Reconciliarse con todos, y entrar fuertes en política

Bangui,.30.enero.2023
Arzob.
.Dieudonné.Nzapalainga,.primado.de.Centroáfrica

          Queridos compañeros en el sacerdocio, queridos monjes y monjas, hermanos y hermanas en Cristo, excelentísimos ministros, miembros del gobierno, invitados distinguidos y todos vosotros, hombres y mujeres de buena voluntad. Hoy llegamos al final de nuestro año pastoral, este año marcado por la eucaristía. Y como en años anteriores, nos reunimos aquí con corazón alegre y feliz, para volvernos a ver unos a otros.

          Por otra parte, también hoy tenemos la alegría de vivir 1 ordenación diaconal y 7 ordenaciones presbiterales. ¡Una gracia! ¡Qué alegría ver a tantos jóvenes seguir respondiendo con generosidad a la llamada del Señor, particularmente en el contexto actual de cuestionamiento de la presencia de Dios en nuestra historia! Veamos en estas ordenaciones una señal del Señor, la señal de que él no nos ha abandonado, que está ahí y no se desentiendo del corazón de nuestro drama, invitándonos a ser más fuertes que nunca.

          Mis queridos amados hijos, el que vais a decir al Señor en los minutos que siguen es un generoso y esencial. Con este , elegís hacer de vosotros mismos el canal de la comunicación de Dios con vuestros hermanos de la República Centroafricana. Con este os comprometéis a acompañar a este pueblo por el camino de la esperanza, en una tarea tan noble como exigente.

          Para asumir esa tarea, haced vuestro el consejo de un padre a su hijo espiritual, que Pablo prodigó a Timoteo en su carta pastoral. Por el carácter de Dios que se imprimirá en vosotros, os exhorto, con Pablo, "a crecer en la fe y a familiarizaros con la palabra de Dios, para que ésta os transforme y os santifique". Esta Palabra tiene poder edificante, y por eso os pido, por favor, que la anunciéis a tiempo y a destiempo, para que la humanidad pueda salvarse. En el nombre de esta Palabra, "dejaos reconciliar con Dios y con vuestros enemigos".

          Continúas siendo joven, querido hijo. Pero por la gracia de la ordenación que inminentemente te será conferida, alcanzarás el estatus de presbyteroi (es decir, de anciano), autorizado para dirigir la comunidad. Como el fermento en la pasta, te toca a ti empastar todo eso en Cristo Jesús, fuente, espíritu y energía de tu compromiso. Que Dios te acompañe a lo largo de tu ministerio, y que él te haga fuerte en los tiempos de prueba. Que él te llene de profecía y fortalezca tu espíritu con la sabiduría y el amor. Que él te convierta en hombre eucarístico. Te ruego que cuides tu oración personal, para ayudar a los hombres a encontrar al totalmente Otro, que es Jesucristo.

          Respecto al fin de curso, durante 6 días hemos estado revisando las conclusiones del tema de estudio de este año, atentos a las sugerencias de todos aquellos que han querido ayudarnos a asumir, y sobre todo a comprender, "la responsabilidad del cristiano ante la crisis", de acuerdo al lema del año: "Cristianos de la archidiócesis de Bangui, comprometidos en asumir los desafíos de nuestro tiempo".

          Este tema fue elegido en conexión con las realidades que vive nuestro país, en el marco de las posibles acciones que se pueden llevar a cabo para que nuestro país retorne a la paz y a la cohesión social, por el camino de la unidad. Y sobre todo porque la obligación de permanecer íntegros, que nos impone nuestra fe en Jesús (vencedor del mal), exige de nosotros un mayor testimonio de nuestra esperanza. Como dice San Pablo, cuando estamos débiles es cuando debemos ser más fuertes. Y juntos podremos hacerlo.

          La parábola del rico Epulón y del pobre Lázaro, que nos ofrece la liturgia de hoy, trata de la desigualdad social, una de las realidades que cavan mayores fracturas en la convivencia. Dos hombres de la misma ciudad, e incluso vecinos, se encuentran viviendo dos situaciones sociales totalmente opuestas, de forma lamentable. Dentro de su casa, uno elige la comida entre varios platos y vive de lujo, mientras el otro no tiene casa y carece hasta del mínimo vital.

          Es el mundo de la indigencia y de la miseria. Dos mundos en uno. Sin embargo, Lázaro se niega a permanecer confinado en su mundo de miseria, y se acerca a la barrera prohibida para él. La atraviesa, avanza hasta la puerta, y tiende su mano de mendigo al rico indiferente. Ésa era la mano de la amistad, y la de la salvación común.

          Pero los bienes del rico le impiden ver esa mano, le han dejado enfermo de ceguera y le han privado de aquel que venía a traerle la amistad y la salvación. Los ricos están cegados por sus propias seguridades, y tienen los oídos tapados por su propia seguridad. Se instalan en el despecho, no salen a la puerta y no se enteran de lo que está ocurriendo. Por supuesto, tampoco se enteran de la salvación, porque la muerte y el más allá es común para ricos y pobres.

          Hoy en día, las formas de pobreza que se dan entre nosotros son la división y la tensión social. Y esta pobreza está afectando tanto a los individuos como a las comunidades, a nivel material, social, moral y espiritual. Sin dejar de lado otros tipos y expresiones de pobreza, quisiera detenerme en las dos más grandes que nos abruman como nación, en este momento: la paz y la unidad.

          Dios es fuente de paz, y nos concedió la paz en Jesús. Como dice San Pablo, "él es, en verdad, nuestra paz, y lo que estaba dividido lo hizo una unidad, destruyendo el muro de separación: el odio" (Ef 2, 14). La paz es condición sine qua non para la realización de uno mismo y del otro. Sin paz no podemos hablar de desarrollo, de educación, de comercio, de trabajo en el campo, de viajes... Les ruego, pues, que volvamos a Cristo, para que nos conceda la paz.

          A la cuestión de la paz se añade la de la unidad, "para que sean uno como nosotros somos uno" (Jn l7, 21). Barthelemy Boganda no se equivocó al integrar la palabra unidad en nuestro lema. Esta unidad se ve socavada hoy por la presencia masiva de soldados extranjeros, cuyos usos y costumbres desconocemos. Ha llegado el momento de recuperar la unidad, acogiendo y estimando a los hermanos centroafricanos para elaborar todos juntos la reconstrucción del país.

          Una multitud de Lázaros nació del tsunami seleka. Desafortunadamente, sus manos permanecen desesperadamente extendidas. Todavía no hay nadie que los invite a su mesa, ni hay nadie para curar su lepra, ni nadie que seque sus lágrimas. El sufrimiento se instala, y la poca dignidad que les queda desaparece con el espectáculo de sus ganados arrebatados, sus campos arrasados por las manadas de bueyes, sus casas quemadas y sus hijos angustiados, porque no hay quien pueda alimentarlos y protegerlos.

          Debemos temer la ira de los pobres, la ira de los que ya no tienen nada que perder. Todos hemos sido testigos de los recientes acontecimientos en Bohong, Bossangoa, Bouca y sus alrededores. La exasperación que se había apoderado de las poblaciones de estas localidades, y los desmanes que de ella habían resultado, son una invitación a dejar de pagar ya a la bestia que, por contagio, ha generado esta revuelta campesina. Las consecuencias, en este momento, son inimaginables.

          Queridos hermanos y hermanas, no vayamos demasiado rápido, considerando al otro como rico y a nosotros como pobres. Porque cada uno tiene riquezas que le impiden entablar una relación con el otro, y todo el mundo es pobre por carencias multiformes. Entonces, lo que necesitamos es tener fe, para ayudarnos a discernir las riquezas a compartir, y mantener nuestros corazones llenos de la presencia de Cristo.

          Queridos laicos, vuestra responsabilidad cristiana, ante esta crisis, es decisiva. Más que antes, estáis invitados a organizaros para entrar más fuerte, e invertir más, en el campo político, fermentándolo desde dentro con el espíritu que Cristo os ha dado. Que vuestra acción no violenta sea más frecuente y más intensa en el seno de nuestros pueblos, defendiendo la dignidad de la persona humana y buscando la paz, especialmente con nuestros hermanos musulmanes. Las rebeliones traen dudas y desconfianza entre cristianos y musulmanes, y pueden sacudir las raíces que siempre han caracterizado nuestra convivencia, hasta ahora armoniosa y tranquila.

          Masivamente, los cristianos están pagando con su vida las fechorías de los seleka. Pero puedo aseguraros que los musulmanes también están sufriendo por ello. No todos los musulmanes simpatizan con los seleka, ni todos son cómplices. Por lo tanto, no debe haber un "partido de vuelta", sino esfuerzos de ambas partes para volver a la convivencia y la armonía originales. Cualquier confrontación religiosa sería suicida para lo poco que queda de la unidad nacional centroafricana. Y si ésta sucediera, podríamos despedirnos de nuestras esperanzas de vivir en paz y prosperidad en esta tierra de nuestros antepasados, que nadie nos quitará.

          Roguemos al Señor que nos conceda la sabiduría. Y asentados en él, así como llenos de valentía y perdón, demos el salto cualitativo para la reconciliación en la justicia y la verdad, tratando de evitar lo peor y dar una oportunidad a este país. demonios Nuestras posibilidades de sobrevivir, y de encontrar la paz, radican en nuestra adhesión a Cristo Jesús, para que él sane nuestras heridas, tenga compasión de nosotros y sane la lepra de nuestras divisiones y odios. Entonces Lázaro y Epulón podrán comer en la misma mesa, y aspirar al mismo paraíso de la República Centroafricana.

          Encomendemos nuestro país a la misericordia divina y a la intercesión de la Virgen de Oubangui. Que ella ore a su Hijo por nosotros, para que él nos dé la paz y el vivir en unidad. Amén.

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  Act: 30/01/23         @primados de la iglesia            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A