchas personas han dejado su tierra natal para estudiar o trabajar en las grandes ciudades, dejando así un gran vacío en sus pueblos y parroquias. Solo en Saigón hay unos 5 millones de inmigrantes.

          Muchos de esos inmigrantes han tenido vidas estables y exitosas, pero en otros casos han experimentado consecuencias dolorosas para ellos y sus familias. En mi antigua diócesis de Phat Diem se organizaban anualmente encuentros que reunían a unos 2.000-3.000 hermanos procedentes de otras partes, y allí se conocían, se animaban y compartían su vida de fe. De hecho, el trabajo que se hacía con ellos era más bien simbólico, porque lo que ellos querían era experimentar ese corazón de buen pastor que es Jesucristo y alberga en sí la Iglesia. En realidad, tampoco les podíamos ayudar mucho más.

          En cuanto a los lugares a los que van los migrantes, deseo y exhorto a todos a buscar trabajo en un lugar cercano a una parroquia, para una mejor atención pastoral. Porque viviendo lejos de la iglesia, y del sacerdote, y de la comunidad parroquial, les faltará el cuidado solidario, para su fe y para su psicología y necesidades diarias. Y si viven cerca, y se certifican en ella, se integrarán más fácilmente en ella.

          Durante los últimos 3 años, la Iglesia vietnamita ha seguido un plan de pastoral familiar. En 2019 se hizo hincapié en acompañar a las familias en dificultad, a las parejas de diferentes religiones y a las que están en peligro de separarse, o ya se han separado.

          En primer lugar, debemos prevenir la causa y raíz que ha motivado esas dificultades, animándoles a superarlas desde la voluntad de Dios. También es necesario preparar bien a los jóvenes para el matrimonio, y acompañar a los matrimonios jóvenes durante 2 ó 3 años, hasta que sepan cómo guiarse hacia una vida matrimonial santa y feliz.

          En cuanto a las familias en crisis, los párrocos deberían visitarlas y acompañarlas, buscando la forma de resolver las dificultades. Pero siempre con comprensión y apoyo, aunque no haya resultados. En su exhortación apostólica La Alegría del Amor, el papa Francisco llama a un discernimiento caso por caso, para tener una solución misericordiosa al caso correcto de matrimonios rotos. Los tribunales diocesanos sólo se han ocupado en los últimos tiempos de los casos ordinarios, según los principios del derecho canónico. Sin embargo, han de dar siempre más prioridad a las soluciones espirituales que a las materiales, y prestar más atención a las personas que a los procesos jurídicos.

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  Act: 22/08/22         @primados de la iglesia            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A