Estar cerca de la gente, para salvar sus almas
Queridos hermanos, nuestra diócesis de Karonga cuenta con una enorme zona de extensión, desde el lago Malawi hasta las montañas, y contamos con apenas 24 sacerdotes y 60.000 católicos, así que tenemos por delante una enorme tarea de evangelización. Para ello, hemos de intentar que la gente no sea la que tenga que venir a buscarnos a nosotros, sino que seamos nosotros los que busquemos a las personas. Debemos intentar estar lo más cerca posible de ellas, si lo que queremos es evangelizarlas. En efecto, la gente no compartirá sus problemas y preocupaciones con alguien que apenas conocen, por lo que la proximidad de los sacerdotes con sus feligreses es clave. Es por eso por lo que, a pesar de ser pocos, los sacerdotes intentan visitarlos a todos al menos una vez al año. Y también por lo que nuestro plan estratégico diocesano exige la presencia constante de un sacerdote a menos de 20 kms de cada parroquia, para llegar así a las 30 ó 40 capillas que hay en cada una de ellas. Sin embargo, las distancias no son el único problema, pues las colinas y las montañas conforman la mayor parte de nuestra diócesis, y a los ancianos les resulta difícil subir las colinas para ir a la iglesia. Además, los enfermos también necesitan recibir los sacramentos, por lo que el sacerdote tiene que llegar hasta ellos. A eso se suma que las carreteras de las montañas y los distritos rurales son muy deficientes, y los coches no son siempre la mejor opción, especialmente durante la temporada de lluvias. Las carreteras son tan malas que muchos sacerdotes se han quedado atascados y han tenido que pasar la noche a la intemperie. No obstante, tenemos que hacer todo lo posible para llegar a nuestros feligreses, y si no podemos llegar a ellos en coche lo haremos en moto, y si no en bicicleta, y si no a pie, o incluso por radio. Que nadie pueda echarnos en cara que no le hemos hecho llegar el mensaje de Cristo, ni hemos ido a visitar sus aldeas y preocupaciones. Contamos también con otra dificultad añadida, la del lenguaje. Pues casi todos nosotros hablamos el tumbuka, mientras que en muchas poblaciones se habla el lambya, el ndali, el nyakyusa y el ngonde. Así que es bueno que los sacerdotes vayan aprendiendo esos dialectos, o les emitan por radio sus mensajes mientras están ellos presentes. El uso de los teléfonos móviles os puede ayudar a la creatividad. Así, por ejemplo, el p. Federico siempre lleva consigo un teléfono móvil cuando va a una aldea remota, para reunirse con el jefe. Al final del encuentro le entrega el teléfono y, a partir de ese día, envía un mensaje diario con un versículo de la Biblia a cada uno de los jefes con los que se ha reunido, y éstos luego lo comparten con toda la aldea. Nuestra fe popular es profunda y vibrante, y aunque el sacerdote no esté presente, nuestros creyentes rezan por propia iniciativa en sus capillas. No obstante, será necesario seguir construyendo nuevas iglesias. En algunos sitios los propios feligreses han aportado el cemento y los ladrillos, y en otros hasta están construyendo la iglesia por sí mismos, sin ser profesionales y con lógicos peligros de derrumbe. Para minimizar estos problemas, la diócesis está adoptando un enfoque unificado para construir iglesias, y otras infraestructuras parroquiales. Todo esto hace necesaria la plena participación de los laicos en nuestro ministerio, como ya sabéis. Así, por ejemplo, no todos los funerales pueden ser oficiados por un sacerdote, porque eso no es posible en nuestra situación. Por eso, hemos de formar a los laicos para ejercer esa función. La idea es que los laicos puedan ejercer todas las tareas que la Iglesia permite, pero para ello hemos de asegurarnos que esas personas reciben una formación catequística muy sólida. Queda mucho camino por recorrer, pero en los doce años transcurridos desde la fundación de la diócesis hemos registrado un importante aumento de parroquias, de 5 a 16, y muchos sacerdotes jóvenes se han incorporado a la diócesis. Además, actualmente contamos con 28 seminaristas mayores, y otros están estudiando en el extranjero para ser futuros formadores y profesores. En cuanto a la forma de administrarnos, sabéis que, desde la invasión rusa de Ucrania, el precio de los alimentos se ha duplicado, y el del combustible se ha triplicado. Además, los fertilizantes, que suelen llegar de Ucrania y Rusia, ahora no se pueden conseguir. Y el aceite de cocina ha subido de 1.000 ó 2.000 kwachas a las 9.000 actuales, y la gente no se lo puede permitir. Esto quiere decir que no podemos pedir ayuda a nuestros feligreses, ni aprovecharnos de su generosidad. Tendremos que ajustarnos y ahorrar gastos. Somos una diócesis joven, así que ¡hagamos todo lo posible! Sobre todo por la salvación de las almas y la gloria de Dios. ¡Que Dios os bendiga a todos! .
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